Euscadi distópica: los traductores
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Son una secta peligrosa, están mal de la cabeza. Estos nacionalistas se empeñan en que hablemos todos en eusquera pero luego entre ellos no lo hablan. Y entonces lo que hacen es pagar a traductores, repartirlos por toda la administración que controlan, para que lo traduzcan todo al eusquera y dar así la impresión de que estamos ante dos lenguas iguales. Lo mismo que hacen con las víctimas del terrorismo, todas las víctimas iguales, y ahora que han inaugurado un monumento en Bilbao que las recuerda, nos ponen a una víctima de ETA y a otra de la violencia policial para que veamos más claro todavía que casi novecientas víctimas de ETA y no llegan a cien, según sus cálculos, de la violencia policial, son perfectamente equiparables. Pues con las lenguas lo mismo. Y eso sí, no vayamos a mezclar todo esto con la memoria histórica. En la memoria histórica para ellos solo hay una clase de víctimas, las del franquismo. Mentar a las víctimas de la república es una provocación.
No sé si se acordarán de aquel video que sacó la hija de Andoni Ortuzar –Garazi Ortuzar, que iba para “influencer”, como se dice ahora, de las redes sociales y a la que han acabado colocando como jefa de comunicación en Iberdrola y parece que ya no existe–, hablando con su padre sentados ambos relajadamente en el sofá de su casa. Lo quitaron al poco tiempo de Youtube porque sobre todo demostraba a las claras la gran farsa en la que vivimos aquí. En el video, padre e hija hablaban de que a ella la tomaban por la hija de Ortuzar y entonces que no la comprendían en su propia valía y que le perjudicaba tener un padre como Ortuzar, presidente del PNV. Y bla, bla, bla. Pero de toda la perorata lo único que nos quedaba perfectamente claro es que entre hija y padre habían hablado siempre, siempre, todo lo que se habla entre un padre y una hija, desde la más tierna infancia, siempre y todo, como digo, en castellano, en español de Valladolid, salvo las frases en eusquera de rigor o ese vocabulario típico de cuatro palabras o cuatro expresiones o cuatro tonterías de las que solo se dicen por aquí y por las que se pretende demostrar que solo somos de aquí. Pero en lo demás, en todo lo demás, hablaban como siempre habían hablado en su casa, en castellano puro y cristalino. O la hija de Arzalluz, aquel que salía siempre echando bufidos de vasco, que no había uno más vasco que él y que daba carnés de vasco a todo bicho viviente. Pues la hija de Arzalluz, esa que ahora se ha hecho famosa por el enchufazo de ponerla a dirigir el Museo Guggenheim de Bilbao, hizo la tesis en castellano, cuando la podía, bueno, mejor dicho, la debía haber hecho en eusquera, que para eso su padre fue el jefe de toda la matraca que nos mete el eusquera por sus santos bemoles, hasta en la sopa. Sí, por narices que tenemos que hablar en eusquera, pero ellos no, ellos no, ellos están eximidos, exentos de tener que hacer ni una mínima parte del esfuerzo que exigen a los demás.
Vivimos en plena distopía nacionalista, pensando que todo lo que vivimos es lo más normal del mundo. Todo sea por la normalización del eusquera. En el Gobierno vasco, en las tres Diputaciones, así como en los Ayuntamientos, tenemos en todos un servicio de eusquera, que se encarga de velar porque el eusquera esté presente en nuestras vidas. Por normalizarlo, dicen. Se encargan de organizar campañas, comisiones, encuentros, carreras pedestres, concentraciones, itinerarios familiares, y para todos esos actos, iniciativas, acontecimientos varios se hacen chartelas en eusquera, carteles en eusquera, anuncios en eusquera, incluso dan premios a empresas e instituciones, públicas o privadas, si la actividad que desempeñan la hacen en eusquera.
