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Domingo, 14 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:
Un viaje desde el espionaje de misiles a la revelación más perturbadora de la historia

John Ramirez: el hombre que sabía demasiado

Introducción Editorial: por qué publicamos este texto

 

Durante décadas, el fenómeno de los objetos voladores no identificados —hoy rebautizados como UAP— fue expulsado del debate público serio. Se lo confinó a los márgenes: al folclore, a la superstición, a la cultura pop. No porque no existieran datos, sino porque no existía un marco aceptable para pensarlos sin poner en riesgo la credibilidad institucional.

 

Ese marco está empezando a resquebrajarse.

 

En los últimos años, altos cargos del aparato de seguridad nacional estadounidense —pilotos de combate, responsables de inteligencia, exfuncionarios del Pentágono y de la CIA— han comenzado a hablar públicamente de aquello que durante décadas solo podía susurrarse en compartimentos clasificados. No para confirmar certezas, sino para reconocer ignorancias. No para afirmar verdades, sino para admitir que hay fenómenos reales que no encajan en los modelos explicativos vigentes.

 

John Ramirez es una de esas voces. No es científico ni profeta. No es un divulgador ni un líder espiritual. Es un analista de inteligencia retirado, con una carrera documentada en los niveles más altos de la comunidad de inteligencia estadounidense, que ha decidido relatar lo que dice haber visto, oído y comprendido durante su trayectoria profesional y personal.

 

Este reportaje no pretende verificar sus afirmaciones. No puede hacerlo. Tampoco busca convertirlas en dogma ni presentarlas como hechos probados. Lo que hace es algo distinto y más incómodo: examinar qué implicaría que una parte sustancial de lo que afirma fuera cierta, y por qué el propio Estado parece tomarse esa posibilidad en serio.

 

Publicamos este texto como periodismo narrativo especulativo. Es decir: un ejercicio riguroso de exploración intelectual basado en declaraciones públicas, contextualizadas, atribuidas y no verificadas independientemente. El lector no encontrará aquí pruebas concluyentes ni revelaciones definitivas. Encontrará, en cambio, un mapa de preguntas que ya circulan —aunque de forma fragmentaria y confusa— en los márgenes del poder político, militar y científico.

 

Vivimos un momento extraño. Las instituciones que durante décadas negaron la cuestión ovni ahora la reformulan. Los gobiernos no afirman que “no hay nada”, sino que “no saben qué hay”. Y esa diferencia, aparentemente sutil, es histórica. Porque cuando el Estado duda, la duda deja de ser una extravagancia y se convierte en un asunto público.

 

Este texto no pide fe. Pide atención.
No exige creencia. Exige lectura crítica.
No anuncia una verdad. Expone una grieta.

 

Si el lector termina este reportaje más escéptico, habrá cumplido su función.
 

Si termina más inquieto, también.

 

Porque hay preguntas que, una vez formuladas con seriedad, ya no pueden volver a enterrarse sin consecuencias.

 

La Dirección de La Tribuna del País Vasco


 

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Prólogo: La certeza del hombre tranquilo

 

Hay algo perturbador en la calma de John Ramirez cuando habla del fin del mundo tal como lo conocemos. No es la calma del profeta iluminado ni la del charlatán calculador. Es la calma técnica del analista de inteligencia que ha pasado un cuarto de siglo estudiando señales de radar, trayectorias de misiles balísticos y las sombras electromagnéticas de lo inexplicable. La calma del hombre que leyó el manual.

 

Porque Ramirez asegura haber visto el título de un documento que, de ser real, reescribiría nuestra comprensión de la tecnología, la historia y nuestra propia especie: "UFO Propulsion Systems Manual of Operations". Un manual. No un estudio teórico. No una hipótesis clasificada. Un manual de operaciones. Como si alguien, en algún lugar de las entrañas del complejo militar-industrial estadounidense, hubiera aprendido a conducir algo que no debería existir.

 

Y luego está la fecha.

