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Pedro Chacón
Sábado, 07 de Enero de 2023 Tiempo de lectura:

Los talibanes iconoclastas de Euskaltzaindia (y II)

Y si nos vamos a la provincia de Guipúzcoa y dividimos los topónimos como en el capítulo anterior en el que tratábamos de Vizcaya, esto es, entre los que solo han puesto grafía eusquérica al nombre preexistente y los que lo han cambiado completamente, en ambos casos con la consiguiente ruptura de la conexión tradicional entre topónimo y apellido, nos encontramos con los siguientes ejemplos:

 

Lazcano es un apellido importante, dentro de las dimensiones de los apellidos vascos. Lo portan 1788 personas de primero y 1882 de segundo. Se extiende por 36 provincias españolas, siendo las vascas y Navarra las que se llevan la mayoría, con 1031 y 1079 de primero y segundo respectivamente. El caso es que el topónimo actual, Lazkao, no lo porta nadie.

 

Motrico lo portan 28 de primer apellido y 38 de segundo, algunas de ellas residentes en Cádiz, aunque la mayoría en Vizcaya y Guipúzcoa. El apellido Mutriku, que es el topónimo oficial ahora, no lo porta nadie.

 

Oñate es otro apellido histórico y, por lo tanto, extenso, con 2708 portadores de primero y 2681 de segundo, presente en 43 provincias españolas. En el País Vasco y Navarra tiene 373 portadores de primer apellido y 345 de segundo. Donde más presente está es, por este orden, en Madrid, Cádiz, Barcelona, Vizcaya, Murcia, Valencia y Sevilla. En cambio, el topónimo oficial hoy, Oñati, no tiene portadores, rompe la tradición, se queda como una isla desierta en la conexión histórica entre topónimos y apellidos.

 

Rentería tiene 1136 portadores de primer apellido y 1053 de segundo, que están repartido en 35 provincias españolas. En las provincias vascas y Navarra tiene 386 de primer apellido y 323 de segundo. Donde más en Vizcaya, pero no obstante, hay muchos más fuera de País Vasco y Navarra, o sea en el resto de España. El caso es que Errenteria, que es la forma eusquérica oficial que le han puesto al municipio, rompe por completo la relación topónimo-apellido y, como era de prever, no tiene nadie que se apellide así. Ni siquiera el actual lendacari Urkullu, que se apellida Rentería de segundo, ha dado ejemplo cambiándoselo. Pero el nombre del municipio sí que lo han cambiado.

 

El municipio de Legazpi, apellido histórico del fundador de Manila, se ha sustituido por Legazpia. Las consecuencias son obvias. El apellido Legazpi lo portan 251 personas de primero y 279 de segundo, repartidas por 10 provincias españolas, donde más con diferencia en Madrid seguido de Asturias. En las provincias vascas solo está en Vizcaya, con 16 y 13 portadores respectivamente. En Navarra no está tampoco. En cambio, Legazpia, el nombre actual, solo lo portan como apellido 24 y 12 personas de primero y segundo respectivamente, la mayoría en Álava y algunas en Guipúzcoa.

 

Y en cuanto a cambios drásticos, tenemos el ejemplo de Salinas de Léniz, que desde tiempos inmemoriales se llamaba así, en concreto la primera referencia que nos da la propia Euskaltzaindia es del año 947 nada menos, y así se mantiene sin interrupción durante seis siglos hasta la obra de Isasti (Compendio historial de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa) que es del año 1625, y donde junto a Salinas aparece Gatzaga por primera vez. La denominación actual es Leintz Gatzaga, que es la traducción al eusquera de los términos originales con los que desde siempre se denominaba la localidad. Aquí no se puede recurrir, por tanto, al argumento de la antigüedad de la denominación, como se ha hecho por ejemplo con un par de casos que veremos luego, como los de Vitoria/Gasteiz o Salvatierra/Agurain. Aquí la razón es única y exclusivamente lingüística y ejecutada en la actualidad por preferencia puramente ideológica.

