La gran mentira de Aitor Esteban o el colmo de un maqueto
![[Img #28331]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/06_2025/5966_crito.jpg)
Fíjense en esta imagen, por favor. Se trata de una caricatura aparecida, como la que vimos en el anterior artículo de esta serie, en el diario nacionalista Euzkadi, editado en Bilbao por el PNV desde el 1 de febrero de 1913 hasta el 18 de junio de 1937. En este caso corresponde al ejemplar del día 15 de agosto de 1919, once días después de la que vimos en el anterior artículo. El autor es el mismo, un tal Cri-to.
La leyenda es explícita: “¡Aunque parezca mentira, tú eres mi hermano y aquel es extranjero!”. Los dos personajes de la primera escena están separados del otro por el río Bidasoa, representando así lo que ocurre a ambos lados de la frontera que separa al País Vasco español del francés. En el lado sur, en España, el nativo vasco se hace acompañar por el maqueto, vestido de una manera inconfundiblemente española, con su sombrero cordobés, su chaquetilla corta y sobre todo con esa cara simiesca, de barba sin afeitar y ojos saltones que pretenden delatar su extranjería, frente a los dos nativos con atuendos blancos inmaculados y boina vasca.
Estamos viendo aquí representado al maqueto por antonomasia: un español, más concretamente un andaluz, cosa que en aquella época de la que hablamos, primeras décadas del siglo XX, era todavía bien rara, ya que la mayoría de los que venían de España por entonces eran de territorios más próximos, generalmente de Castilla-León o de la cornisa cantábrica, sobre todo de Galicia. Pero había que tirar de tópico. Los textos de Sabino Arana están llenos de apelaciones despectivas a los gallegos, por ejemplo, o a los de Burgos, o a los de Santander, también a los que tienen pinta de toreros, de chulos madrileños, pero rara vez a los andaluces como el que explícitamente sale representado en esta caricatura. Pero, como decimos, la cultura española siempre tuvo en lo andaluz su seña identificadora más reconocible, sobre todo en el exterior y esa es la apariencia inconfundible a la que aquí se recurre.
Lo que quiero decir con todo esto es que en esta caricatura hay un tópico representado del español que estaría haciéndose presente en el País Vasco de entonces, más concretamente en el Bilbao de entonces, que fue el foco originario del nacionalismo vasco, y que es el que va a recibir el apelativo de maqueto, por ser el elemento distorsionador, para el primer nacionalismo, de la realidad social y política vasca. El maqueto, por lo tanto, es español y no puede ser más que español y si hay alguna forma inconfundible de representar a lo español, ya para entonces, es la del andaluz.
Por eso es por lo que en el último Aberri Eguna Aitor Esteban nos contó una gran mentira –otra más, pero en este caso muy significativa, por ser su primer Aberri Eguna– que vendría a intentar emborronar, difuminar, disimular la cuestión más importante que aquí se dirime y en la que se basa todo el gran artificio del nacionalismo vasco: es el componente originariamente español, de otras regiones españolas presente en el País Vasco desde finales del siglo XIX en adelante, incrementado sobre todo por la gran inmigración del desarrollismo español desde mediados del siglo XX, el que va a provocar el origen y luego desarrollo y expansión del nacionalismo vasco y solo es ese componente demográfico y social el que lo va a provocar y ningún otro más: nos referimos, obviamente, al procedente de otras regiones españolas.
Por eso Aitor Esteban nos estaba diciendo una gran mentira en el último Aberri Eguna cuando afirmó esto: “La nación vasca ha sido siempre integradora. Ese ha sido el secreto de su éxito y perdurabilidad. A pesar de su pequeñez. Y así sucederá en esta ocasión también. El presidente del actual Euskadi Buru Batzar se apellida Esteban Bravo. No sé quién será el o la siguiente. Si se apellidará Aguirregomezkorta, Martínez o García, o puede que Hassan, Diop o Iriarte, o quizá Dupont, Popescu o Barrinagarrementería. Pero de lo que no tengo ninguna duda, absolutamente ninguna duda, es de que su única patria será Euskadi”.