En el Gobierno vasco hay una Consejería de Cultura y Política Lingüística donde está la Viceconsejería de Política Lingüística, que se subdivide a su vez en una Dirección de Normalización Lingüística de las Administraciones Públicas, una Dirección de Promoción del Euskera y una Dirección de Investigación Lingüística y Coordinación. Entre las 23 funciones que tiene adscritas la Dirección de Normalización Lingüística de las Administraciones Públicas está una que consiste en: “Asesorar y colaborar en el diseño e implantación de los planes de euskera de las diputaciones forales, ayuntamientos y demás entidades públicas de la Comunidad Autónoma de Euskadi, en base al Certificado de Calidad en la Gestión Lingüística Bikain”.
O sea, que tienen hasta un certificado de calidad si la administración se desenvuelve bien en eusquera. Puede ser de dos tipos: de plata y de oro. El año 2022 consiguió el Bikain de oro el Ayuntamiento de Éibar, después de haber conseguido siete años antes el de plata.
En la Diputación de Vizcaya hay lo mismo, un Departamento de Euskera, Cultura y Deporte, dentro del cual hay una Dirección de Euskera que se encarga, según el portal de la Diputación, de: “afianzar el uso del euskera en todos los ámbitos de la sociedad vizcaína. Para ello, ha puesto en marcha iniciativas como Euskara Eskura Txartela o la campaña Euskararen Txantxangorria. En adelante, la dirección incidirá especialmente en el refuerzo del uso del euskera en el ámbito socioeconómico. Además, la dirección continuará con la labor de incremento y fortalecimiento del uso del euskera en el ámbito del deporte. Entre las labores de la dirección se encuentra la dinamización de la comisión Euskara Bizia Batzordea, que se encarga del análisis y mejora de la situación del euskera en todo el Territorio”.
En la Diputación de Guipúzcoa el departamento encargado del eusquera está dentro del Área de la Diputada General y se llama Dirección General de Igualdad Lingüística. En la Diputación de Álava está el Departamento de Igualdad, Euskera y Gobernanza, dentro del cual hay una Dirección de Euskera y Gobierno Abierto.
En el Ayuntamiento de Bilbao está el Área de Euskera, Atención y Participación Ciudadana, Agenda 2030 e Internacional. En el Ayuntamiento de San Sebastián tenemos un Servicio de Euskera cuyas secciones son Traducción, Normalización Lingüística Interna, Normalización Lingüística Externa y Negociado Administrativo, mientras que sus funciones son: Traducción oral y escrita entre las dos lenguas oficiales, Asesoramiento lingüístico, Impulsar el proceso de normalización del uso social del euskera, Normalización lingüística, Impulsar la información y sensibilización del euskera, su motivación, conocimiento y uso. Y en el Ayuntamiento de Vitoria tenemos un Servicio de Euskera, dentro del Departamento de Alcaldía, Relaciones Institucionales e Igualdad, en cuya página web se definen sus funciones de un modo detallado y que merece la pena seguir para darnos cuenta de hasta qué punto llega la sofisticación kafkiana, orwelliana alcanzada en la administración para el tratamiento de este tema. Es como de pesadilla distópica y dejo en negrita lo que está en negrita en esa relación, para que aprecien hasta qué punto este lenguaje es altamente peligroso porque puede provocar un desequilibrio mental, una severa alteración de las funciones sensoriales y hasta motoras:
“Diseñar, impulsar y gestionar el Plan de Uso del Euskera en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, así como realizar su evaluación y seguimiento. Establecer los criterios de uso las lenguas oficiales en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Traducir textos municipales entre las dos lenguas oficiales. Corregir los textos elaborados en euskera por la plantilla municipal. Elaborar y tramitar convenios con diversas entidades, asociaciones euskaltzales y con la Diputación Foral de Álava para el fomento del uso del euskera. Realizar labores de interpretación en plenos y comisiones municipales. Ofrecer asesoramiento lingüístico al personal municipal, al igual que en todos los temas relacionados con el euskera. Impulsar la transmisión y el uso del euskera en el municipio mediante la programación de cursos para determinados colectivos. Redactar y gestionar las Normas de Régimen Interior para estudios de euskera para la euskaldunización del personal municipal, en colaboración con el Servicio de Gestión de Recursos Humanos. Tramitar las convocatorias para la acreditación de los perfiles lingüísticos de la plantilla, y gestionar el convenio con el IVAP para tal fin. Realizar el seguimiento de la concesión demanial y del proyecto asociado del centro cultural Izaskun Arrue y velar por el correcto estado del mismo. Proponer la asignación de perfiles lingüísticos y fechas de preceptividad, en colaboración con el Servicio de Organización de Recursos Humanos. Establecer el nomenclátor en euskera de los órganos municipales, y la toponimia del municipio mediante el convenio con Euskaltzaindia para tal fin. Resolver o canalizar las quejas presentadas en los observatorios lingüísticos Elebide y Behatokia. Participar en el elkargune de Euskera.”
