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Pedro Chacón
Domingo, 28 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

Los gudaris de Sabino Arana

Este 27 de septiembre la izquierda abertzale celebró el 50 aniversario del fusilamiento de Txiki y Otaegi, ya saben, los dos terroristas juzgados por delitos de sangre en vísperas del fallecimiento del general Franco. Sus partidarios celebraron a partir de entonces y con ese motivo el Gudari Eguna, el día del soldado vasco, en paralelo a la celebración que con el mismo nombre venía haciendo el PNV desde 1965, elegido ese año para empezarse a celebrar porque entonces se cumplieron los cien del nacimiento del fundador Sabino Arana.

 

Este artículo se conecta en muchos aspectos con otro que publicamos hace poco titulado Aitor Esteban y su referente Lauaxeta. Allí decíamos que, para el actual presidente del PNV, su modelo de gudari no es el de Txiki y Otaegi sino el de Lauaxeta. Esteban Urkiaga, alias Lauaxeta, como allí decíamos, fue un gudari durante la defensa de Vizcaya, integrado en el ejército vasco nacionalista, el llamado Euzko Gudarostea. Aparte de los gudaris, y en su mismo bando, estaban los llamados milicianos, integrados por los partidos no nacionalistas y que también defendieron Vizcaya, en mayor proporción numérica además que los propios nacionalistas.

 

Pero lo que queremos resaltar aquí es que tanto los terroristas de ETA como los que defendieron el territorio de Vizcaya del asalto del ejército sublevado, encuadrados en el Euzko Gudarostea del Gobierno Vasco, eran todos gudaris para sí mismos y para sus propios partidarios, que los consideraban así. Gudaris seguidores de la idea de Sabino Arana de que la raza vasca tiene derecho a su propio Estado y que cogen las armas para defender esa idea y dar la vida por ella si fuera preciso. Por eso los podemos llamar a todos gudaris de Sabino Arana.

 

Otra cosa muy distinta son los métodos empleados por cada clase de gudaris. En el Gudari Eguna del PNV de 1988, un entonces joven Joseba Egibar se dirigía a los gudaris reunidos en Azpeitia diciéndoles: “¡Vosotros sois los verdaderos gudaris y no los que dan un tiro en la nuca!” Lo que estaba claro, entonces, es que no se cuestionaba el hecho de que ambos tipos de gudaris se llamaran igual sino el método de unos y de los otros, que los hacía a unos más auténticos que a otros, según sus partidarios, claro. Pero Joseba Egibar, como ahora Aitor Esteban, no cuestionaba que tanto unos como otros se llamaran gudaris. Es decir, Txiki y Otaegi son también gudaris para los peneuvistas, solo que estos gudaris no son los suyos, los suyos son los que eran como Lauaxeta.

 

Un tipo, este Lauaxeta, del que no se sabe muy bien para qué fue a Guernica poco después del bombardeo de la villa foral, estando avisado incluso de que habían entrado ya allí efectivos de la IV Brigada de Navarra, inconfundibles con sus boinas rojas. Luego en el juicio sumarísimo al que le sometieron en Vitoria, tras ser apresado por los requetés en Guernica, parece ser que intentó defenderse diciendo, por una parte, que intentaba cambiarse de bando y, por otra, que había intercedido por personas de la derecha de Bilbao para que no sufrieran represalias. Lo cuenta Jon Kortazar en su biografía y a la vista del expediente del juicio. Pero lo de haber salvado a gentes de la derecha fue interpretado por el tribunal, al parecer, entendiendo que Lauaxeta, si se podía permitir salvar a gente, era por ser un conspicuo dirigente de gudaris, como así era en realidad: comandante encargado de la formación de los gudaris en el cuartel de Bidarte de Bilbao y además director de la revista “Gudari”, órgano oficial del Euzko Gudarostea. O sea que poeta sería, no decimos que no, pero, cuando menos, poeta fuertemente imbuido de espíritu militar. Que se fuera a Guernica a acompañar a un periodista francés puede explicarse también como tarea propia de la propaganda del Gobierno Vasco, a cuyo servicio Lauaxeta pertenecía de modo muy principal (por ser director de la revista “Gudari”, como hemos dicho) que procuraba que los periodistas extranjeros dieran la versión nacionalista de los hechos. Pero meterse en la boca del lobo como hizo, hace sospechar sobre la verdadera naturaleza de sus intenciones. Cosa que nunca sabremos, claro está.