Bueno, aquí hay tres tipos de apellidos. Están los nativos de siempre, o sea los Aguirregomezkorta, Iriarte y Barrinagarrementería. Luego están los españoles: Martínez, García y el suyo mismo, Esteban Bravo. Y luego están los más curiosos que se atrevió a citar: el árabe Hassan, el subsahariano Diop, el rumano Popescu y el francés Dupont. Vayamos por partes. Que el presidente del PNV sea de apellido eusquérico ha sido lo normal hasta ahora, puesto que es la base de esa ideología, la discriminación por apellidos. Que ahora sea de apellido español es la absoluta novedad, aunque la base sociológica mayoritaria sea española. Pero ha sido la absoluta novedad porque en los demás órganos del partido siguen estando presentes mayoritariamente los apellidos eusquéricos, incluso en Álava, que es mayoritariamente castellana, como acredita el burgalés presidente de su Diputación Foral, Ramiro González Vicente, del PNV. Pero en Álava mismo el órgano directivo del partido también está formado por políticos con apellidos eusquéricos en su mayoría, empezando por su presidenta, Jone Berriozabal.
Lo que queremos decir es que el presidente del PNV solo puede ser de apellido eusquérico o, en todo caso, como ahora pasa de manera extraordinaria, de apellido español. Nunca de apellido que no sea uno de estos dos tipos. Y por qué. Porque es absolutamente imposible, metafísicamente imposible que nadie en sus cabales, que venga aquí y no sea español de origen, considere que su única patria es Euskadi. Un Hassán, por ejemplo, imaginémoslo. Un Diop. Esta gente es musulmana de origen, tienden de manera natural a unirse los de su misma religión y su fidelidad es a su religión, a su origen, de manera absoluta y total. Salvo que les dé por construir una república islámica vasca. Que todo podría ser, visto por dónde van las cosas. Pero que se olvide el PNV que sigan rindiendo pleitesía entonces, y haciéndole los honores, a un tal Sabino Arana en su tumba de Pedernales. Eso se acabaría completamente con un Hassan o un Diop dirigiendo el partido, salvo que se volvieran completamente locos, claro, que visto lo visto, todo podría ser.
Y qué decir de las otras posibilidades que planteó Aitor Esteban: un Popescu que diga que su única patria es Euskadi, en fin. Y un Dupont, por favor, no me hagas reír: un francés tragando con la gilipollez nacionalista. Fíjate que están cerca, al otro lado de la frontera, y llevamos ciento treinta años de matraca nacionalista y hasta ahora no ha prosperado el nacionalismo en el País Vasco francés, salvo algún grupúsculo testimonial. ¿No es ese dato suficientemente indicativo de lo profundamente española que es esta ideología nacionalista, de que algo así solo podía surgir en España? La propia caricatura nos lo está diciendo. El nacionalismo necesita al maqueto para surgir, el maqueto es constitutivo del nacionalismo. No es que sea su némesis, es que es la causa de su aparición. Sin él no podría existir. Al otro lado de la frontera del Bidasoa hay un vasco nativo hermano del que hay a este lado, pero que no vive su vida al modo nacionalista porque no ha tenido ninguna necesidad de hacerlo, porque sus modos de vida no han cambiado, porque no llegó nadie a su territorio ante el que se tuviera que postular como distinto, en definitiva, porque allí no hay maquetos.
En efecto, la diferencia fundamental entre un nacionalista vasco de este lado del Bidasoa y un vasco del otro lado es que aquel no vive con el maqueto, ni sabe siquiera lo que es un maqueto. El nacionalista de este lado, en cambio, ha visto al maqueto desde el principio porque el maqueto es la razón misma de su ideología. Por eso el maqueto es el único que, andando el tiempo –como se está visualizando ahora con Pradales y Esteban–, puede convertirse en nacionalista porque es como la otra cara de la moneda del nacionalismo: conoce perfectamente todas las claves de esa ideología porque ella es la que le ha conferido su condición de maqueto.
Es por eso que, de entre todas las formas de ser y de condición, de las personas que han venido o pueden venir al País Vasco, ninguna como la de un maqueto podría ser también nacionalista. Y es por eso que la reflexión de Aitor Esteban encierra una profunda mentira. Ni un Hassán, ni un Diop, ni un Dupont, ni un Popescu podrían jamás desempeñar el papel del maqueto nacionalista porque ninguno de ellos sentiría la necesidad de subordinar su cultura a esa cultura nacionalista a la que el maqueto se ha subordinado y por la que ha perdido su propia autoestima.