 

2027.

 

No como una conjetura. No como una posibilidad remota. Como una cuenta regresiva que ya comenzó en 2017, cuando los vídeos de la Marina sobre fenómenos aéreos no identificados salieron a la luz. Como si los últimos diez años fueran una inoculación psicológica masiva, una preparación cuidadosa de la conciencia colectiva para algo que Ramirez, con su voz medida de veterano de la CIA, describe con una frase escalofriante: “Ustedes no controlan la revelación. Ellos sí. Pueden aparecer mañana".

 

I. El arquitecto de sombras

 

John Ramirez no es el típico denunciante de ovnis. Su carrera en la CIA, de 1984 a 2009, lo llevó desde la Dirección de Ciencia y Tecnología hasta la Oficina del Director de Inteligencia Nacional. Alcanzó el nivel GS-15, equivalente a coronel, especializándose en análisis de inteligencia electrónica y sistemas de defensa contra misiles balísticos. Era el tipo de hombre que escuchaba los latidos electromagnéticos del planeta, descifrando las intenciones de adversarios a través del chasquido de radares y el susurro de señales interceptadas.

 

Durante la Guerra Fría, su trabajo consistía en analizar las emisiones de los sistemas de radar soviéticos. Imaginen el oficio: como un mecánico que determina el estado de un motor por su sonido, Ramirez interpretaba las capacidades militares enemigas a través de sus firmas electromagnéticas. Era un traductor de sonidos y silencios, un lector de ausencias.

 

Y fue en esos silencios donde encontró lo imposible.

 

https://latribunadelpaisvasco.com/tag/689/Entrevistas-Ovni

 

Alrededor de 2003 o 2004, la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial (NGA) formó un grupo de trabajo sobre orbes. No un grupo de estudio. Un grupo de trabajo. La distinción es crucial. Se estudia lo teórico; se trabaja sobre lo operacional. Este grupo incluía a la CIA, la DIA, la NSA y contratistas clasificados. Su objetivo: analizar orbes luminosos detectados en datos de satélites NGA. Orbes que no eran satelitales, ni meteoritos, ni fenómenos atmosféricos conocidos. Orbes que desafiaban las leyes de la física tal como las entendemos.

 

Ramirez envió a dos de sus ingenieros, Allen y Bob, al grupo de trabajo. Les consiguió una caja fuerte para almacenar material compartimentado. Y un día, uno de ellos —Bob— dejó un manual sobre su escritorio. Ramirez pudo leer el título antes de que lo guardaran bajo llave.

 

"UFO Propulsion Systems Manual of Operations".

 

Un manual tan grueso como una guía telefónica de los años ochenta. Décadas de antigüedad, por su apariencia. Lo que significaba que alguien, en algún momento entre Roswell y el fin del milenio, no solo había recuperado tecnología no humana. La había comprendido lo suficiente como para escribir instrucciones de uso.

 

II. Los domos de luz sobre la Unión Soviética

 

Antes del grupo de orbes, Ramirez ya había visto señales de lo inexplicable en los datos más mundanos. Durante las pruebas de misiles balísticos soviéticos, los sistemas de radar estadounidenses captaban algo extraño: cúpulas de luz que acompañaban a los proyectiles. Esferas naranjas emitiendo en una longitud de onda de 600 nanómetros, visibles solo a través de equipos especializados.

 

Los soviéticos tenían su propio sistema dedicado a estos fenómenos: el radar Neman-P, diseñado específicamente para la investigación de anomalías atmosféricas. Antes de cada lanzamiento de misil, este radar se activaba. Y a veces rastreaba objetos que no correspondían a ninguna categoría conocida. Objetos que se movían a velocidades que destrozarían cualquier aeronave convencional. Objetos en el espacio, donde ningún avión con respiración atmosférica podría operar.

