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Viernes, 30 de Julio de 2021 Tiempo de lectura:

Por San Ignacio. El vascuence en toda España

El catolicismo es una religión ecuménica, dentro de la cual Ignacio de Loyola es un santo universal al que el nacionalismo vasco, con su visión alicorta de la historia y de la vida, siempre quiso patrimonializar. Aprovechando que todos los 31 de julio, día del patrón de Vizcaya y Guipúzcoa, el PNV homenajea a quien lo fundó en ese día del año 1895, vamos a referirnos una vez más (y sin salirnos del motivo de esta serie) a algo de la vida y obra de Sabino Arana que nos ponga de manifiesto lo contradictorio, erróneo e irreal de su pensamiento político, así como de paso la catadura moral e intelectual del personaje.

 

El único interés que nos mueve para ello es denunciar que el partido más importante del País Vasco, puesto que gobierna sus instituciones principales desde 1979, fue fundado por un individuo que diferenciaba a las personas por algo tan ajeno a la voluntad de nadie como son los apellidos que se portan al nacer, y que pensaba que alguien con un apellido procedente del eusquera era de mejor condición humana que quien lo tuviera de origen castellano o de otra parte de España. Que hoy en día exista un partido fundado por quien pensaba así y que encima sus partidarios le homenajeen tres veces al año (nacimiento, fundación del partido y fallecimiento), constituye un verdadero escarnio para más de la mitad de la población vasca actual, además de constituir un escándalo que esto ocurra en la Europa del siglo XXI.

 

Entre agosto y octubre de 1902, el fundador del PNV, mientras pasaba los días en la cárcel por segunda vez en su vida (cinco meses y medio, desde mediados de mayo a primeros de noviembre de 1902), se dedicó, entre otras tareas políticas, a refutar un artículo salido por esas fechas en La Gaceta del Norte y firmado por Antonio de Valbuena titulado “El vascuence en toda España”. La refutación consistió en una serie de nueve artículos publicados en su periódico La Patria, entre agosto y octubre de 1902, titulada “El baskuence en toda el África”, donde África es la denominación que el fundador del nacionalismo vasco atribuía a un continente que empezaría en los Pirineos –dejando aparte al País Vasco, por supuesto– y se prolongaría hacia el sur más allá del estrecho de Gibraltar.

 

Déjenme que les comente algo sobre los encarcelamientos de Sabino Arana. Tuvo dos. El que ya hemos comentado fue el segundo de ellos y se debió al envío de un telegrama al presidente norteamericano Roosevelt para felicitarle por haber posibilitado en 1898 la independencia de Cuba respecto de España. El primero ocurrió entre el 28 de agosto de 1895 y el 13 de enero de 1896 (cuatro meses y medio) y se debió a una disputa de escalera de vecinos, porque uno de ellos, que resultó ser concejal del ayuntamiento, se quejó del ruido que hacía la primera sede que tuvo el PNV –sita en Bilbao, en la calle Correo, esquina con el Arenal–, cuando tocaban música y se reunían. A Sabino Arana le ofrecieron la posibilidad de pagar una multa y librarse de la cárcel, pero él prefirió lo segundo, porque así hacía más ruido para su causa. Los panegiristas de Sabino Arana dicen que estos episodios de cárcel fueron prueba del maltrato al que le sometió España y que aceleraría la enfermedad que le llevó a su muerte prematura con 38 años, la enfermedad de Addison, que se debe a un trastorno hormonal por colapso de las glándulas suprarrenales. Pero, sobre este tema de la cárcel y el maltrato, en lugar de refutarlo directamente, quizás sea más ilustrativo recordar cómo celebró, durante su primer periodo de encarcelamiento, la cena de Nochebuena de 1895 el preso Sabino Arana en la cárcel de Larrínaga de Bilbao, de lo que se da cuenta en la página 469 del tomo 1 de la obra Historia del nacionalismo vasco en sus documentos, donde se reproduce el menú de aquella cena: “Menú: ostras, sopa de chirlas, ensalada de alubia, bacalao en salsa roja, angulas, besugo, bermejuelas, merluza frita, caracoles en salsa roja; Vinos: vino de Aranburuzabala, txakolin [sic] blanco, jerez, oporto, chartrenie [sic]; Postres: compota de manzana, postre de pastel, mazapán, turrón (jijona y yema); Entremeses: aceitunas, anchoas; Café.” Los autores de la obra consultada, añaden al lado de la reproducción del menú la siguiente observación: “Este menú, preparado por Paulina de Arana [hermana de Sabino], fue enviado a la cárcel de Larrínaga y servido por la propia servidumbre de la casa de los Arana, para la cena de Nochebuena de 1895”.