Todo el despliegue de apellidos de posibles futuros presidentes del PNV, realizado por Aitor Esteban en el último Aberri Eguna fue, como digo, para emborronar la única realidad que aquí tenemos y es la de que los maquetos del PNV, del nacionalismo en general, es decir, los nacionalistas procedentes de otras partes de España, como Pradales o Esteban, se han sometido de una manera vergonzosa, han claudicado, se han acomplejado ante la realidad de un nacionalismo que les decía de mil maneras, explícitas e implícitas, que eran inferiores, por españoles, a los vascos, y ellos, los así interpelados, los españoles, los maquetos nacionalistas lo han asumido de manera natural, incluso desacomplejada, por inconsciente podríamos decir. Han asumido su estatus subordinado al vasco nativo y le han seguido el juego, creyendo que haciéndose nacionalistas conseguirían la bendición y la aceptación por el vasco nativo. Eso es lo que han hecho los Pradales y los Esteban.
Se trata de un proceso de aculturación en toda regla, el del español abducido por el vasco nacionalista, que resulta imposible, por principio, que podamos ver con ningún otro colectivo presente en el País Vasco y que viene dado, fundamentalmente, por dos razones. La primera ya está dicha: la radical consustancialidad o necesidad mutua del vasco nacionalista y del maqueto, que surgen a la vez. Y la segunda, por la creencia de que el vasco representaría lo más genuino del ser español. Esta es la paradoja. El vasco sería el español puro, incontaminado, inmaculado, tanto en religión como en mezcla con otras razas invasoras de la península. Y en esa creencia es por la que el español que llega aquí acaba por admitir su estado subordinado y asumir la ideología nacionalista antiespañola. Esa es toda la cuestión. Una creencia profundamente española, que podemos rastrear en el siglo XIX en personajes como Antonio Cánovas del Castillo, por ejemplo, y otros políticos españoles influyentes, que admiraban tanto la historia y la política vasca, y que llegaron a creer que los vascos eran los primeros españoles, los que guardaban las esencias más auténticas de lo español.
Es por eso que todo este proceso de aculturación y sometimiento de lo español a lo vasco es inimaginable, imposible entre otras realidades culturales o sociales que hayan llegado últimamente al País Vasco, ni con musulmanes, ni con rumanos, ni siquiera con iberoamericanos, a los que quizás aludiría Aitor Esteban con los apellidos García o Martínez, que no son los más abundantes ni característicos entre los hispanoamericanos que viven ya en el País Vasco y que son, probablemente, el componente mayoritario de la actual inmigración.
Lo dicho, Aitor Esteban nos contó una gran mentira que vendría a querer disimular el gran proceso de acomplejamiento y sumisión que él mismo ha protagonizado, siendo originario de Soria y convirtiéndose en el actual guía espiritual y político de la mayor plaga que está asolando al País Vasco contemporáneo, la del nacionalismo, que está llevando a esta región española a una sima de abyección, de falseamiento de su historia, de antiespañolismo, de deslealtad hacia el resto de España, de la que esperamos que algún día saldrá, no sabemos aún cuándo ni cómo, pero esperamos que saldrá, por el bien de todos lo que sigan viviendo aquí para entonces. Nada de esto podría haber sido posible, ni podrá ser posible, con gentes procedentes de otros orígenes o culturas que no sean españolas. O, dicho de otro modo, a más inmigración procedente de Sudamérica, el Este de Europa o los países islámicos, más posibilidades de que el nacionalismo se vaya diluyendo por sí solo, a medida que los maquetos se vayan diluyendo, y con ellos el sustento español (y, por tanto, la reacción antiespañola) que lo alimenta desde su mismo origen.
Resulta verdaderamente pasmoso lo que pretendió hacer Aitor Esteban con su primer discurso del Aberri Eguna como presidente del PNV. No es solo que quisiera disimular el hecho de que él como maqueto se haya convertido en nacionalista antiespañol, sino que fue más allá: quiso disimular también, mezclándola con todas las demás posibles procedencias de gentes llegadas al País Vasco, su propia condición de maqueto, de español acomplejado. Fue el sumum de la negación, el no va más del acomplejamiento mal disimulado, la culminación del avergonzarse de uno mismo, del ocultamiento de lo que uno mismo es, en definitiva, el colmo de un maqueto. Todo con tal de no querer reconocer que solo a un maqueto podría ocurrírsele, entre todas las demás procedencias llegadas al País Vasco, convertirse en nacionalista, en el más nacionalista.
