Colaborador en la coordinación de la Red Española de Laboratorios de Alerta Biológica (RE-LAB)
Luis Enrique Martín Otero: “Agentes patógenos podrían escapar de los laboratorios de armas biológicas de Ucrania como consecuencia de una explosión o de un ataque”
![[Img #21640]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/03_2022/2252_luis-enrique-martin-otero.png)
El 13 de marzo de 2020, apenas 12 horas antes de que el Gobierno decretara el primer Estado de Alarma por la amenaza del Covid, el coronel veterinario Luis Enrique Martín Otero, colaborador de Visavet en la coordinación de la Red Española de Laboratorios de Alerta Biológica (RE-LAB) y uno de los principales expertos del país en armas biológicas, bioterrorismo, contaminaciones víricas y pandemias, hablaba con La Tribuna del País Vasco y describía a la perfección lo que iba a venir. “No salgan de casa”, dijo, y añadió: “El virus se va expandiendo, se espera que en las próximas semanas siga extendiéndose, es más grave que la gripe, con quien se le compara repetidamente, y tiene un grado de mortalidad elevado en determinados rangos de población”. Un dibujo perfecto de la situación.
Hoy, Luis Enrique Martín Otero analiza con la misma claridad la posibilidad de que estalle un conflicto bélico biológico como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania. “Hay motivos para la preocupación porque nos hallamos, en todo el mundo, ante Gobiernos que no respetan las convenciones, los tratados o los acuerdos internacionales. La rotura de los pactos firmados no tiene consecuencias, y cuando eso ocurre, puede pasar cualquier cosa. Por iniciativa directa de alguien o en forma de efectos colaterales”.
En este sentido, Martín Otero recuerda que la existencia en Ucrania de laboratorios de investigación dedicados al desarrollo de bioarmas de alto nivel no es una teoría de la conspiración sino una realidad que se remonta a los años setenta del pasado siglo XX, cuando la antigua URSS puso en marcha, en 1973, un programa de desarrollo de armas biológicas denominado Biopreparat.
El proyecto, surgido bajo la presidencia de Leónidas Breznev, fue la mayor agencia de guerra biológica de la Unión Soviética y consistió en una extensa red de laboratorios secretos que se extendía por todo el país, cada uno de ellos centrado en el estudio de un agente patógeno concreto. Los 30.000 empleados de estos centros de investigación produjeron armas biológicas basadas en virus y bacterias tan peligrosos como el ébola, la viruela, la peste bubónica o el ántrax. De hecho, en abril de 1979, un importante brote de ántrax pulmonar (carbunco) estalló en la ciudad de Sverdlovsk (hoy Ekaterimburgo) causando la muerte de 120 personas. Los soviéticos trataron de silenciar lo sucedido, pero los detalles se filtraron a Occidente en 1980, cuando el diario alemán Bild Zeitung publicó una detallada información sobre el accidente.
En 1989, el experto soviético en armas biológicas Vladimir Pasechnik desertó a Occidente, advirtiendo de la presencia de este programa clandestino de armas biológicas en la antigua URSS. Según Pesechnik, el programa soviético era unas 10 veces mayor que lo sospechado por EEUU y esto se confirmó en 1992 con la deserción del coronel Kanatjan Alibekov, que había sido el director de Biopreparat desde 1988 a 1992 y que aseguró que en aquella fecha el desarrollo de nuevas cepas de superarmas de ingeniería genética aún continuaba.
“Pero, con la desintegración de la antigua URSS”, explica Luis Enrique Martín Otero, “muchos de estos laboratorios que formaban la red Biopreparat quedaron sin control, lo que suponía un riesgo mayúsculo porque lo que realmente quedaba sin vigilancia eran patógenos extraordinariamente peligrosos que podían perderse por fallos en la seguridad, que podían ser robados para ser vendidos a otros países o que, incluso, podían acabar en manos de diferentes organizaciones terroristas, ya que algunas de éstas llevan décadas intentando conseguir este tipo de armas”.
“A lo largo de los últimos años, EEUU ha estado actuando en los laboratorios biológicos existentes en Ucrania, y en otros países, en forma de colaboración para, en principio, controlar los patógenos existentes. Esto es algo habitual y, de hecho, el laboratorio de la ciudad china de Wuham, desde donde presuntamente pudo haberse escapado por accidente el Sars-COV-2, causante del Covid, también llevaba tiempo dedicado al estudio de los coronavirus bajo la dirección de un complejo militar y civil norteamericano”.
“Por este motivo, cuando Rusia denuncia la presencia de Estados Unidos en los laboratorios armamento biotecnológico de Ucrania es cierto. Pero solo es una cara de la moneda. Porque lo que también es verdad es que la labor de EEUU parece que ha servido para mantener controlados patógenos extremadamente peligrosos, aunque parece ser que determinados virus veterinarios podrían no estar controlados del todo, lo que hace surgir la amenaza siempre temible de un proceso de zoonosis (transmisión de virus animales a los seres humanos y su expansión a través de éstos)”.
En opinión del coronel veterinario Luis Enrique Martín Otero, no solo es preocupante un posible uso de armas biológicas en la guerra de Ucrania, sino que lo que resulta más alarmante es la posibilidad de que, como consecuencia de bombardeos o de ataques indiscriminados, algunos de estos centros de investigación se queden sin suministro eléctrico o de agua, lo que podría provocar una grave fuga de agentes biológicos extremadamente peligrosos. “En mi opinión, esto es lo auténticamente preocupante. No creo que Rusia vaya a utilizar armas biológicas porque, por su propia definición, estos ataques tienen unas consecuencias muy difíciles de controlar y, con toda probabilidad, dada la cercanía geográfica existente entre ambos países, los ciudadanos rusos también se verían perjudicados por un ataque de estas características”.