 

Entre 1994 y 1995, Ramirez fue personalmente responsable de escribir un memorándum sobre este asunto al entonces Subsecretario de Defensa, John Deutsch. El contenido de ese memo permanece clasificado. Pero el hecho de que existiera habla de algo más profundo que una curiosidad científica: habla de preocupación operacional.

 

Hay un detalle que Ramirez menciona casi de pasada, pero que resuena con implicaciones inquietantes. Los rusos, liderados por un general retirado, supuestamente intentaron atraer a estos fenómenos usando una frecuencia específica: tres gigahertz. "Por alguna razón", dice Ramirez, "tres gigahertz parece ser la longitud de onda mágica".

 

¿Atraer? ¿Como quien llama a un perro con un silbato? ¿O como quien establece un protocolo de comunicación?

 

Ramirez describe una nave espacial de forma ovalada, no diseñada para aterrizar, equipada con un sistema de alerta de radar calibrado específicamente para detectar la frecuencia de tres gigahertz del Neman-P. Una nave que parecía saber qué buscar. Que interactuaba con señales electromagnéticas. Que, según reportes, respondía incluso a movimientos corporales de los operadores.

 

Si esto es cierto, estamos hablando de inteligencia. De protocolo. De una forma de contacto que lleva décadas operando en los márgenes de la percepción colectiva.

 

III. El ADN que no debería existir

 

En 2001, Ramirez asistió a un simposio de un día en un hotel. Extrañamente, era una reunión no clasificada, lo que lo sorprendió dada la naturaleza del tema: los orígenes modernos de la humanidad. Allí, dos altos funcionarios de la CIA le contaron algo que sacudiría los cimientos de su comprensión del mundo.

 

La agencia había secuenciado ADN extraterrestre.

 

No era una especulación. Era un hecho operacional. Habían recuperado muestras de tejido —probablemente después del incidente de Roswell en 1947, aunque quizás también de eventos posteriores— y las habían almacenado durante décadas. Cuando el Proyecto Genoma Humano finalmente permitió la secuenciación completa del ADN humano, hicieron lo obvio: secuenciaron también el ADN no humano que tenían archivado.

 

El resultado fue perturbador.

 

Según Ramirez, había marcadores en ese ADN que se veían "muy humanos". Demasiado humanos para ser coincidencia. La conclusión que sacaron estos funcionarios era inevitable: híbridos. Seres que parecían extraterrestres, pero que portaban marcadores genéticos humanos en su genoma.

 

Gerald Haynes, un colega de Ramirez e historiador de la CIA, usó una frase específica que Ramirez recuerda con precisión: "Desde la Segunda Guerra Mundial, después de la Segunda Guerra Mundial, estábamos interesados en el ADN alien, particularmente el encontrado en humanos".

 

¿Encontrado en humanos?

 

Aquí es donde la narrativa se vuelve verdaderamente perturbadora. Porque según Ramirez, aunque no hay forma de probar esto, la CIA no solo estudió este ADN alien. Lo rastreó. Activamente. En ciertas familias de Estados Unidos, particularmente en el noreste del país. Un programa que precedió a la supervisión del Congreso de mediados de los años setenta. Un programa más secreto que el Proyecto Manhattan.

 

"La CIA tenía un programa para rastrear este ADN alien en ciertas familias en Estados Unidos", afirma Ramirez sin ambigüedad.

 

¿Qué tipo de familias? ¿Cómo las identificaron? ¿Qué encontraron en sus hijos? Ramirez admite que no conoce los detalles del proceso. Pero la existencia del programa en sí plantea preguntas aterradoras sobre nuestra genealogía, nuestra historia evolutiva y la verdadera naturaleza de lo que significa ser humano.

 

Algunos han conectado estas afirmaciones con el misterioso Programa GATE (Gifted And Talented Education), una iniciativa educativa de los años 80 y 90 que evaluaba a niños con habilidades cognitivas inusuales. Ramirez sugiere que estos niños con capacidades psíquicas o cognitivas extraordinarias podrían haber sido de interés especial para este tipo de investigación.

