La (mala) relación de España con la UE
No hace mucho tiempo todavía, España era uno de los miembros de referencia de la Unión Europea, antes de que se degradase el clima interno, por culpa de la corrupción, y las relaciones con la UE, por una serie de decisiones a cuál más polémica.
No es anecdótico que el ministro Albares dijese que la prioridad en esta etapa europea de nuestro país era conseguir que el catalán fuese lengua oficial de la Unión. Con toda la que está cayendo, desde recortes en la PAC hasta aumento de los presupuestos de defensa, a la mayoría de países le pareció les pareció descabellado semejante propósito, como lo prueba el que nunca haya avanzado dicha pretensión.
España se presenta, pues, ante la UE como un país sin ideas claras y sin un presupuesto que avale su política. Si acaso muestra una serie de medidas erráticas, susceptibles de críticas por parte de Bruselas, como las trabas a la OPA del BBVA sobre el Banco de Sabadell, que chocan con las medidas comunitarias o la ley de amnistía, que según la Unión es una autoamnistía, declarada por sus propios beneficiarios a cambio de mantener a Pedro Sánchez en La Moncloa.
Son, pues, demasiados los desacuerdos entre el Gobierno español y sus socios europeos. Por razones opuestas a las de Hungría, comienza a ser el patito feo comunitario, sustituyendo al régimen de Víktor Orban en su malquerencia en la UE.
Podríamos seguir con más confrontaciones de Madrid con Bruselas, pero bástenos con un par de ellas para ejemplificar ese clima de desavenencia. Tenemos, por una parte, la retención temporal de fondos Next Generation por haber incumplido España sus compromisos. Por otra, las críticas al contrato con Huawei para escuchas telefónicas de inteligencia.
Todo ello, pero sobre todo el convencimiento de que Pedro Sánchez está en sus horas bajas, si no terminales, ha dejado reducido nuestro país a un nivel de comparsa y al convencimiento, por parte de la Unión Europea, que poco se puede esperar del único Gobierno continental que está apoyado por la extrema izquierda y los separatistas, con un futuro más que negro.
No hace mucho tiempo todavía, España era uno de los miembros de referencia de la Unión Europea, antes de que se degradase el clima interno, por culpa de la corrupción, y las relaciones con la UE, por una serie de decisiones a cuál más polémica.
No es anecdótico que el ministro Albares dijese que la prioridad en esta etapa europea de nuestro país era conseguir que el catalán fuese lengua oficial de la Unión. Con toda la que está cayendo, desde recortes en la PAC hasta aumento de los presupuestos de defensa, a la mayoría de países le pareció les pareció descabellado semejante propósito, como lo prueba el que nunca haya avanzado dicha pretensión.
España se presenta, pues, ante la UE como un país sin ideas claras y sin un presupuesto que avale su política. Si acaso muestra una serie de medidas erráticas, susceptibles de críticas por parte de Bruselas, como las trabas a la OPA del BBVA sobre el Banco de Sabadell, que chocan con las medidas comunitarias o la ley de amnistía, que según la Unión es una autoamnistía, declarada por sus propios beneficiarios a cambio de mantener a Pedro Sánchez en La Moncloa.
Son, pues, demasiados los desacuerdos entre el Gobierno español y sus socios europeos. Por razones opuestas a las de Hungría, comienza a ser el patito feo comunitario, sustituyendo al régimen de Víktor Orban en su malquerencia en la UE.
Podríamos seguir con más confrontaciones de Madrid con Bruselas, pero bástenos con un par de ellas para ejemplificar ese clima de desavenencia. Tenemos, por una parte, la retención temporal de fondos Next Generation por haber incumplido España sus compromisos. Por otra, las críticas al contrato con Huawei para escuchas telefónicas de inteligencia.
Todo ello, pero sobre todo el convencimiento de que Pedro Sánchez está en sus horas bajas, si no terminales, ha dejado reducido nuestro país a un nivel de comparsa y al convencimiento, por parte de la Unión Europea, que poco se puede esperar del único Gobierno continental que está apoyado por la extrema izquierda y los separatistas, con un futuro más que negro.