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Pedro Chacón
Domingo, 05 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:

El vachoqui de París

El pasado 20 de septiembre se desplazó a París a gastos pagados toda la plana mayor del PNV, es decir, lo que se llama el Euzkadi Buru Batzar, con su presidente Aitor Esteban a la cabeza, así como muchos altos cargos de este partido, empezando por el lendacari Pradales y varios miembros de su gobierno, así como los presidentes de las Juntas Generales de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava y gente así. Con solo una pequeña parte de los electos del partido, el PNV tiene para llenar el salón de actos de cualquier institución y aún sobra gente.

 

Hasta los paraguas les debieron de pagar para ir al acto, porque si se fijan en las fotos que salieron en los medios, todos llevaban los paraguas iguales. Y es que esta gente no está acostumbrada a pagar de su bolsillo ni el paraguas siquiera, llevando toda la vida como llevan atrincherados en el cargo público.

 

Y allá que se fueron, a la capital de Francia, a representar el acto de “toma de posesión” del palacete de la Avenue Marceau entregado graciosamente por el gobierno del presidente Sánchez.

 

Fue un espectáculo que vino a mostrar de diversos modos que ahora veremos, la falta de sintonía que ha transmitido la entrega del palacete al partido PNV con lo que la historia realmente dice de dicho edificio en relación con el nacionalismo vasco.

 

Vamos a desglosar aquí todo lo que se hizo en ese acto y que muestra de una manera fehaciente que el PNV no es el que debería haber recibido este edificio, sino, en todo caso, el Gobierno Vasco, que sería tanto como decir una parte del Estado español.

 

Porque lo que ese 20 de septiembre se demostró de modo indubitable es que la celebración que organizó el PNV no tiene nada que ver con el significado de ese palacete tanto para la historia de España, como para la historia del País Vasco o incluso para la historia del propio nacionalismo vasco.

 

Vaya por delante que todo el protagonismo político del edificio va relacionado con el Gobierno Vasco de José Antonio Aguirre y no con el PNV como partido. Pensemos que el presidente del partido entonces era un tal Doroteo de Ciáurriz, como vimos en un artículo anterior de esta serie, y que se pasó toda la guerra y la posguerra refugiado en el País Vasco francés, de donde salió en contadas ocasiones. Doroteo de Ciáurriz no tuvo ninguna relación con el palacete: directa desde luego que no, e indirecta cogida por los pelos. No sabemos incluso si ni siquiera llegó a poner el pie allí. Por lo menos no hay constancia de que lo hiciera.

 

En cuanto al día de la “toma de posesión” por parte del PNV del edificio de París, tenemos que referirnos, para empezar, al tema de la icurriña, que fue la única enseña que apareció en el balcón del palacete, izada por el recién elegido presidente del PNV, Aitor Esteban. Pero si ese edificio tiene un significado político para el nacionalismo vasco es porque representa el intento de apertura del mismo hacia Europa, después de la caída de Vizcaya y necesitados de un palo al que agarrarse en el exilio para mantenerse políticamente a flote y no quedar convertidos en nada. Y todo eso una vez que había quedado claro que la suerte de la Segunda República, la misma que les había financiado hasta entonces y que les seguiría financiando, les importaba a los nacionalistas menos que cero, una vez perdido lo que les quedaba de País Vasco.

 

Para conseguir engancharse a alguna causa europea que les mantuviera vivos políticamente, intentaron el recurso de la democracia cristiana europea, por un lado, y por otro el del federalismo europeo. Un federalismo que ellos ni se creen ni practican ni les sirve de nada, porque no aceptarían jamás, ya de entrada, que el País Vasco sea una parte de una hipotética federación española. Y fue con esta excusa falsamente europeísta del federalismo por parte del Gobierno Vasco que el edificio del palacete sirvió de sede para la conformación del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo en tiempos del lendacari Aguirre, tal como explicábamos en un artículo anterior titulado “El europeísmo de chichinabo del PNV y el papanatismo español”.

 

Por lo tanto, lo que queremos decir es que poniendo solo la icurriña en el balcón del palacete en el acto de “toma de posesión” del mismo el pasado 20 de septiembre, el PNV se retrata como lo que es: un partido ombliguista que se cree que es la leche, siendo como es algo minúsculo en España y no digamos ya en Europa y que estando celebrando ese acto en el centro de París, capital de Europa, que es como celebrar que Pedro Sánchez les ha pagado con el palacete su apoyo en la legislatura, no se acuerdan en ese partido de cuál fue el papel que el edificio representó para el Gobierno Vasco en el exilio, donde el europeísmo fue la excusa para intentar sobrevivir políticamente una vez que fueron expulsados de territorio español.