Este listado de funciones u otro parecido –todos son intercambiables– aparece en todos los departamentos de eusquera que hemos visto hasta aquí, en bastantes casos de un modo mucho más prolijo todavía.
Entre las funciones que acabamos de ver del servicio de eusquera del Ayuntamiento de Vitoria, la de traducir los textos municipales entre las dos lenguas oficiales y corregir los textos en eusquera generados por la administración nos remite al trabajo de los traductores, típico de todas las administraciones públicas de Euscadi.
Los traductores están por todas partes. Es fácil que te encuentres por la calle, en cualquier momento, con alguien que no sabes qué hace, a qué se dedica y que lo más probable es que sea traductor. Se trata de una clase de personas que, en su faceta de traductor de la administración, estoy por asegurar que solo se emplea en un oficio que solo existe aquí, en Euscadi. Los traductores cogen cualquier declaración oficial, cualquier documento administrativo, cualquier sentencia de un juzgado, cualquier ley, norma, decreto, proposición, propuesta, dictamen o informe y te la traducen automáticamente del español en que está escrita en el 90% de las ocasiones (reservo el 10% restante para esos ayuntamientos pequeños donde la gente, por un milagro, sigue hablando en eusquera en una proporción mayoritaria pero cada vez más cogida por los pelos) al eusquera batúa. Los traductores son la representación más acabada de la distopía orwelliana en la que vivimos en Euscadi. Están en todas las administraciones porque son necesarios, imprescindibles para traducir todo lo que se genera y que mayoritariamente se genera en castellano. Porque lo ínfimo que se genera en eusquera es tan deficiente que hasta necesita ser corregido, como vemos en el Ayuntamiento de Vitoria.
Cuando los traductores de los ayuntamientos, diputaciones, gobierno vasco, juzgados y tribunales de justicia, registros de la propiedad, registros mercantiles, boletines del País Vasco, de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, no dan abasto para traducir al eusquera todo lo que les llega, lo trasladan al IZO (Itzultzaile Zerbitzu Oficiala – Servicio Oficial de Traductores), que es un órgano extraño, orwelliano, kafkiano, distópico y específico de traductores dependiente del IVAP, Instituto Vasco de Administración Pública, donde trabaja una tropa de traductores intentando traducir todo lo que les llega en castellano de las administraciones y que sus particulares servicios de eusquera no han sido capaces, por falta de tiempo, por saturación de trabajo, por lo que sea, de traducir a tiempo. Y cuando lo que llega al IZO es de tal volumen que tampoco dan abasto para traducirlo, porque se requiere para un momento determinado y el traductor de turno no llega, entonces lo envían a traductores externos, empresas privadas de traducción, que dependen directamente de este trabajo de la administración pública para seguir manteniéndose.
Entiéndaseme bien, aquí no se trata de traducir, qué se yo, la última obra de Coetzee al eusquera. No. Se trata de traducir todo lo que se produce en la administración, en todas las administraciones, entendiendo por tal todo el sector público, tanto en sus aspectos puramente administrativos, como legislativos, puramente políticos, como judiciales, del castellano en que se producen originalmente –porque quienes los producen esa es la lengua que dominan y no necesitan traducirla–, al eusquera, que es la lengua virtual de modo que parezca que castellano y eusquera son dos lenguas iguales y que ambas se hablan y escriben por igual en el País Vasco. Los traductores serían, por tanto, los encargados de convertir el sueño en realidad, la ficción en verdad.