 

Los gudaris terroristas, en cambio, lo tenían muy claro: se autollamaron así porque se sentían herederos de los mismos que defendieron Vizcaya en la Guerra Civil. Por mucho que el PNV renegara de que se llamaran así, ellos tenían todos los motivos para hacerlo. Y no les importaba en absoluto que sus métodos difirieran de los típicos de la guerra convencional. Los gudaris terroristas sentían que luchaban por los mismos objetivos, por los mismos ideales y, en definitiva, por los mismos motivos que los gudaris de José Antonio Aguirre, como efectivamente así era.

 

De modo que todos ellos eran gudaris de Sabino Arana. Que ya dijimos en el artículo de Lauaxeta que Sabino Arana no se inventó el término, como creía Xabier Kintana, sino que le vino dado de Manuel Larramendi, el jesuita filólogo que vivió entre 1690 y 1766 y que dejó un diccionario trilingüe castellano, vascuence, latín (obsérvese cómo la tercera lengua de este diccionario no es el francés, como luego sí lo será en el diccionario de Azkue, sino el latín), algún libro sobre el eusquera (“El imposible vencido”, por ejemplo) y también un par de libros (entre ellos uno cuyo título empieza con el término “Corografía”) sobre la historia de Guipúzcoa. Sabino Arana hay que decir, como era norma en él respecto de la inmensa mayoría de autores vascongados que le precedieron, que tenía una mala opinión de Larramendi. En una de las primeras ocasiones que le cita dice esto de él: “Larramendi es el primer euskerálogo, considerado cronológicamente; pero, científicamente juzgado, es uno de los últimos” (217). En un artículo póstumo titulado “La semana vasca” recogido al final de sus Obras Completas, vuelve a distanciarse de Larramendi: “Lo poco, muy poco, que he leído de este autor me ha quitado las ganas de leerle más” (2361). Y todo porque el autor de “El imposible vencido” no debía de ser todo lo purista que Arana esperaba de él.

 

Hay que decir que en los textos de Sabino Arana el término “gudari” apenas sale. En muy contadas ocasiones y solo en lo poco que escribió en eusquera vizcaíno podemos ver el término un par de veces o así. Pero escribiendo en español, que era lo que más hacía con diferencia, Sabino Arana lo que utilizaba era el término de “soldado”, y no solo para referirse a los soldados españoles en su afán por menospreciarlos, sino también a los soldados vascos. Quiere decirse que nunca utilizó el término “gudari” escribiendo en español. Veamos algunos ejemplos. En Bizkaitarra tenemos que dice: “es verdad que Bizkaya nunca ha dado soldados más que a su Señor, y no a España para sus necesidades, ni al Gobierno español, quien nunca pudo exigírselos” (190); o este otro: “los defensores de la Cruz y el Roble de nuestros padres, los soldados de Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra” (649).

 

El PNV celebró el Gudari Eguna mientras buena parte de los varios miles de gudaris supervivientes de la Guerra Civil podían asistir a los actos, pero cuando estos empezaron a fallecer o a hacerse muy mayores, a partir del año 2000 en adelante, ya fueron dejando de celebrar el día en espacios abiertos y, con los pocos que podían reunir, lo hacían en recintos cerrados del partido. Además, fueron cambiando de mes la celebración del acto anual, con lo cual dichas reuniones empezaron a perder la consistencia y el seguimiento que da una fecha fija. En cambio, el Gudari Eguna de la izquierda abertzale, siempre celebrado en 27 de septiembre desde 1975, es el que ha quedado como más representativo, desplazando al modelo original por completo.

 

Con este tema del gudari tenemos otro de los muchos elementos que la izquierda abertzale ha copiado y vampirizado del PNV y que conforman el grueso de su ideología. Hablamos, una vez más, de dos movimientos políticos que son las dos caras de la misma moneda.

 

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