Fíjense en esta imagen, por favor. Se trata de una caricatura aparecida, como la que vimos en el anterior artículo de esta serie, en el diario nacionalista Euzkadi, editado en Bilbao por el PNV desde el 1 de febrero de 1913 hasta el 18 de junio de 1937. En este caso corresponde al ejemplar del día 15 de agosto de 1919, once días después de la que vimos en el anterior artículo. El autor es el mismo, un tal Cri-to.
La leyenda es explícita: “¡Aunque parezca mentira, tú eres mi hermano y aquel es extranjero!”. Los dos personajes de la primera escena están separados del otro por el río Bidasoa, representando así lo que ocurre a ambos lados de la frontera que separa al País Vasco español del francés. En el lado sur, en España, el nativo vasco se hace acompañar por el maqueto, vestido de una manera inconfundiblemente española, con su sombrero cordobés, su chaquetilla corta y sobre todo con esa cara simiesca, de barba sin afeitar y ojos saltones que pretenden delatar su extranjería, frente a los dos nativos con atuendos blancos inmaculados y boina vasca.
Estamos viendo aquí representado al maqueto por antonomasia: un español, más concretamente un andaluz, cosa que en aquella época de la que hablamos, primeras décadas del siglo XX, era todavía bien rara, ya que la mayoría de los que venían de España por entonces eran de territorios más próximos, generalmente de Castilla-León o de la cornisa cantábrica, sobre todo de Galicia. Pero había que tirar de tópico. Los textos de Sabino Arana están llenos de apelaciones despectivas a los gallegos, por ejemplo, o a los de Burgos, o a los de Santander, también a los que tienen pinta de toreros, de chulos madrileños, pero rara vez a los andaluces como el que explícitamente sale representado en esta caricatura. Pero, como decimos, la cultura española siempre tuvo en lo andaluz su seña identificadora más reconocible, sobre todo en el exterior y esa es la apariencia inconfundible a la que aquí se recurre.
Lo que quiero decir con todo esto es que en esta caricatura hay un tópico representado del español que estaría haciéndose presente en el País Vasco de entonces, más concretamente en el Bilbao de entonces, que fue el foco originario del nacionalismo vasco, y que es el que va a recibir el apelativo de maqueto, por ser el elemento distorsionador, para el primer nacionalismo, de la realidad social y política vasca. El maqueto, por lo tanto, es español y no puede ser más que español y si hay alguna forma inconfundible de representar a lo español, ya para entonces, es la del andaluz.
Por eso es por lo que en el último Aberri Eguna Aitor Esteban nos contó una gran mentira –otra más, pero en este caso muy significativa, por ser su primer Aberri Eguna– que vendría a intentar emborronar, difuminar, disimular la cuestión más importante que aquí se dirime y en la que se basa todo el gran artificio del nacionalismo vasco: es el componente originariamente español, de otras regiones españolas presente en el País Vasco desde finales del siglo XIX en adelante, incrementado sobre todo por la gran inmigración del desarrollismo español desde mediados del siglo XX, el que va a provocar el origen y luego desarrollo y expansión del nacionalismo vasco y solo es ese componente demográfico y social el que lo va a provocar y ningún otro más: nos referimos, obviamente, al procedente de otras regiones españolas.
Por eso Aitor Esteban nos estaba diciendo una gran mentira en el último Aberri Eguna cuando afirmó esto: “La nación vasca ha sido siempre integradora. Ese ha sido el secreto de su éxito y perdurabilidad. A pesar de su pequeñez. Y así sucederá en esta ocasión también. El presidente del actual Euskadi Buru Batzar se apellida Esteban Bravo. No sé quién será el o la siguiente. Si se apellidará Aguirregomezkorta, Martínez o García, o puede que Hassan, Diop o Iriarte, o quizá Dupont, Popescu o Barrinagarrementería. Pero de lo que no tengo ninguna duda, absolutamente ninguna duda, es de que su única patria será Euskadi”.