Es una locura porque todo se tiene que traducir al eusquera para construir la ficción de que hay dos lenguas en igualdad de condiciones, cuando en realidad todo se hace en castellano, tanto en el gobierno vasco como en las diputaciones y principales ayuntamientos, en los juzgados, en los registros, en las notarías, en todos los departamentos de la administración donde se generan cosas escritas en una lengua que en la inmensa mayoría de los casos siempre es el castellano, porque quienes trabajan allí, a pesar de que llevamos ya cincuenta años con la matraca, solo escriben en castellano, porque es la lengua que entienden, porque es la lengua en la que hablan entre ellos, porque es la lengua en la que escriben, aunque cada vez la escriban peor porque se está dejando de enseñar en los centros de enseñanza oficiales, donde solo se enseña ya en eusquera, mientras que los alumnos siguen hablando entre ellos en castellano, cuando termina la clase, entre clase y clase o, si te descuidas, en medio de la clase, mientras el profesor solo les explica todo en eusquera.
Pero es para nada, porque el eusquera no hay quien lo hable seguido y menos quien lo escriba. Y porque los políticos, sobre todo los nacionalistas, que tanto lo exigen para todos, luego ellos entre sí tampoco lo hablan, ni lo escriben y necesitan traductores para que lo hagan por ellos, lo que ellos no hacen.
Los traductores pululan por todas las administraciones, tienen despachos, sueldos, forman grupos, crean organigramas, tienen escalas de mando, horarios de oficina y teletrabajo, fichan, tienen sus nóminas, lógicamente y además algunos intentan hacer en el trabajo como si lo que hacen se convirtiera en lo normal en sus vidas, y algunos de ellos hasta hablan entre ellos en eusquera, aunque no siempre, incluso a veces ni siquiera hablan en eusquera entre ellos, de tan hartos que están de la pantomima. Y entonces hablan en castellano, mientras siguen traduciendo y traduciendo y traduciendo papeles que nadie nunca jamás leerá, escritos en un eusquera que nadie nunca habló, sino que lo escribieron ellos con la peregrina intención de que la gente creyera que el eusquera es lo mismo que el español, que son dos lenguas iguales y que por tanto las dos tienen el mismo derecho.
Son una secta peligrosa, están mal de la cabeza. Estos nacionalistas se empeñan en que hablemos todos en eusquera pero luego entre ellos no lo hablan. Y entonces lo que hacen es pagar a traductores, repartirlos por toda la administración que controlan, para que lo traduzcan todo al eusquera y dar así la impresión de que estamos ante dos lenguas iguales. Lo mismo que hacen con las víctimas del terrorismo, todas las víctimas iguales, y ahora que han inaugurado un monumento en Bilbao que las recuerda, nos ponen a una víctima de ETA y a otra de la violencia policial para que veamos más claro todavía que casi novecientas víctimas de ETA y no llegan a cien, según sus cálculos, de la violencia policial, son perfectamente equiparables. Pues con las lenguas lo mismo. Y eso sí, no vayamos a mezclar todo esto con la memoria histórica. En la memoria histórica para ellos solo hay una clase de víctimas, las del franquismo. Mentar a las víctimas de la república es una provocación.
No sé si se acordarán de aquel video que sacó la hija de Andoni Ortuzar –Garazi Ortuzar, que iba para “influencer”, como se dice ahora, de las redes sociales y a la que han acabado colocando como jefa de comunicación en Iberdrola y parece que ya no existe–, hablando con su padre sentados ambos relajadamente en el sofá de su casa. Lo quitaron al poco tiempo de Youtube porque sobre todo demostraba a las claras la gran farsa en la que vivimos aquí. En el video, padre e hija hablaban de que a ella la tomaban por la hija de Ortuzar y entonces que no la comprendían en su propia valía y que le perjudicaba tener un padre como Ortuzar, presidente del PNV. Y bla, bla, bla. Pero de toda la perorata lo único que nos quedaba perfectamente claro es que entre hija y padre habían hablado siempre, siempre, todo lo que se habla entre un padre y una hija, desde la más tierna infancia, siempre y todo, como digo, en castellano, en español de Valladolid, salvo las frases en eusquera de rigor o ese vocabulario típico de cuatro palabras o cuatro expresiones o cuatro tonterías de las que solo se dicen por aquí y por las que se pretende demostrar que solo somos de aquí. Pero en lo demás, en todo lo demás, hablaban como siempre habían hablado en su casa, en castellano puro y cristalino. O la hija de Arzalluz, aquel que salía siempre echando bufidos de vasco, que no había uno más vasco que él y que daba carnés de vasco a todo bicho viviente. Pues la hija de Arzalluz, esa que ahora se ha hecho famosa por el enchufazo de ponerla a dirigir el Museo Guggenheim de Bilbao, hizo la tesis en castellano, cuando la podía, bueno, mejor dicho, la debía haber hecho en eusquera, que para eso su padre fue el jefe de toda la matraca que nos mete el eusquera por sus santos bemoles, hasta en la sopa. Sí, por narices que tenemos que hablar en eusquera, pero ellos no, ellos no, ellos están eximidos, exentos de tener que hacer ni una mínima parte del esfuerzo que exigen a los demás.
