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Jueves, 31 de Julio de 2025 Tiempo de lectura:

Sombras en Ferraz: la caída de la fontanera socialista

[Img #28615]La noticia no llegó como un rumor, sino como una detonación. A media mañana, los teléfonos de Ferraz comenzaron a vibrar en cadena. Una alerta judicial: Leire Díez, la mujer que durante años había sido la sombra de los movimientos más delicados del PSOE, estaba imputada por cohecho y tráfico de influencias. El titular, frío y seco, era solo la superficie. Lo que se ocultaba debajo era dinamita pura: las maniobras de Díez habrían tenido un objetivo tan audaz como peligroso, entorpecer a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en investigaciones que tocaban a la cúpula del poder socialista.

 

En un despacho de la sede socialista, un asesor dejó caer el bolígrafo cuando leyó la notificación interna. “Si ella cae, no cae sola”, murmuró. Nadie contestó. En ese instante, el silencio era más elocuente que cualquier palabra.

 

El eco en los pasillos de la UCO

 

En la sede de la UCO de la Guardika Civil, la reacción fue distinta. Un oficial dejó sobre la mesa un informe marcado con el sello de “confidencial”. La noticia ya estaba en las pantallas. “Lo sabíamos. Tarde o temprano tenía que salir a la luz”, dijo con voz grave. El caso llevaba meses gestándose bajo una capa de sigilo extremo. Escuchas, seguimientos, reuniones discretas. Lo que los agentes llamaban “la operación contra la sombra” ahora tenía nombre y apellidos.

 

El sumario habla de presiones a altos mandos, de llamadas nocturnas, de favores cruzados en una red que, según los investigadores, intentó cortar el oxígeno a las pesquisas policiales más delicadas de los últimos años.

 

Una grieta en el muro del poder

 

Leire Díez no era una figura pública. Su fuerza estaba en el silencio, en los pasillos sin cámaras, en los teléfonos que nunca dejaban rastro. Por eso la noticia cayó como un rayo: nadie la veía, pero todos sabían que estaba allí, detrás de los movimientos estratégicos, apagando incendios que amenazaban con devorar al partido. Ahora, la “fontanera” era la que se ahogaba.

 

El juez instructor habla de “maniobras planificadas para obstaculizar la labor de la Guardia Civil”. En Ferraz, el miedo no es a la imputación de Díez, sino a lo que vendrá después. “Si tiran de ese hilo, no hay quien lo pare”, confesó un veterano diputado mientras cerraba la puerta de su despacho.

 

La tormenta que se avecina

 

El caso apenas comienza, pero ya hay quien lo compara con los mayores escándalos de la democracia reciente. Las piezas están sobre la mesa: un partido en tensión, una red de favores en la sombra y una unidad policial que no piensa soltar la presa. La batalla no se libra solo en los tribunales, sino en las cloacas del poder donde cada movimiento puede costar una carrera… o algo más.

 

En Ferraz, las luces permanecieron encendidas hasta la madrugada. Afuera, los periodistas esperaban. Adentro, los teléfonos seguían vibrando. Nadie lo decía en voz alta, pero todos lo pensaban: esta vez, la mancha de agua no se podrá tapar.

 

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