 

¿Era GATE una búsqueda de talento académico? ¿O una red de detección de algo más profundo, codificado en cadenas de proteínas que no deberían estar ahí?

 

IV. Las profundidades secretas

 

Hay otro detalle en las revelaciones de Ramirez que merece atención: las operaciones submarinas.

 

Menciona que la rama de uno de sus colegas realizaba operaciones bajo el mar, recuperando objetos. No le proporcionaron detalles específicos porque el nivel de clasificación era extremo. Le dijeron exactamente esto: "Esta información ultrasecreta excede la del Proyecto Manhattan".

 

Excede. No iguala. Excede.

 

El Proyecto Manhattan creó armas que podían destruir ciudades y alterar el equilibrio geopolítico global. ¿Qué tipo de información podría ser más sensible que eso? ¿Qué tipo de objetos se recuperan del fondo del océano con ese nivel de secreto?

 

Los océanos cubren el 71% de la superficie de la Tierra. Las profundidades abisales permanecen menos exploradas que la superficie de Marte. Si algo quisiera permanecer oculto de la humanidad mientras observa, estudia o simplemente existe en nuestro planeta, el fondo del océano sería el lugar perfecto.

 

Ramirez no especifica qué se recuperaba. Pero el hecho de que existiera un programa dedicado a ello, con un nivel de clasificación que hace que las armas nucleares parezcan información pública por comparación, sugiere que lo que yace en esas profundidades es fundamental para comprender el fenómeno más amplio.

 

V. Residentes, visitantes y extraños: la taxonomía del misterio

 

Ramirez propone una clasificación de las inteligencias no humanas que observa desde lo operacional más que desde lo especulativo:

 

Residentes: Entidades que han estado aquí durante milenios, quizás más tiempo que nosotros. Podrían vivir en las profundidades del océano, en cavernas subterráneas, o en dimensiones que coexisten con la nuestra de maneras que nuestra física apenas comienza a imaginar. Los "residentes" no son visitantes. Este es su hogar tanto o más que el nuestro.

 

Visitantes: Inteligencias que vienen de otros lugares del cosmos. Podrían ser exploradores, científicos, observadores. Llegan, estudian, se van. Quizás regresen periódicamente, como investigadores que vuelven a verificar el progreso de un experimento multigeneracional.

 

Extraños: Esta categoría es la más inquietante. "Extraños" implica algo desconocido incluso para las otras categorías. Algo que no pertenece ni aquí ni a ningún patrón reconocible de comportamiento. Ramirez sugiere que existe una relación adversarial entre algunas de estas categorías. No son un frente unificado. Tienen sus propias agendas, sus propios conflictos.

 

Esta taxonomía no es producto de la especulación ufológica tradicional. Es el intento de un analista de inteligencia por organizar datos fragmentarios en categorías operacionalmente útiles. Y lo que emerge es un cuadro mucho más complejo que el simple escenario de "invasión alienígena" o "visitantes benévolos".

 

Estamos hablando de un ecosistema de inteligencias no humanas, cada una con objetivos diferentes, operando en nuestro planeta con niveles variados de transparencia y ocultamiento.

 

VI. La experiencia personal: el analista como abducido

 

Lo que hace que Ramirez sea una figura particularmente compleja es que no solo estudió el fenómeno profesionalmente. Lo vivió.

 

Desde su infancia, John Ramirez ha tenido experiencias que la mayoría catalogaría como encuentros cercanos. A los cinco años, vio una nave ovalada. A los doce, en 1965, sintió una compulsión inexplicable: plantó semillas de girasol fuera de la ventana de su dormitorio "para que ellos supieran dónde encontrarme, porque quería que me llevaran y no me trajeran de vuelta".

 

Esa misma noche, o en algún momento cercano (Ramirez no está seguro si fue un sueño o un recuerdo real), sintió "muchas manos sacándome de la cama y llevándome a una nave y siendo sostenido por un ser y siendo acostado en una mesa para ser examinado".