Vivimos en plena distopía nacionalista, pensando que todo lo que vivimos es lo más normal del mundo. Todo sea por la normalización del eusquera. En el Gobierno vasco, en las tres Diputaciones, así como en los Ayuntamientos, tenemos en todos un servicio de eusquera, que se encarga de velar porque el eusquera esté presente en nuestras vidas. Por normalizarlo, dicen. Se encargan de organizar campañas, comisiones, encuentros, carreras pedestres, concentraciones, itinerarios familiares, y para todos esos actos, iniciativas, acontecimientos varios se hacen chartelas en eusquera, carteles en eusquera, anuncios en eusquera, incluso dan premios a empresas e instituciones, públicas o privadas, si la actividad que desempeñan la hacen en eusquera.
En el Gobierno vasco hay una Consejería de Cultura y Política Lingüística donde está la Viceconsejería de Política Lingüística, que se subdivide a su vez en una Dirección de Normalización Lingüística de las Administraciones Públicas, una Dirección de Promoción del Euskera y una Dirección de Investigación Lingüística y Coordinación. Entre las 23 funciones que tiene adscritas la Dirección de Normalización Lingüística de las Administraciones Públicas está una que consiste en: “Asesorar y colaborar en el diseño e implantación de los planes de euskera de las diputaciones forales, ayuntamientos y demás entidades públicas de la Comunidad Autónoma de Euskadi, en base al Certificado de Calidad en la Gestión Lingüística Bikain”.
O sea, que tienen hasta un certificado de calidad si la administración se desenvuelve bien en eusquera. Puede ser de dos tipos: de plata y de oro. El año 2022 consiguió el Bikain de oro el Ayuntamiento de Éibar, después de haber conseguido siete años antes el de plata.
En la Diputación de Vizcaya hay lo mismo, un Departamento de Euskera, Cultura y Deporte, dentro del cual hay una Dirección de Euskera que se encarga, según el portal de la Diputación, de: “afianzar el uso del euskera en todos los ámbitos de la sociedad vizcaína. Para ello, ha puesto en marcha iniciativas como Euskara Eskura Txartela o la campaña Euskararen Txantxangorria. En adelante, la dirección incidirá especialmente en el refuerzo del uso del euskera en el ámbito socioeconómico. Además, la dirección continuará con la labor de incremento y fortalecimiento del uso del euskera en el ámbito del deporte. Entre las labores de la dirección se encuentra la dinamización de la comisión Euskara Bizia Batzordea, que se encarga del análisis y mejora de la situación del euskera en todo el Territorio”.
En la Diputación de Guipúzcoa el departamento encargado del eusquera está dentro del Área de la Diputada General y se llama Dirección General de Igualdad Lingüística. En la Diputación de Álava está el Departamento de Igualdad, Euskera y Gobernanza, dentro del cual hay una Dirección de Euskera y Gobierno Abierto.
