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Jueves, 04 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

China declara la guerra al envejecimiento: laboratorios secretos, promesas de inmortalidad y una carrera científica que inquieta al mundo

[Img #29330]En una breve conversación captada por un micrófono abierto durante un desfile militar, Xi Jinping y Vladimir Putin comentaron que vivir hasta los 150 años —o incluso “quizá para siempre”— podría ser posible. A ojos de muchos observadores internacionales, fue apenas una broma entre dos líderes septuagenarios. Pero en China, ese comentario no sonó a fantasía: sonó a plan.

 

En Shenzhen, en un rascacielos de cristal frente al delta del río Perla, los científicos de Lonvi Biosciences lo tienen claro. “Vivir 150 años será una realidad en cuestión de años”, proclama Lyu Qinghua, director tecnológico de la compañía, ante The New York Times mientras agita un pequeño frasco de cápsulas color violeta fabricadas a partir de un compuesto del extracto de pepita de uva. Su laboratorio se ha convertido en emblema de una nueva fiebre científica y económica: la búsqueda del Santo Grial antienvejecimiento.

 

China —cargada con la mayor población de ancianos del planeta y una crisis demográfica sin precedentes— ya no investiga simplemente cómo vivir más: investiga cómo no envejecer.

 

Un sueño milenario convertido en política nacional

 

La obsesión por prolongar la vida forma parte de la historia china. El primer emperador, Qin Shi Huang, envió expediciones enteras en busca de elixires inmortales. Murió a los 49 años, presumiblemente intoxicado por uno de ellos.

 

Más de dos mil años después, el país está dispuesto a intentarlo de nuevo, esta vez armado con máquinas de secuenciación genética, algoritmos de inteligencia artificial y presupuestos billonarios. El Gobierno ha incorporado la longevidad como sector estratégico, junto a la IA, la computación cuántica y la biotecnología avanzada.

 

Según Harvard, los laboratorios chinos se han convertido en una fuerza emergente que “está alcanzando rápidamente a Occidente en investigación genética y biología del envejecimiento”.

 

En 2024, la esperanza de vida media del país ascendió a 79 años, cinco por encima de la media mundial pero aún muy lejos de Japón (85). Para Pekín, ese diferencial es más que un dato estadístico: es un desafío geopolítico.

 

El proyecto 981: el misterio que el Partido no quiere que se mencione

 

El vídeo duró pocas horas en las redes chinas antes de ser eliminado por la censura. En él, un hospital militar de élite —el célebre 301, encargado de tratar a los altos cargos del Partido— presentaba un supuesto programa secreto: el “Proyecto 981 para la salud de los líderes”, cuyo objetivo sería prolongar la vida de los dirigentes hasta los 150 años.

 

El metraje afirmaba, sin ambages, que los líderes chinos ya vivían significativamente más que sus homólogos occidentales. Mao murió a los 82; Deng Xiaoping, a los 92.

 

Nadie sabe si el proyecto es real, propaganda, o ambas cosas a la vez. Pero lo cierto es que la conversación captada entre Xi y Putin no hizo sino alimentar el misterio.

 

La ciencia, entre el avance real y el marketing futurista

 

Lo que sí está documentado es que China ha lanzado una oleada de fondos públicos y privados hacia un sector que combina investigación legítima con promesas extravagantes.

 

Lonvi Biosciences asegura haber aislado una molécula —PCC1— capaz de eliminar células senescentes (“zombis”) en ratones, logrando una extensión de vida del 9,4 %. Otros experimentos sugieren incrementos superiores al 60 % desde el comienzo del tratamiento. Aunque Nature Metabolism publicó una nota sobre errores en los datos originales, otros estudios —incluso en Japón— respaldan parcialmente los resultados.

 

Los investigadores insisten: lo que funciona en ratones rara vez funciona igual en humanos. Pero el entusiasmo no se detiene.

 

Las “islas de la inmortalidad”

 

En Chengdu, la empresa SuperiorMed promociona las futuras “inmortalidad islands”, lugares aún inexistentes que mezclan clínicas de longevidad, spas de lujo y turismo médico de alto nivel.
¿Ciencia real o simple mercadotecnia? Ni ellos lo aclaran.

 

En ferias y congresos, compañías como Rlab ofrecen cabinas criogénicas donde la temperatura cae a -200 ºF. “La tecnología puede impedir que los humanos envejezcan”, anuncian. Algunos potenciales clientes salen tiritando a los pocos segundos.

 

El fondo Immortal Dragons, dirigido desde Singapur por el joven magnate chino Boyang Wang, estudia modelos de negocio basados en criopreservación humana, impresión 3D de órganos y reemplazo completo del cuerpo. En su presentación corporativa aparece la frase: “La muerte es un fallo técnico”.

 

Un país entero descubre el negocio de vivir más

 

Hace apenas unos años, la palabra “longevidad” sonaba en China a excentricidad de millonarios californianos. Hoy, empresas como Time Pie organizan congresos, publican revistas y venden suplementos para un mercado que crece a doble dígito. “Antes solo hablaban de esto los ricos de Estados Unidos. Ahora lo habla todo el mundo aquí”, explica Gan Yu, cofundador de Time Pie.

 

El público joven acude en masa a conferencias donde se promocionan sueros, cámaras hiperbáricas, dietas extremas y análisis genéticos. El envejecimiento ha dejado de ser un destino inevitable para convertirse en algo que —teóricamente— puede negociarse, retrasarse o incluso evitarse.

 

Una carrera silenciosa contra el mayor desafío de China

 

La población china envejece a una velocidad nunca antes vista. En 2050, uno de cada tres ciudadanos tendrá más de 60 años. La fuerza laboral se encoge, el sistema de pensiones está bajo presión y el país necesita desesperadamente mantener activos a millones de trabajadores durante más tiempo. Por eso, la longevidad no es solo un capricho científico: es una estrategia nacional de supervivencia. A Pekín le interesa tanto retrasar la muerte como retrasar la jubilación.

 

A pesar del entusiasmo, las voces más respetadas piden prudencia. El reputado investigador Steve Horvath —creador del primer “reloj epigenético”— reconoce los avances, pero recuerda que la mayoría de las afirmaciones grandilocuentes no están respaldadas por ensayos clínicos. 

 

“Nadie serio habla ya de inmortalidad en conferencias científicas. Es absurdo”, declara. Sin embargo, admite que China ha reducido drásticamente la distancia con los laboratorios punteros de Estados Unidos.

 

Otros expertos subrayan que la biología humana es extremadamente compleja: “El reto no es hacer más, sino hacer mejor”, señala David Barzilai, consultor en medicina de longevidad.

 

A medida que China acelera su carrera para vencer al tiempo, Occidente observa con una mezcla de fascinación y alarma. Algunos imaginan un futuro en el que los países no compitan por territorios, sino por años adicionales de vida para sus ciudadanos. Otros temen un escenario aún más inquietante: una élite política o económica con acceso a tratamientos radicales mientras el resto envejece con normalidad. Porque si la longevidad se convierte en recurso estratégico, no estará disponible para todos.

 

El renacimiento del sueño imperial

 

A la salida de su laboratorio, el director ejecutivo de Lonvi resume la ambición del país con una frase que parece sacada de un libro de historia:

 

“Los ricos siempre han buscado la inmortalidad. Qin Shi Huang la buscó. Ahora China tiene, por fin, la tecnología para intentarlo.”

 

Y mientras Pekín impulsa su revolución biotecnológica, el mundo se pregunta si estamos ante la siguiente gran transformación de la humanidad… o ante el retorno moderno de una obsesión tan antigua como los emperadores.

 

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