Bueno, aquí hay tres tipos de apellidos. Están los nativos de siempre, o sea los Aguirregomezkorta, Iriarte y Barrinagarrementería. Luego están los españoles: Martínez, García y el suyo mismo, Esteban Bravo. Y luego están los más curiosos que se atrevió a citar: el árabe Hassan, el subsahariano Diop, el rumano Popescu y el francés Dupont. Vayamos por partes. Que el presidente del PNV sea de apellido eusquérico ha sido lo normal hasta ahora, puesto que es la base de esa ideología, la discriminación por apellidos. Que ahora sea de apellido español es la absoluta novedad, aunque la base sociológica mayoritaria sea española. Pero ha sido la absoluta novedad porque en los demás órganos del partido siguen estando presentes mayoritariamente los apellidos eusquéricos, incluso en Álava, que es mayoritariamente castellana, como acredita el burgalés presidente de su Diputación Foral, Ramiro González Vicente, del PNV. Pero en Álava mismo el órgano directivo del partido también está formado por políticos con apellidos eusquéricos en su mayoría, empezando por su presidenta, Jone Berriozabal.
Lo que queremos decir es que el presidente del PNV solo puede ser de apellido eusquérico o, en todo caso, como ahora pasa de manera extraordinaria, de apellido español. Nunca de apellido que no sea uno de estos dos tipos. Y por qué. Porque es absolutamente imposible, metafísicamente imposible que nadie en sus cabales, que venga aquí y no sea español de origen, considere que su única patria es Euskadi. Un Hassán, por ejemplo, imaginémoslo. Un Diop. Esta gente es musulmana de origen, tienden de manera natural a unirse los de su misma religión y su fidelidad es a su religión, a su origen, de manera absoluta y total. Salvo que les dé por construir una república islámica vasca. Que todo podría ser, visto por dónde van las cosas. Pero que se olvide el PNV que sigan rindiendo pleitesía entonces, y haciéndole los honores, a un tal Sabino Arana en su tumba de Pedernales. Eso se acabaría completamente con un Hassan o un Diop dirigiendo el partido, salvo que se volvieran completamente locos, claro, que visto lo visto, todo podría ser.
Y qué decir de las otras posibilidades que planteó Aitor Esteban: un Popescu que diga que su única patria es Euskadi, en fin. Y un Dupont, por favor, no me hagas reír: un francés tragando con la gilipollez nacionalista. Fíjate que están cerca, al otro lado de la frontera, y llevamos ciento treinta años de matraca nacionalista y hasta ahora no ha prosperado el nacionalismo en el País Vasco francés, salvo algún grupúsculo testimonial. ¿No es ese dato suficientemente indicativo de lo profundamente española que es esta ideología nacionalista, de que algo así solo podía surgir en España? La propia caricatura nos lo está diciendo. El nacionalismo necesita al maqueto para surgir, el maqueto es constitutivo del nacionalismo. No es que sea su némesis, es que es la causa de su aparición. Sin él no podría existir. Al otro lado de la frontera del Bidasoa hay un vasco nativo hermano del que hay a este lado, pero que no vive su vida al modo nacionalista porque no ha tenido ninguna necesidad de hacerlo, porque sus modos de vida no han cambiado, porque no llegó nadie a su territorio ante el que se tuviera que postular como distinto, en definitiva, porque allí no hay maquetos.
En efecto, la diferencia fundamental entre un nacionalista vasco de este lado del Bidasoa y un vasco del otro lado es que aquel no vive con el maqueto, ni sabe siquiera lo que es un maqueto. El nacionalista de este lado, en cambio, ha visto al maqueto desde el principio porque el maqueto es la razón misma de su ideología. Por eso el maqueto es el único que, andando el tiempo –como se está visualizando ahora con Pradales y Esteban–, puede convertirse en nacionalista porque es como la otra cara de la moneda del nacionalismo: conoce perfectamente todas las claves de esa ideología porque ella es la que le ha conferido su condición de maqueto.
Es por eso que, de entre todas las formas de ser y de condición, de las personas que han venido o pueden venir al País Vasco, ninguna como la de un maqueto podría ser también nacionalista. Y es por eso que la reflexión de Aitor Esteban encierra una profunda mentira. Ni un Hassán, ni un Diop, ni un Dupont, ni un Popescu podrían jamás desempeñar el papel del maqueto nacionalista porque ninguno de ellos sentiría la necesidad de subordinar su cultura a esa cultura nacionalista a la que el maqueto se ha subordinado y por la que ha perdido su propia autoestima.
