Las mentiras del Lehendakari
El mensaje de Fin de Año del Lehendakari, lejos de calmar los ánimos de una sociedad agotada por los desmanes liberticidas del Gobierno PNV-PSE, ha dejado muy claro que el máximo representante de la Comunidad Autónoma Vasca da por liquidados los derechos individuales de los ciudadanos y lo apuesta todo a un difuso "bienestar colectivo" que, por supuesto, él se encarga de perfilar y gestionar. Por si hubiera alguna duda, Urkullu ha comenzado su intervención recordando una afirmación marcadamente totalitaria, repetidamente utilizada de diferentes formas por nazis y comunistas en el siglo pasado, que el Lehendakari Agirre realizaba en el belicoso año de 1936: “Todo ciudadano tiene obligación de contribuir con su trabajo, su capital y su actividad intelectual al bienestar general del país”.
Tras este aviso para navegantes avieso y estentóreo, Íñigo Urkullu ha pasado directamente a hacer lo que mejor se le da: mentir. "(Necesitamos) humildad para reconocer que, mientras no se vacune toda la población mundial, seguiremos afectados por diferentes variantes…" Falso: la propia Organización Mundial de la Salud ha reconocido que las "vacunas" no acabarán con la pandemia, del mismo modo que ha señalado reiteradamente, que la vacunación no puede ser obligatoria en ningún caso, y menos aún ante una pandemia que no es tal (lea, Lehendakari, la definición de "pandemia" del diccionario RAE) y con unas tasas de mortalidad ligeramente superiores a las de la gripe. Por cierto, además, las "vacunas" de las que habla el Lehendakari no son tales: son terapias génicas experimentales que, además, han revelado su absoluta inutilidad: tras 24 meses de pandemia y después de un año de inoculaciones inducidas y prácticamente obligatorias, la situación del País Vasco, en derechos diezmados, libertades perdidas, ruina económica y quiebra social, está en su peor momento.
A las puertas de 2022, el Lehendakari también se ha sumergido en las exigencias de la neocomunista Agenda 2030 (actualmente, en el País Vasco, en manos de un personaje como Jonan Fernández, y en el resto del país bajo control de Enrique Santiago, presidente del Partido Comunista de España). En este punto, Urkullu ha citado la esencia de este nuevo proyecto totalitario denominado, como decimos, Agenda 2030, que tanto gusta a izquierdistas de salón, socialdemócratas fuera de tiempo y a las organizaciones supranacionales dirigidas por las élites globalistas: "(Necesito) humildad para reconocer que, a pesar de haber insistido en ello, no he sabido explicar a la sociedad que debemos aprender a vivir con el virus presente durante un largo tiempo, y que debemos aprender a vivir de otra manera". Falso: ¿Por qué un virus todavía rodeado de cientos de incógnitas ha de poner de rodillas a todo el mundo, especialmente a Occidente?, ¿Por qué las democracias tradicionales han de convertise en dictaduras blandas según los caprichos fascistoides de líderes como Iñigo Urkullu?; ¿Ha de hacerse esto por una infección que, volvemos a repetir, apenas presenta niveles de mortalidad colectiva algo superiores a los de la gripe?
El Lehendakari también ha vuelto a engañar a los ciudadanos al señalar que "la sociedad nos demanda, además, mantener un equilibrio: salud pública, salud emocional, salud económica, salud social…". Si tan preocupado está el presidente, ¿cuántas nuevas camas hospitaliarias ha creado el Gobierno Vasco para atender la "salud pública"?; ¿en qué medida ha aumentado de forma permanente el Gobierno Vasco el personal médico de nuestros hospitales ante un virus con el que "vamos a convivir largamente?. Por cierto, ante la situación apocalíptica que día tras día nos plantean Íñigo Urkullu y el resto de su Gobierno, ¿cuántos hospitales nuevos ha creado en los dos largos años que dura ya su pretendida pandemia?. Y otra cuestión: ¿Por qué ha de preocupar el Gobierno Vasco de la gestión de las "emociones" de sus ciudadanos?; ¿Sigue el Ejecutivo autonómico con esa obsesión infantil, ignorante y ridícula iniciada por la Diputación Foral de Guipúzcoa en su momento de convertir al País Vasco en el primer territorio del mundo que incluye la "inteligencia emocional" (ese bobadita de millonarios tan querida por Jonan Fernández) en la gestión integral del territorio?
En una cosa sí tiene razón el Lehendakari. En la existencia de importantes niveles de "populismo y demagogia" (y de cosas mucho peores) en una región dominada en su totalidad por nacionalistas radicales, proetarras y fuerzas de extrema-izquierda. De ese caldo de cultivo han salido la mayor parte de los demagogos, cesaristas, caudillistas y arrogantes que hemos padecido en los últimos meses en el País Vasco, que son los miembros del Ejecutivo y sus voceros periodísticos, tanto y tan bien subvencionados.