 

Durante su vida adulta, ha experimentado parálisis del sueño con presencias sombrías en su habitación. Ha visto orbes naranjas y blancos. Y lo más perturbador: asegura haber recibido mensajes del orbe blanco. Mensajes que lo animaron a "salir y hablar sobre lo que sabía". Esto ocurrió cuando tenía alrededor de 62 años, entre 2015 y 2016.

 

Ramirez y su esposa tienen un pacto: si alguna vez son abducidos por estas inteligencias, ambos están de acuerdo en irse con ellas. No es un pacto de desesperación. Es un acuerdo consciente entre dos personas que han llegado a la conclusión de que hay algo más grande operando, algo que quizás merezca ser explorado incluso al costo de dejar atrás todo lo conocido.

 

Varios de sus colegas en la CIA y la NSA también tuvieron experiencias similares. No es un caso aislado. Ramirez menciona que muchos de ellos fueron atraídos a carreras en inteligencia precisamente por estas experiencias tempranas, como si hubieran sido marcados de alguna manera, dirigidos hacia posiciones donde su conocimiento de lo inexplicable pudiera ser operacionalmente útil.

 

¿Casualidad? ¿O algo más intencional?

 

VII. 2027: La fecha límite

 

Y ahora llegamos a la predicción que ha catapultado a Ramirez a la atención global.

 

En febrero de 2023, durante una entrevista en el podcast de Martin Willis, Ramirez hizo una afirmación que parecía salida de una novela de ciencia ficción: en 2027, algo fundamental va a cambiar. Las inteligencias no humanas van a revelarse de una manera que no podrá ser ignorada, negada o explicada.

 

"De muchas maneras, creo que la palabra se ha filtrado dentro del gobierno de que van a aparecer en 2027 y será mejor que estemos preparados", dijo. "He escuchado 2027 en una capacidad oficial que no puedo revelar. Diría que la gente en el gobierno es consciente de que algo va a suceder y que hay un tiempo limitado, algunos años más, para preparar a la gente".

 

2027.

 

Ramirez posteriormente ha aclarado que él personalmente no escuchó esta fecha en reuniones clasificadas. Admite que la fecha circula ampliamente en comunidades de "canalizadores" y foros especulativos. Pero su punto es más sutil: si algo grande va a pasar en 2027, los gobiernos serían negligentes si no comenzaran un proceso de aclimatación pública ahora.

 

Y, de hecho, desde 2017 ha habido un cambio dramático en la postura oficial estadounidense sobre los UAPs. Los vídeos de la Marina. Las audiencias en el Congreso. El testimonio del denunciante David Grusch sobre programas de recuperación e ingeniería inversa. Todo esto podría interpretarse como preparación psicológica masiva.

 

"Estamos preparando a la población estadounidense, y por extensión a la población mundial, para esa realidad", explica Ramirez. "Que hay una presencia aquí y que necesitamos explicar esta presencia. Porque si aparecen y seguimos haciendo lo que hicimos antes en décadas previas, habrá pánico masivo".

 

La fecha de 2027 también ha sido mencionada por otras figuras. Luis Elizondo, el ex funcionario del Pentágono que dirigió el programa AATIP (programa oficial de avistamientos de OVNIs/Fenómenos Anómalos No Identificados (UAPs), ha aludido a algo significativo en ese horizonte temporal. Incluso el actor Russell Crowe ha mencionado 2027 en contextos relacionados con el fenómeno ovni.

 

¿Qué hace que esta fecha sea especial? Ramirez sugiere que podría relacionarse con un cronograma interno de estas inteligencias, no con decisiones gubernamentales. "Ustedes no controlan la revelación. Ellos sí. Pueden aparecer mañana". La preparación oficial no se debe a un plan de divulgación voluntaria, sino a una fecha límite impuesta desde fuera.