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El 13 de marzo de 2020, apenas 12 horas antes de que el Gobierno decretara el primer Estado de Alarma por la amenaza del Covid, el coronel veterinario Luis Enrique Martín Otero, colaborador de Visavet en la coordinación de la Red Española de Laboratorios de Alerta Biológica (RE-LAB) y uno de los principales expertos del país en armas biológicas, bioterrorismo, contaminaciones víricas y pandemias, hablaba con La Tribuna del País Vasco y describía a la perfección lo que iba a venir. “No salgan de casa”, dijo, y añadió: “El virus se va expandiendo, se espera que en las próximas semanas siga extendiéndose, es más grave que la gripe, con quien se le compara repetidamente, y tiene un grado de mortalidad elevado en determinados rangos de población”. Un dibujo perfecto de la situación.
Hoy, Luis Enrique Martín Otero analiza con la misma claridad la posibilidad de que estalle un conflicto bélico biológico como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania. “Hay motivos para la preocupación porque nos hallamos, en todo el mundo, ante Gobiernos que no respetan las convenciones, los tratados o los acuerdos internacionales. La rotura de los pactos firmados no tiene consecuencias, y cuando eso ocurre, puede pasar cualquier cosa. Por iniciativa directa de alguien o en forma de efectos colaterales”.
En este sentido, Martín Otero recuerda que la existencia en Ucrania de laboratorios de investigación dedicados al desarrollo de bioarmas de alto nivel no es una teoría de la conspiración sino una realidad que se remonta a los años setenta del pasado siglo XX, cuando la antigua URSS puso en marcha, en 1973, un programa de desarrollo de armas biológicas denominado Biopreparat.
El proyecto, surgido bajo la presidencia de Leónidas Breznev, fue la mayor agencia de guerra biológica de la Unión Soviética y consistió en una extensa red de laboratorios secretos que se extendía por todo el país, cada uno de ellos centrado en el estudio de un agente patógeno concreto. Los 30.000 empleados de estos centros de investigación produjeron armas biológicas basadas en virus y bacterias tan peligrosos como el ébola, la viruela, la peste bubónica o el ántrax. De hecho, en abril de 1979, un importante brote de ántrax pulmonar (carbunco) estalló en la ciudad de Sverdlovsk (hoy Ekaterimburgo) causando la muerte de 120 personas. Los soviéticos trataron de silenciar lo sucedido, pero los detalles se filtraron a Occidente en 1980, cuando el diario alemán Bild Zeitung publicó una detallada información sobre el accidente.
En 1989, el experto soviético en armas biológicas Vladimir Pasechnik desertó a Occidente, advirtiendo de la presencia de este programa clandestino de armas biológicas en la antigua URSS. Según Pesechnik, el programa soviético era unas 10 veces mayor que lo sospechado por EEUU y esto se confirmó en 1992 con la deserción del coronel Kanatjan Alibekov, que había sido el director de Biopreparat desde 1988 a 1992 y que aseguró que en aquella fecha el desarrollo de nuevas cepas de superarmas de ingeniería genética aún continuaba.
“Pero, con la desintegración de la antigua URSS”, explica Luis Enrique Martín Otero, “muchos de estos laboratorios que formaban la red Biopreparat quedaron sin control, lo que suponía un riesgo mayúsculo porque lo que realmente quedaba sin vigilancia eran patógenos extraordinariamente peligrosos que podían perderse por fallos en la seguridad, que podían ser robados para ser vendidos a otros países o que, incluso, podían acabar en manos de diferentes organizaciones terroristas, ya que algunas de éstas llevan décadas intentando conseguir este tipo de armas”.
“A lo largo de los últimos años, EEUU ha estado actuando en los laboratorios biológicos existentes en Ucrania, y en otros países, en forma de colaboración para, en principio, controlar los patógenos existentes. Esto es algo habitual y, de hecho, el laboratorio de la ciudad china de Wuham, desde donde presuntamente pudo haberse escapado por accidente el Sars-COV-2, causante del Covid, también llevaba tiempo dedicado al estudio de los coronavirus bajo la dirección de un complejo militar y civil norteamericano”.
“Por este motivo, cuando Rusia denuncia la presencia de Estados Unidos en los laboratorios armamento biotecnológico de Ucrania es cierto. Pero solo es una cara de la moneda. Porque lo que también es verdad es que la labor de EEUU parece que ha servido para mantener controlados patógenos extremadamente peligrosos, aunque parece ser que determinados virus veterinarios podrían no estar controlados del todo, lo que hace surgir la amenaza siempre temible de un proceso de zoonosis (transmisión de virus animales a los seres humanos y su expansión a través de éstos)”.
En opinión del coronel veterinario Luis Enrique Martín Otero, no solo es preocupante un posible uso de armas biológicas en la guerra de Ucrania, sino que lo que resulta más alarmante es la posibilidad de que, como consecuencia de bombardeos o de ataques indiscriminados, algunos de estos centros de investigación se queden sin suministro eléctrico o de agua, lo que podría provocar una grave fuga de agentes biológicos extremadamente peligrosos. “En mi opinión, esto es lo auténticamente preocupante. No creo que Rusia vaya a utilizar armas biológicas porque, por su propia definición, estos ataques tienen unas consecuencias muy difíciles de controlar y, con toda probabilidad, dada la cercanía geográfica existente entre ambos países, los ciudadanos rusos también se verían perjudicados por un ataque de estas características”.











