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Miércoles, 17 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

¿Se está preparando el Vaticano para anunciar una “Nueva Teología Cósmica” que reconcilia religión, ciencia y vida extraterrestre?

[Img #29408]Durante las últimas semanas, en algunos círculos eclesiásticos y medios italianos ha comenzado a circular un documento cuya mera existencia, de confirmarse, supondría uno de los mayores terremotos doctrinales en la historia de la Iglesia católica. Se trata de un texto reservado que, según la información publicada por Il Giornale d’Italia, estaría moviéndose discretamente entre miembros de distintas órdenes religiosas —jesuitas, dominicos, franciscanos y benedictinos— y que plantea nada menos que el esbozo de una “nueva teología” adaptada a la era del cosmos, de la ciencia avanzada y de la posible vida inteligente más allá de la Tierra.

 

El documento, de carácter profundamente especulativo y aún no reconocido por ninguna autoridad oficial del Vaticano, propone una reformulación radical de algunos conceptos centrales del cristianismo. En sus páginas, Dios ya no aparece descrito únicamente como un ser trascendente separado de la creación, sino como una Inteligencia Omnicreadora, principio vivo y consciente que impregna todo el universo. La creación, en esta visión, no sería un escenario inerte, sino un organismo vivo, inteligente, en el que cada átomo, cada estrella y cada galaxia cumplirían una función dentro de un todo dotado de sentido.

 

Según este planteamiento, la vida no sería una anomalía terrestre, sino una constante cósmica. El texto sugiere que el universo estaría poblado por múltiples formas de inteligencia, algunas de ellas mucho más antiguas y evolucionadas que la humanidad, y que dichas entidades habrían interactuado con nuestra especie a lo largo de su historia. En este marco, la humanidad dejaría de ocupar una posición exclusiva para integrarse en una fraternidad universal de seres conscientes, unidos por un mismo principio espiritual.

 

Uno de los puntos más controvertidos del documento es su concepción del alma y de la muerte. El texto afirma que el espíritu es eterno y que la muerte no constituye un final definitivo, sino una transición dentro de un proceso continuo de evolución espiritual. La reencarnación aparece descrita como un mecanismo de aprendizaje y perfeccionamiento del espíritu, una idea completamente ajena a la doctrina católica tradicional, pero presentada aquí como compatible con una visión ampliada de la creación divina.

 

La propuesta no se limita al ámbito teológico. El documento aboga por una reconciliación total entre ciencia y religión, afirmando que ambas deberían integrarse en un mismo marco de comprensión del universo. La ciencia, en esta visión, no quedaría subordinada a la fe, pero sí orientada por una “ley del espíritu” que impediría su uso destructivo. El progreso tecnológico y científico sería así una herramienta para la evolución moral y espiritual de la humanidad, no un fin en sí mismo.

 

El texto llega incluso a plantear que un eventual contacto abierto con otras civilizaciones inteligentes podría desempeñar un papel clave en la resolución de la crisis global que atraviesa la humanidad —una crisis moral, ecológica y civilizatoria— y servir como catalizador para el nacimiento de una “supercivilización” basada en la cooperación, el conocimiento y la conciencia espiritual.

 

Pese a la espectacularidad de estas afirmaciones, conviene subrayar que no existe, hasta la fecha, ninguna confirmación oficial por parte de la Santa Sede de que este documento represente una línea de pensamiento institucional ni un proyecto real en desarrollo. El Vaticano no ha emitido comunicados al respecto, y la naturaleza del texto, su autoría y su estatus real permanecen envueltos en la ambigüedad. Todo apunta a que se trata, como mínimo, de un borrador especulativo o de un manifiesto teológico no oficial que circula en entornos concretos, pero cuya difusión ha despertado una enorme expectación.

 

Sin embargo, incluso como hipótesis, el contenido del documento resulta revelador. Refleja una inquietud profunda que atraviesa a buena parte del pensamiento contemporáneo: cómo encajar la tradición religiosa milenaria en un mundo marcado por la exploración espacial, la inteligencia artificial, la física cuántica y la creciente posibilidad de que la humanidad no esté sola en el universo. De confirmarse siquiera parcialmente, esta “nueva teología” no solo transformaría la doctrina católica, sino que obligaría a replantear las bases filosóficas y espirituales de la civilización occidental.

 

Por ahora, el texto sigue circulando en silencio, en los márgenes del discurso oficial, como una sombra incómoda y fascinante. Una señal, quizá, de que incluso las instituciones más antiguas del mundo sienten que algo está cambiando en la manera en que el ser humano se comprende a sí mismo… y a su lugar en el cosmos.

 

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