 

Si esto fuera una película, esta sería la parte donde el público ríe nerviosamente. Pero Ramirez no es un guionista de Hollywood. Es un veterano de la CIA con credenciales verificadas, experiencia técnica comprobada y un historial de 25 años en lo más profundo del aparato de inteligencia estadounidense.

 

VIII. La ecuación imposible

 

Pongamos todas las piezas sobre la mesa:

  1. Un manual de operaciones de sistemas de propulsión UFO que sugiere ingeniería inversa exitosa de tecnología no humana.
  2. Un grupo de trabajo interagencial (NGA, CIA, DIA, NSA) estudiando orbes que desafían la física convencional, activo desde 2003-2004.
  3. ADN extraterrestre con marcadores humanos, secuenciado por la CIA.
  4. Un programa para rastrear ese ADN en familias estadounidenses, anterior a la supervisión del Congreso.
  5. Operaciones submarinas de recuperación más clasificadas que el Proyecto Manhattan.
  6. Fenómenos aéreos no identificados que interactúan con frecuencias electromagnéticas específicas y posiblemente con la conciencia humana.
  7. Una taxonomía de inteligencias no humanas: residentes, visitantes y extraños.
  8. Experiencias personales de abducción reportadas por personal de inteligencia de alto nivel.
  9. Una fecha: 2027.

 

Si incluso una fracción de esto es cierto, la humanidad se encuentra en el precipicio de una revelación que reescribirá nuestra comprensión de la historia, la biología, la física y nuestra posición en el cosmos.

 

Pero aquí está el problema: no podemos verificar casi nada de esto. Ramirez habla con la autoridad de alguien que estuvo allí, que vio los documentos, que tuvo acceso a compartimentos clasificados. Pero no puede proporcionarnos esos documentos. Están clasificados. Permanecerán clasificados probablemente durante décadas.

 

Estamos en una posición epistemológica imposible: o confiamos en la palabra de un hombre con credenciales impresionantes, pero sin pruebas públicas, o descartamos sin escuchar afirmaciones que, de ser ciertas, serían lo más importante que le ha sucedido a la especie humana.

 

IX. El efecto Ramirez

 

Independientemente de la veracidad de sus afirmaciones específicas, John Ramirez ha logrado algo significativo: ha cambiado la conversación.

 

Durante décadas, el tema OVNI fue dominio de entusiastas marginales, teorías de conspiración y testimonios de testigos sin credenciales verificables. Ramirez es diferente. Es un exoficial de la CIA de nivel GS-15. Su carrera está documentada. Sus credenciales han sido verificadas independientemente por fuentes del Departamento de Defensa.

 

Cuando alguien así habla, incluso los escépticos deben prestar atención. No porque sus afirmaciones sean automáticamente verdaderas, sino porque representan un cambio en el tipo de personas dispuestas a asociar públicamente sus nombres con el fenómeno.

 

Luis Elizondo, ex funcionario del Pentágono. Christopher Mellon, ex Subsecretario Adjunto de Defensa. David Fravor, piloto de la Marina. Y ahora John Ramirez, veterano de la CIA. Estos no son fanáticos de los platillos voladores. Son operadores serios con carreras documentadas en los niveles más altos del aparato de seguridad nacional estadounidense.

 

Si todos están mintiendo o engañados, es una conspiración de un tipo completamente nuevo. Si están diciendo la verdad, vivimos en un planeta mucho más extraño de lo que cualquier religión o sistema filosófico ha imaginado.

 

X. Especulación final: ¿Qué pasaría si...?

 

Permitámonos especular libremente.

 

¿Qué pasaría si Ramirez tuviera razón? ¿Qué pasaría si en 2027, o en algún año cercano, las inteligencias no humanas decidieran hacer su presencia innegablemente obvia?

 

No hablamos de un aterrizaje en la Casa Blanca estilo Independence Day. Ramirez sugiere algo más sutil, pero igual de transformador: una demostración de presencia que no pueda ser ignorada, negada o explicada con narrativas convencionales.

