PNV y PSE dicen que "el euskera es el idioma de la capital guipuzcoana"
Nacionalistas y socialistas en el Ayuntamiento de San Sebastián utilizan la capitalidad cultural para hacer demagogia populista e identitaria
Desde que el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo de Gobierno amañaran presuntamente la concesión a San Sebastián de la capitalidad cultural europea, Donostia 2016 ha ido desarrollándose de fiasco a fiasco hasta alcanzar su descalabro más absoluto el día de su inauguración.
La Capital Cultural Europea permaneció durante meses sin dirección, posteriormente ésta cayó en manos de un etarra, fue éticamente denunciada por las víctimas del terrorismo, se quedó sin presupuestos ni patrocinadores, ha tenido que aplazar su proyecto infraestructural estrella (la nueva estación de autobuses) y, al final, se ha inaugurado como solamente podía hacerlo una componenda política de estas características: con un estrepitoso fracaso.
Por si todo esto fuera poco, PNV y PSE, que gobiernan en coalición el Ayuntamiento de San Sebastián, han editado ahora un folleto propagandístico de la Capitalidad Cultural Europea, que han buzoneado a todos los donostiarras, en el que utilizan la nominación para hacer demagogia identitaria y populista, rebozándola, además, de un “buenismo” fatuo, vacuo y adoctrinador, de manual barato de autoayuda, que desemboca en párrafos como el que sigue: “Convivir es saber vivir con. Vivir en armonía con aquellos que consideramos diferentes, tejer nuevas alianzas, gritar menos y escuchar más, abrirnos a nuevas propuestas, desprendernos de posiciones dogmáticas, complejos o sectarismos y usar más verbos como cooperar, ayudar, apoyar o facilitar… Y todo sin renunciar a lo que somos”.
Y, por si hubiera alguna duda, este “lo que somos”, también ha de ser promovido por una Capitalidad Cultural Europea que “situará en el mapa a nuestro territorio, a nuestra cultura y a nuestra lengua, el euskera”.
Esta flagrante manipulación de la realidad que hacen nacionalistas y socialistas, “el euskera es el idioma de los donostiarras”, resulta absolutamente obscena cuando se tiene en cuenta que más del 90% de los niños que nacen en la capital guipuzcoana tiene como lengua materna el euskera, que apenas el 14% de los donostiarras hablan habitualmente en vascuence y que, quienes lo hacen, en la mayor parte de los casos, lo hacen por imposiciones laborales o educativas.
Por mucho que moleste al PNV de Eneko Goia y a los socialistas de Ernesto Gasco, la auténtica lengua de los donostiarras, el idioma con el que éstos habitual y mayoritariamente se comunican, se entiende, trabajan, aman, comercian, discuten y se manejan por la vida, es el español. De hecho, tanto es así que en Guipúzcoa y en el resto del País Vasco solamente existen medios de comunicación en euskera gracias a la lluvia de millones de euros que las instituciones públicas, en manos del PNV, les otorgan en forma de subvenciones, más o menos encubiertas.
Utilizar la capitalidad cultural europea para hacer un grosero proselitismo nacionalista es la única perversión que le faltaba ya a un proyecto dudosamente concedido, ejecutado de una forma vergonzante e iniciado de la peor de las maneras posibles, y que, al final, y paradójicamente, solamente reflejará la más cruda y actual realidad: con estos mimbres, y otros mucho peores que apenas se han dejado atrás, San Sebastián solamente puede aspirar y solamente merece ser lo que hoy es: la capital de Guipúzcoa.
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Desde que el ex presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo de Gobierno amañaran presuntamente la concesión a San Sebastián de la capitalidad cultural europea, Donostia 2016 ha ido desarrollándose de fiasco a fiasco hasta alcanzar su descalabro más absoluto el día de su inauguración.
La Capital Cultural Europea permaneció durante meses sin dirección, posteriormente ésta cayó en manos de un etarra, fue éticamente denunciada por las víctimas del terrorismo, se quedó sin presupuestos ni patrocinadores, ha tenido que aplazar su proyecto infraestructural estrella (la nueva estación de autobuses) y, al final, se ha inaugurado como solamente podía hacerlo una componenda política de estas características: con un estrepitoso fracaso.
Por si todo esto fuera poco, PNV y PSE, que gobiernan en coalición el Ayuntamiento de San Sebastián, han editado ahora un folleto propagandístico de la Capitalidad Cultural Europea, que han buzoneado a todos los donostiarras, en el que utilizan la nominación para hacer demagogia identitaria y populista, rebozándola, además, de un “buenismo” fatuo, vacuo y adoctrinador, de manual barato de autoayuda, que desemboca en párrafos como el que sigue: “Convivir es saber vivir con. Vivir en armonía con aquellos que consideramos diferentes, tejer nuevas alianzas, gritar menos y escuchar más, abrirnos a nuevas propuestas, desprendernos de posiciones dogmáticas, complejos o sectarismos y usar más verbos como cooperar, ayudar, apoyar o facilitar… Y todo sin renunciar a lo que somos”.
Y, por si hubiera alguna duda, este “lo que somos”, también ha de ser promovido por una Capitalidad Cultural Europea que “situará en el mapa a nuestro territorio, a nuestra cultura y a nuestra lengua, el euskera”.
Esta flagrante manipulación de la realidad que hacen nacionalistas y socialistas, “el euskera es el idioma de los donostiarras”, resulta absolutamente obscena cuando se tiene en cuenta que más del 90% de los niños que nacen en la capital guipuzcoana tiene como lengua materna el euskera, que apenas el 14% de los donostiarras hablan habitualmente en vascuence y que, quienes lo hacen, en la mayor parte de los casos, lo hacen por imposiciones laborales o educativas.
Por mucho que moleste al PNV de Eneko Goia y a los socialistas de Ernesto Gasco, la auténtica lengua de los donostiarras, el idioma con el que éstos habitual y mayoritariamente se comunican, se entiende, trabajan, aman, comercian, discuten y se manejan por la vida, es el español. De hecho, tanto es así que en Guipúzcoa y en el resto del País Vasco solamente existen medios de comunicación en euskera gracias a la lluvia de millones de euros que las instituciones públicas, en manos del PNV, les otorgan en forma de subvenciones, más o menos encubiertas.
Utilizar la capitalidad cultural europea para hacer un grosero proselitismo nacionalista es la única perversión que le faltaba ya a un proyecto dudosamente concedido, ejecutado de una forma vergonzante e iniciado de la peor de las maneras posibles, y que, al final, y paradójicamente, solamente reflejará la más cruda y actual realidad: con estos mimbres, y otros mucho peores que apenas se han dejado atrás, San Sebastián solamente puede aspirar y solamente merece ser lo que hoy es: la capital de Guipúzcoa.