 

Que fue un europeísmo y un federalismo de chichinabo lo que defendió en su día el Gobierno Vasco, y dentro de él el PNV, queda demostrado porque a la hora de recuperar el palacete no se acordaron ni de lo uno ni de lo otro. Porque qué menos que haber puesto la bandera europea junto con la icurriña en un día tan señalado. Pues nada, solo pusieron una enorme icurriña, como si estuvieran inaugurando el vachoqui de Amoroto o de Apatamonasterio, tanto da, es decir, cualquier vachoqui de los muchos que tienen en todos los pueblecitos de la Comunidad Autónoma Vasca y que utilizan sobre todo como forma de demostrar quién manda de verdad en ellos.

 

La segunda muestra de boronez del acto de “toma de posesión” del palacete de París al que nos estamos refiriendo, fue el descubrimiento de una placa donde se hacía mención al acto y que solo estaba escrita en eusquera y en francés. Otra muestra más de antiespañolismo, porque si no le hacían un feo a la lengua española que todos hablaban mayoritariamente en el acto de marras, es que no se venían contentos para España de vuelta. De manera que el idioma de uso habitual, normal y corriente en el que hablaba, en la inmensa mayoría de las ocasiones, José Antonio Aguirre desde su cargo de lendacari, junto con todo el Gobierno Vasco, y por supuesto el idioma en el que se desenvolvieron todos los actos que tuvieron lugar en el palacete mientras el Gobierno Vasco estuvo allí, era postergado en la placa conmemorativa de la “toma de posesión” del palacete. Es más, para demostrar lo que estamos diciendo, en el acto del que hablamos, el discurso del presidente del PNV, Aitor Esteban, fue en español, con algún párrafo intercalado en eusquera, como suelen hacer siempre los nacionalistas, y en este caso, además, con una frase en francés. Y lo mismo el de Ortuzar. Porque es que hubo esos dos discursos en el acto, el de Aitor Esteban y el de Andoni Ortuzar. Ambos recogidos en la web del PNV. Al lendacari, en cambio, no se le dio cancha ninguna.

 

Así que basta con referirse a los textos de esos discursos para que nos demos cuenta de la profunda gilipollez de no poner la placa conmemorativa en castellano y sí solo en eusquera y francés. El discurso de Aitor Esteban de ese día ocupa, tal como él lo escribió y que se recoge en la web del PNV donde se informa del acto, exactamente 119 líneas en tamaño de letra 12, de las cuales 22 son en eusquera, 4 en francés y el resto, o sea, 93 líneas, el 71,5% del discurso, está en castellano de Valladolid, en español puro y duro que es lo que hablaba y entendía la inmensa mayoría de la gente que estaba allí, todos altos cargos del partido. El discurso de Andoni Ortuzar, por su parte, ocupa, puesto por escrito, 67 líneas, de las que 10 son en eusquera y el resto, o sea, 57 líneas, es decir, el 85% del discurso, está en español. A este no se le ocurrió decir siquiera una sola frase en francés. Y habiendo sido así los dos discursos del acto, resulta que la placa conmemorativa solo la ponen en eusquera y en francés.

 

Y por último tenemos, aunque ya está dicho, el protagonismo que se le reservó al lendacari Pradales allí presente en el acto. El lendacari no tuvo discurso. Y eso que el palacete, si tiene sentido histórico para el nacionalismo, fue por la presencia en el mismo del primer lendacari vasco, José Antonio Aguirre y de su gobierno, del que recordemos que formaron parte miembros de otros partidos que no eran el PNV, por ejemplo el PSOE. Y de hecho recordamos también que Aguirre nombró director del palacete y de los edificios de refugiados al consejero de Asuntos Sociales de su gobierno que era el socialista Juan Gracia. Pues en lugar de hablar Pradales y tener algún protagonismo en la “toma de posesión”, los dos únicos que hablaron, ya está dicho pero conviene recalcarlo, fueron Aitor Esteban –actual presidente del PNV, trasunto del que era presidente del PNV en aquel tiempo, ya está dicho también, que era Doroteo de Ciáurriz, que no sabemos siquiera si llegó a pisar el palacete alguna vez– y Andoni Ortuzar, que era el presidente del PNV durante la negociación por el palacete y todavía lo era cuando el decreto de 24 de diciembre de 2024, cuando el gobierno de Sánchez se lo dio a este partido.

 

Por esto es por lo que decimos que el PNV ha convertido el palacete en un vachoqui, transformando por completo el sentido histórico del mismo, como siempre hacen con todo lo que tocan, empezando por la propia historia del País Vasco, que ellos la han convertido en una especie de pastiche de lo que realmente fue, introduciendo un elemento desconocido hasta que ellos llegaron: un pueblo vasco consciente de su nacionalidad por formar una raza aparte, que es lo que no había existido nunca, entre otras razones porque el concepto de raza no existió, ni por tanto tuvo influencia política, hasta bien avanzado el siglo XIX.

 

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