 

Quizás flotas de orbes sobre ciudades importantes, visibles para todos, grabadas por millones de teléfonos. Quizás comunicación directa a través de medios que todavía no comprendemos. Quizás simplemente la divulgación oficial de gobiernos que finalmente admiten lo que han sabido durante décadas.

 

Las implicaciones serían cataclísmicas:

 

Religiosas: Todas las religiones principales tendrían que reinterpretar sus textos sagrados a la luz de inteligencias no humanas. ¿Son ángeles? ¿Demonios? ¿Algo completamente fuera de nuestras categorías teológicas?

 

Científicas: La física tendría que expandirse para acomodar tecnologías que parecen violar leyes fundamentales. La biología tendría que explicar el ADN híbrido. La cosmología tendría que reconsiderar nuestra soledad en el universo.

 

Políticas: Los equilibrios de poder globales se volverían irrelevantes frente a una presencia con tecnología siglos o milenios más avanzada. ¿Qué significa la soberanía nacional cuando hay inteligencias que ignoran fronteras con impunidad desde hace décadas?

 

Psicológicas: Tendríamos que redefinirnos como especie. No somos la cúspide de la inteligencia. No somos los arquitectos de nuestro propio destino evolutivo si realmente hay programas de hibridación. Quizás nunca lo fuimos.

 

Económicas: Los sistemas basados en escasez de energía colapsarían si la tecnología de propulsión UFO se volviera accesible. Petróleo, gas, incluso energías renovables se volverían obsoletas de la noche a la mañana.

 

Ramirez sugiere que la preparación que estamos viendo no es para prevenir el pánico, sino para mitigarlo. No puedes prevenir el pánico ante algo así. Solo puedes intentar que no se convierta en un colapso social completo.

 

Epílogo: El hombre tranquilo espera

 

John Ramirez vive ahora en un relativo anonimato, dando entrevistas ocasionales en podcasts especializados. Medita. Practica lo que llama "establecimiento de aspiraciones" para evitar experiencias adversas con las inteligencias no humanas. Mantiene su pacto con su esposa.

 

Y espera.

 

No con la ansiedad del profeta apocalíptico, sino con la paciencia del analista que ha visto los datos y ha sacado sus conclusiones. Si 2027 llega y nada pasa, Ramirez probablemente se encoja de hombros y admita que la fecha era especulativa. Pero si algo pasa...

 

Hay una frase que Ramirez repite en varias entrevistas, una frase que resume su perspectiva sobre todo esto: "Ellos controlan la revelación, no nosotros. Pueden aparecer mañana".

 

No es una amenaza. Es una evaluación operacional. Una inteligencia con la tecnología para desafiar nuestras leyes físicas, que ha operado en nuestro planeta durante décadas (o siglos, o milenios) sin ser detectada cuando no quiere serlo, no necesita nuestro permiso para revelarse.

 

La revelación no será un acto de diplomacia gubernamental. Será un acto unilateral de inteligencias que han estado observándonos, estudiándonos, quizás modificándonos genéticamente durante más tiempo del que hemos sido una civilización.

 

Y cuando llegue ese momento —si es que llega—, las únicas preguntas que importarán son: ¿Por qué ahora? ¿Qué quieren? Y la más aterradora de todas: ¿Cuánto de lo que creemos saber sobre nosotros mismos es realmente cierto?

 

John Ramirez, el hombre tranquilo que leyó el manual, ya tiene sus propias respuestas. El resto de nosotros tendremos que esperar.

 

Quizás no mucho tiempo.

 

Quizás solo hasta 2027.


Nota del autor: Este reportaje se basa en declaraciones públicas de John Ramirez en numerosas entrevistas y podcasts entre 2021 y 2025. Las afirmaciones presentadas reflejan lo que Ramirez ha declarado, pero resultan imposibles de verificar de una forma independiente. Algunas conclusiones son especulativas por naturaleza y se presentan como ejercicio narrativo de exploración de estas extraordinarias afirmaciones.

 

 

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