 

La serie “El baskuence en toda el África” consiste en una sarta de mamarrachadas, que ni siquiera ofenden, de pura sosez y hasta ridiculez de los argumentos que emplea (nada que ver con los finos sarcasmos o incluso ingeniosas diatribas de otras ocasiones), desgranadas una detrás de otra utilizando los nombres de las ciudades españolas y algunos de sus ríos u otro tipo de topónimos, para atribuirles unas fantásticas etimologías eusquéricas. La razón de esta diarrea mental se debe a que Sabino Arana quería desterrar como fuera la teoría, entonces en boga y que venía del siglo XVI –su primer postulador fue Esteban de Garibay, cronista de Felipe II–, que consideraba que el eusquera había sido la primera de las lenguas habladas en la península ibérica y que se suponía que era en realidad el idioma de los íberos, o sea, de los primeros españoles. Dicha teoría se llamaba “vasco-iberismo” y la emplearon todos los fueristas vascos y navarros y algunos extranjeros entre los siglos XVI y XX. El último vasco-iberista fue el sacerdote vizcaíno Zacarías de Vizcarra y Arana, fallecido en 1963 y creador, junto a Ramiro de Maeztu, del concepto de “hispanidad”.

 

La defenestración del vasco-iberismo como hipótesis del origen del eusquera se sustanció a mediados del siglo XX con las obras de Luis Michelena y Antonio Tovar. El nacionalismo se quedó muy contento con eso porque de esa manera se arrinconaba el principal nexo intelectual, cultural y lingüístico que había mantenido unido al fuerismo con el resto de España durante varios siglos, principalmente durante el XIX, que fue cuando el vasco-iberismo más se empleó por lingüistas y literatos, especialmente por la llamada literatura fuerista, en pleno apogeo en aquel tiempo y cultivada por liberales, conservadores y tradicionalistas vasco-navarros. Baste citar entre ellos a Antonio de Trueba, Nicolás de Soraluce o Vicente de Arana, primo del fundador del nacionalismo vasco.

 

En “El baskuence en toda el África” Sabino Arana se esfuerza por ridiculizar el vasco-iberismo, cuando el que queda en ridículo es él, pero el caso es que, como hemos dicho, a la postre, algún tiempo después de la temprana muerte del fundador del nacionalismo vasco en 1903, ya mediado el siglo XX, el vasco-iberismo quedó defenestrado como teoría explicativa del origen del eusquera, manteniéndose este idioma como lengua-isla, con varias hipótesis explicativas pero, al fin y al cabo, sin origen concreto conocido.

 

En cualquier caso, lo que sí podemos afirmar es que, a través de la extensión de los apellidos eusquéricos por toda España, con mayor número de portadores, como venimos sosteniendo en esta serie, que los que tienen en el propio País Vasco y en Navarra, cabe sostener que el eusquera es tan español como vasco –o en realidad más español que vasco-navarro, atendiendo a dicha extensión de portadores de apellidos eusquéricos–  y que es incomprensible la presencia de esas personas con apellido eusquérico en toda España sin tener en cuenta la vinculación de siglos del resto de España con el País Vasco y Navarra. El propio apellido Arana, como ya vimos en un capítulo anterior, tiene bastantes más portadores fuera del País Vasco y Navarra, o sea en el resto de España, que dentro. Téngase en cuenta, además, que de los 11000 apellidos eusquéricos del Nomenclátor de Euskaltzaindia, solo 700 son vasco-franceses.