En el Ayuntamiento de Bilbao está el Área de Euskera, Atención y Participación Ciudadana, Agenda 2030 e Internacional. En el Ayuntamiento de San Sebastián tenemos un Servicio de Euskera cuyas secciones son Traducción, Normalización Lingüística Interna, Normalización Lingüística Externa y Negociado Administrativo, mientras que sus funciones son: Traducción oral y escrita entre las dos lenguas oficiales, Asesoramiento lingüístico, Impulsar el proceso de normalización del uso social del euskera, Normalización lingüística, Impulsar la información y sensibilización del euskera, su motivación, conocimiento y uso. Y en el Ayuntamiento de Vitoria tenemos un Servicio de Euskera, dentro del Departamento de Alcaldía, Relaciones Institucionales e Igualdad, en cuya página web se definen sus funciones de un modo detallado y que merece la pena seguir para darnos cuenta de hasta qué punto llega la sofisticación kafkiana, orwelliana alcanzada en la administración para el tratamiento de este tema. Es como de pesadilla distópica y dejo en negrita lo que está en negrita en esa relación, para que aprecien hasta qué punto este lenguaje es altamente peligroso porque puede provocar un desequilibrio mental, una severa alteración de las funciones sensoriales y hasta motoras:
“Diseñar, impulsar y gestionar el Plan de Uso del Euskera en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, así como realizar su evaluación y seguimiento. Establecer los criterios de uso las lenguas oficiales en el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz. Traducir textos municipales entre las dos lenguas oficiales. Corregir los textos elaborados en euskera por la plantilla municipal. Elaborar y tramitar convenios con diversas entidades, asociaciones euskaltzales y con la Diputación Foral de Álava para el fomento del uso del euskera. Realizar labores de interpretación en plenos y comisiones municipales. Ofrecer asesoramiento lingüístico al personal municipal, al igual que en todos los temas relacionados con el euskera. Impulsar la transmisión y el uso del euskera en el municipio mediante la programación de cursos para determinados colectivos. Redactar y gestionar las Normas de Régimen Interior para estudios de euskera para la euskaldunización del personal municipal, en colaboración con el Servicio de Gestión de Recursos Humanos. Tramitar las convocatorias para la acreditación de los perfiles lingüísticos de la plantilla, y gestionar el convenio con el IVAP para tal fin. Realizar el seguimiento de la concesión demanial y del proyecto asociado del centro cultural Izaskun Arrue y velar por el correcto estado del mismo. Proponer la asignación de perfiles lingüísticos y fechas de preceptividad, en colaboración con el Servicio de Organización de Recursos Humanos. Establecer el nomenclátor en euskera de los órganos municipales, y la toponimia del municipio mediante el convenio con Euskaltzaindia para tal fin. Resolver o canalizar las quejas presentadas en los observatorios lingüísticos Elebide y Behatokia. Participar en el elkargune de Euskera.”
Este listado de funciones u otro parecido –todos son intercambiables– aparece en todos los departamentos de eusquera que hemos visto hasta aquí, en bastantes casos de un modo mucho más prolijo todavía.
Entre las funciones que acabamos de ver del servicio de eusquera del Ayuntamiento de Vitoria, la de traducir los textos municipales entre las dos lenguas oficiales y corregir los textos en eusquera generados por la administración nos remite al trabajo de los traductores, típico de todas las administraciones públicas de Euscadi.
Los traductores están por todas partes. Es fácil que te encuentres por la calle, en cualquier momento, con alguien que no sabes qué hace, a qué se dedica y que lo más probable es que sea traductor. Se trata de una clase de personas que, en su faceta de traductor de la administración, estoy por asegurar que solo se emplea en un oficio que solo existe aquí, en Euscadi. Los traductores cogen cualquier declaración oficial, cualquier documento administrativo, cualquier sentencia de un juzgado, cualquier ley, norma, decreto, proposición, propuesta, dictamen o informe y te la traducen automáticamente del español en que está escrita en el 90% de las ocasiones (reservo el 10% restante para esos ayuntamientos pequeños donde la gente, por un milagro, sigue hablando en eusquera en una proporción mayoritaria pero cada vez más cogida por los pelos) al eusquera batúa. Los traductores son la representación más acabada de la distopía orwelliana en la que vivimos en Euscadi. Están en todas las administraciones porque son necesarios, imprescindibles para traducir todo lo que se genera y que mayoritariamente se genera en castellano. Porque lo ínfimo que se genera en eusquera es tan deficiente que hasta necesita ser corregido, como vemos en el Ayuntamiento de Vitoria.