El mensaje de Fin de Año del Lehendakari, lejos de calmar los ánimos de una sociedad agotada por los desmanes liberticidas del Gobierno PNV-PSE, ha dejado muy claro que el máximo representante de la Comunidad Autónoma Vasca da por liquidados los derechos individuales de los ciudadanos y lo apuesta todo a un difuso "bienestar colectivo" que, por supuesto, él se encarga de perfilar y gestionar. Por si hubiera alguna duda, Urkullu ha comenzado su intervención recordando una afirmación marcadamente totalitaria, repetidamente utilizada de diferentes formas por nazis y comunistas en el siglo pasado, que el Lehendakari Agirre realizaba en el belicoso año de 1936: “Todo ciudadano tiene obligación de contribuir con su trabajo, su capital y su actividad intelectual al bienestar general del país”.
Tras este aviso para navegantes avieso y estentóreo, Íñigo Urkullu ha pasado directamente a hacer lo que mejor se le da: mentir. "(Necesitamos) humildad para reconocer que, mientras no se vacune toda la población mundial, seguiremos afectados por diferentes variantes…" Falso: la propia Organización Mundial de la Salud ha reconocido que las "vacunas" no acabarán con la pandemia, del mismo modo que ha señalado reiteradamente, que la vacunación no puede ser obligatoria en ningún caso, y menos aún ante una pandemia que no es tal (lea, Lehendakari, la definición de "pandemia" del diccionario RAE) y con unas tasas de mortalidad ligeramente superiores a las de la gripe. Por cierto, además, las "vacunas" de las que habla el Lehendakari no son tales: son terapias génicas experimentales que, además, han revelado su absoluta inutilidad: tras 24 meses de pandemia y después de un año de inoculaciones inducidas y prácticamente obligatorias, la situación del País Vasco, en derechos diezmados, libertades perdidas, ruina económica y quiebra social, está en su peor momento.
A las puertas de 2022, el Lehendakari también se ha sumergido en las exigencias de la neocomunista Agenda 2030 (actualmente, en el País Vasco, en manos de un personaje como Jonan Fernández, y en el resto del país bajo control de Enrique Santiago, presidente del Partido Comunista de España). En este punto, Urkullu ha citado la esencia de este nuevo proyecto totalitario denominado, como decimos, Agenda 2030, que tanto gusta a izquierdistas de salón, socialdemócratas fuera de tiempo y a las organizaciones supranacionales dirigidas por las élites globalistas: "(Necesito) humildad para reconocer que, a pesar de haber insistido en ello, no he sabido explicar a la sociedad que debemos aprender a vivir con el virus presente durante un largo tiempo, y que debemos aprender a vivir de otra manera". Falso: ¿Por qué un virus todavía rodeado de cientos de incógnitas ha de poner de rodillas a todo el mundo, especialmente a Occidente?, ¿Por qué las democracias tradicionales han de convertise en dictaduras blandas según los caprichos fascistoides de líderes como Iñigo Urkullu?; ¿Ha de hacerse esto por una infección que, volvemos a repetir, apenas presenta niveles de mortalidad colectiva algo superiores a los de la gripe?
El Lehendakari también ha vuelto a engañar a los ciudadanos al señalar que "la sociedad nos demanda, además, mantener un equilibrio: salud pública, salud emocional, salud económica, salud social…". Si tan preocupado está el presidente, ¿cuántas nuevas camas hospitaliarias ha creado el Gobierno Vasco para atender la "salud pública"?; ¿en qué medida ha aumentado de forma permanente el Gobierno Vasco el personal médico de nuestros hospitales ante un virus con el que "vamos a convivir largamente?. Por cierto, ante la situación apocalíptica que día tras día nos plantean Íñigo Urkullu y el resto de su Gobierno, ¿cuántos hospitales nuevos ha creado en los dos largos años que dura ya su pretendida pandemia?. Y otra cuestión: ¿Por qué ha de preocupar el Gobierno Vasco de la gestión de las "emociones" de sus ciudadanos?; ¿Sigue el Ejecutivo autonómico con esa obsesión infantil, ignorante y ridícula iniciada por la Diputación Foral de Guipúzcoa en su momento de convertir al País Vasco en el primer territorio del mundo que incluye la "inteligencia emocional" (ese bobadita de millonarios tan querida por Jonan Fernández) en la gestión integral del territorio?
En una cosa sí tiene razón el Lehendakari. En la existencia de importantes niveles de "populismo y demagogia" (y de cosas mucho peores) en una región dominada en su totalidad por nacionalistas radicales, proetarras y fuerzas de extrema-izquierda. De ese caldo de cultivo han salido la mayor parte de los demagogos, cesaristas, caudillistas y arrogantes que hemos padecido en los últimos meses en el País Vasco, que son los miembros del Ejecutivo y sus voceros periodísticos, tanto y tan bien subvencionados.