 

De todos los apellidos vascos que hemos analizado, podemos afirmar que, si bien el mayor número de apellidos eusquéricos (como tales apellidos, sin considerar el número de sus portadores) sigue estando en el País Vasco y Navarra, sus portadores, en cambio, como decimos, son más abundantes fuera, en el resto de España, que dentro del País Vasco y Navarra. La principal razón de ello es que la mayor parte de apellidos eusquéricos tienen muy pocos portadores, menos de cien en muchos casos o entre 100 y 300. Incluso ya hemos dicho que hay casi 5.000 apellidos del total de 11.000 del Nomenclátor que tienen o 4 o menos de 4 o ningún portador, porque el INE no da datos cuando bajan de 5 los portadores. Mientras que solo 300 apellidos tienen más de 1000 portadores cada uno de ellos. Y de esos 300 apellidos, solo 16 (¡16!) tienen más de 10.000 portadores (que es una cifra habitual entre los apellidos españoles). Y son precisamente estos pocos apellidos los que vuelcan el número total de portadores de apellidos eusquéricos en favor del resto de España.

 

Esos 16 apellidos decisivos del Nomenclátor de apellidos vascos son (damos con cada uno el número de portadores como primer apellido según el Padrón de 2020, a sabiendas de que ese número suele ser muy parecido al de portadores como segundo apellido): Aguirre (20.844), Ariza (12.562), Amaya (12.610), Ayala (17.239), Bilbao (10.074), Blasco (25.006), Duarte (13.817), Egea (12.975), Heredia (36.702), Mendoza (40.546), Montoya (24.999), Ochoa (14.315), Orozco (10.928), Salazar (31.408), Velasco (46.804) y Vergara (13.728). El que más portadores tiene, como se ve, es Velasco, seguido de Mendoza. Aparte de estos, Echevarría y Echeverría tienen cada uno 8.000 portadores respectivamente en números redondos, pero es esa divergencia en la vocal la que los divide en dos y les deja fuera de esta lista. De esos dieciséis apellidos de más de 10.000 portadores, solo Bilbao tiene más presencia dentro el País Vasco y Navarra que fuera, en el resto de España, pero es justamente el que menos portadores tiene del grupo. Está la duda de Blasco, que Euskaltzaindia sí lo considera vasco, aunque para mucha gente no sea así, pero que es contracción de Velasco, como vimos en el artículo “Un tal Blazkez” de esta serie. Y también están las dudas de Amaya y Egea que, aunque Euskaltzaindia también los considera eusquéricos, sus topónimos están situados fuera del País Vasco y Navarra: Peña Amaya está en el norte de la provincia de Burgos, pero casi pegando con la de Palencia; y Egea, como Ejea de los caballeros, es de la provincia de Zaragoza. También estaría bien saber por qué tantos de estos apellidos (Amaya, Heredia, Montoya, Salazar) tienen una presencia tan destacada entre miembros de la etnia gitana. Si la identidad vasca se soportara en los 11.000 apellidos que aparecen en el Nomenclátor de Euskaltzaindia (lista de la que estamos viendo en esta serie la cantidad de agujeros que presenta) sus portadores nos están diciendo que dicha identidad está esparcida por toda España y que hay más representantes de la misma fuera que dentro del País Vasco y Navarra. Y otro dato, los 11.000 apellidos vascos ahí recogidos (y recordemos que incluso meten a López, García, Fernández y demás, como ya vimos) representarían no más del 6% de los 180.000 apellidos que se estima que hay en España.

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