Cuando los traductores de los ayuntamientos, diputaciones, gobierno vasco, juzgados y tribunales de justicia, registros de la propiedad, registros mercantiles, boletines del País Vasco, de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, no dan abasto para traducir al eusquera todo lo que les llega, lo trasladan al IZO (Itzultzaile Zerbitzu Oficiala – Servicio Oficial de Traductores), que es un órgano extraño, orwelliano, kafkiano, distópico y específico de traductores dependiente del IVAP, Instituto Vasco de Administración Pública, donde trabaja una tropa de traductores intentando traducir todo lo que les llega en castellano de las administraciones y que sus particulares servicios de eusquera no han sido capaces, por falta de tiempo, por saturación de trabajo, por lo que sea, de traducir a tiempo. Y cuando lo que llega al IZO es de tal volumen que tampoco dan abasto para traducirlo, porque se requiere para un momento determinado y el traductor de turno no llega, entonces lo envían a traductores externos, empresas privadas de traducción, que dependen directamente de este trabajo de la administración pública para seguir manteniéndose.
Entiéndaseme bien, aquí no se trata de traducir, qué se yo, la última obra de Coetzee al eusquera. No. Se trata de traducir todo lo que se produce en la administración, en todas las administraciones, entendiendo por tal todo el sector público, tanto en sus aspectos puramente administrativos, como legislativos, puramente políticos, como judiciales, del castellano en que se producen originalmente –porque quienes los producen esa es la lengua que dominan y no necesitan traducirla–, al eusquera, que es la lengua virtual de modo que parezca que castellano y eusquera son dos lenguas iguales y que ambas se hablan y escriben por igual en el País Vasco. Los traductores serían, por tanto, los encargados de convertir el sueño en realidad, la ficción en verdad.
Es una locura porque todo se tiene que traducir al eusquera para construir la ficción de que hay dos lenguas en igualdad de condiciones, cuando en realidad todo se hace en castellano, tanto en el gobierno vasco como en las diputaciones y principales ayuntamientos, en los juzgados, en los registros, en las notarías, en todos los departamentos de la administración donde se generan cosas escritas en una lengua que en la inmensa mayoría de los casos siempre es el castellano, porque quienes trabajan allí, a pesar de que llevamos ya cincuenta años con la matraca, solo escriben en castellano, porque es la lengua que entienden, porque es la lengua en la que hablan entre ellos, porque es la lengua en la que escriben, aunque cada vez la escriban peor porque se está dejando de enseñar en los centros de enseñanza oficiales, donde solo se enseña ya en eusquera, mientras que los alumnos siguen hablando entre ellos en castellano, cuando termina la clase, entre clase y clase o, si te descuidas, en medio de la clase, mientras el profesor solo les explica todo en eusquera.
Pero es para nada, porque el eusquera no hay quien lo hable seguido y menos quien lo escriba. Y porque los políticos, sobre todo los nacionalistas, que tanto lo exigen para todos, luego ellos entre sí tampoco lo hablan, ni lo escriben y necesitan traductores para que lo hagan por ellos, lo que ellos no hacen.
Los traductores pululan por todas las administraciones, tienen despachos, sueldos, forman grupos, crean organigramas, tienen escalas de mando, horarios de oficina y teletrabajo, fichan, tienen sus nóminas, lógicamente y además algunos intentan hacer en el trabajo como si lo que hacen se convirtiera en lo normal en sus vidas, y algunos de ellos hasta hablan entre ellos en eusquera, aunque no siempre, incluso a veces ni siquiera hablan en eusquera entre ellos, de tan hartos que están de la pantomima. Y entonces hablan en castellano, mientras siguen traduciendo y traduciendo y traduciendo papeles que nadie nunca jamás leerá, escritos en un eusquera que nadie nunca habló, sino que lo escribieron ellos con la peregrina intención de que la gente creyera que el eusquera es lo mismo que el español, que son dos lenguas iguales y que por tanto las dos tienen el mismo derecho.