Todo el despliegue de apellidos de posibles futuros presidentes del PNV, realizado por Aitor Esteban en el último Aberri Eguna fue, como digo, para emborronar la única realidad que aquí tenemos y es la de que los maquetos del PNV, del nacionalismo en general, es decir, los nacionalistas procedentes de otras partes de España, como Pradales o Esteban, se han sometido de una manera vergonzosa, han claudicado, se han acomplejado ante la realidad de un nacionalismo que les decía de mil maneras, explícitas e implícitas, que eran inferiores, por españoles, a los vascos, y ellos, los así interpelados, los españoles, los maquetos nacionalistas lo han asumido de manera natural, incluso desacomplejada, por inconsciente podríamos decir. Han asumido su estatus subordinado al vasco nativo y le han seguido el juego, creyendo que haciéndose nacionalistas conseguirían la bendición y la aceptación por el vasco nativo. Eso es lo que han hecho los Pradales y los Esteban.
Se trata de un proceso de aculturación en toda regla, el del español abducido por el vasco nacionalista, que resulta imposible, por principio, que podamos ver con ningún otro colectivo presente en el País Vasco y que viene dado, fundamentalmente, por dos razones. La primera ya está dicha: la radical consustancialidad o necesidad mutua del vasco nacionalista y del maqueto, que surgen a la vez. Y la segunda, por la creencia de que el vasco representaría lo más genuino del ser español. Esta es la paradoja. El vasco sería el español puro, incontaminado, inmaculado, tanto en religión como en mezcla con otras razas invasoras de la península. Y en esa creencia es por la que el español que llega aquí acaba por admitir su estado subordinado y asumir la ideología nacionalista antiespañola. Esa es toda la cuestión. Una creencia profundamente española, que podemos rastrear en el siglo XIX en personajes como Antonio Cánovas del Castillo, por ejemplo, y otros políticos españoles influyentes, que admiraban tanto la historia y la política vasca, y que llegaron a creer que los vascos eran los primeros españoles, los que guardaban las esencias más auténticas de lo español.
Es por eso que todo este proceso de aculturación y sometimiento de lo español a lo vasco es inimaginable, imposible entre otras realidades culturales o sociales que hayan llegado últimamente al País Vasco, ni con musulmanes, ni con rumanos, ni siquiera con iberoamericanos, a los que quizás aludiría Aitor Esteban con los apellidos García o Martínez, que no son los más abundantes ni característicos entre los hispanoamericanos que viven ya en el País Vasco y que son, probablemente, el componente mayoritario de la actual inmigración.
Lo dicho, Aitor Esteban nos contó una gran mentira que vendría a querer disimular el gran proceso de acomplejamiento y sumisión que él mismo ha protagonizado, siendo originario de Soria y convirtiéndose en el actual guía espiritual y político de la mayor plaga que está asolando al País Vasco contemporáneo, la del nacionalismo, que está llevando a esta región española a una sima de abyección, de falseamiento de su historia, de antiespañolismo, de deslealtad hacia el resto de España, de la que esperamos que algún día saldrá, no sabemos aún cuándo ni cómo, pero esperamos que saldrá, por el bien de todos lo que sigan viviendo aquí para entonces. Nada de esto podría haber sido posible, ni podrá ser posible, con gentes procedentes de otros orígenes o culturas que no sean españolas. O, dicho de otro modo, a más inmigración procedente de Sudamérica, el Este de Europa o los países islámicos, más posibilidades de que el nacionalismo se vaya diluyendo por sí solo, a medida que los maquetos se vayan diluyendo, y con ellos el sustento español (y, por tanto, la reacción antiespañola) que lo alimenta desde su mismo origen.
Resulta verdaderamente pasmoso lo que pretendió hacer Aitor Esteban con su primer discurso del Aberri Eguna como presidente del PNV. No es solo que quisiera disimular el hecho de que él como maqueto se haya convertido en nacionalista antiespañol, sino que fue más allá: quiso disimular también, mezclándola con todas las demás posibles procedencias de gentes llegadas al País Vasco, su propia condición de maqueto, de español acomplejado. Fue el sumum de la negación, el no va más del acomplejamiento mal disimulado, la culminación del avergonzarse de uno mismo, del ocultamiento de lo que uno mismo es, en definitiva, el colmo de un maqueto. Todo con tal de no querer reconocer que solo a un maqueto podría ocurrírsele, entre todas las demás procedencias llegadas al País Vasco, convertirse en nacionalista, en el más nacionalista.