 

De Álava ya dijimos al principio de este tema que vamos a considerar solo la redenominación de sus municipios, que son 51 y de los que solo 9 se salvaron de ser alterados. De sus más de cuatrocientos concejos no vamos a ocuparnos por ahora. Para Álava el cambio de Salvatierra por Agurain es justificado por investigadores del prestigio de José María Jimeno Jurio, que decía que así era como se llamaba Salvatierra antes de la fundación de la villa por Alfonso X el Sabino en 1256 y así era como quedó en la tradición de sus habitantes. José María Jimeno Jurio por argumentaciones como esta, entre otras, es por lo que luego recibiría el premio Sabino Arana de manos del PNV en 1997. Hoy el pueblo tiene las dos denominaciones oficiales. El mismo caso es el de Mondragón con Arrasate, por ejemplo.

 

Con Vitoria/Gasteiz pasa lo mismo. Gasteiz era un pequeño poblado, parece ser, situado donde luego se empezó a expandir la ciudad de Vitoria a raíz de su fundación en 1181 por Alfonso X el Sabio. Decir ocho siglos después que el nombre de Vitoria fue una imposición o que el auténtico nombre de la ciudad es el de un minúsculo poblado que, de no ser por la fundación del rey sabio habría permanecido en el más absoluto anonimato, no tiene ni pies ni cabeza, pero así es como va la cosa. De hecho, Gasteiz ni siquiera siguió usándose después por los hablantes, ni siquiera por los eusquéricos, por lo que no se mantuvo en la tradición de los moradores del municipio, como dice Jimeno Jurio que pasó con Agurain, Arrasate y otros.

 

Alegría de Álava ha pasado a ser Alegría-Dulantzi, siendo Dulantzi un término de clara ascendencia latina, solo que eusquerizado luego con la fórmula –tz-, de la que ya hablamos en esta serie en “El síndrome del averchale sobrado”.

 

Con Aramayona la influencia de Euskaltzaindia y del nacionalismo vasco está consiguiendo el efecto de que los apellidados así vayan pasando poco a poco a apellidarse Aramaio, que es el nombre oficial del municipio en eusquera. Esto solo puede ocurrir con apellidos con muy pocos portadores, que son la mayoría de los eusquéricos, que no pasan de 100 portadores en muchos casos. Y a ello se suma la influencia del entorno sociolingüístico, que es muy notable en Aramayona, al ser el único municipio alavés incluido en la asociación de municipios eusqueroparlantes (UEMA) y eso tiene influencia decisiva en el caso. De hecho, las personas apellidadas Aramayona son 31 con primer apellido y 49 con segundo, la mayor parte de ellas residentes fuera del País Vasco y Navarra, concretamente en Madrid, Valladolid y Zaragoza. Obsérvese la diferencia de número entre primero y segundo apellido, por el efecto de que son los primeros apellidos los que tienden a eusquerizarse, por ser más visibles. Las personas apellidadas Aramaio son 44 de primer apellido y 43 de segundo, la mayoría residentes en Vizcaya y alguna en Guipúzcoa, pero curiosamente ninguna en Álava, que es donde está el municipio.

 

Arceniega tiene 17 y 16 portadores de primer y segundo apellido respectivamente, residentes en Vizcaya y Álava. Artziniega, que es el nombre oficial del municipio en eusquera, no tiene portadores, como era previsible.

 

Lo de Ayala es más escandaloso si cabe. Un topónimo que corresponde a un apellido eusquérico de los grandes, puesto que lo portan 17.000 personas como primer apellido y otras tantas, en números redondos, como segundo. Que está presente en todas las provincias españolas menos en Palencia. Y que ha sido sustituido como nombre oficial eusquérico por Aiara, que, como cabía esperar, no tiene a nadie apellidado así, al carecer de trayectoria histórica.

 

Baños de Ebro es Mañueta en eusquera. Mañueta es un neotopónimo, o sea, un invento. Había que ponerle un nombre en eusquera a la localidad como fuera, había que rebautizarla. Y este es el nombre que eligieron para hacerlo. Ni más ni menos.

 

El nombre del municipio de Lanciego también funciona como apellido. Al ponerle Lantziego en eusquera, le han amputado esa conexión. No está recogido tampoco en el Nomenclátor de Euskaltzaindia, como la gran mayoría de los topónimos vascos que también funcionan como apellidos y que estamos relacionando aquí. Lanciego lo portan 115 personas de primer apellido y 106 de segundo, de las cuales la mitad, más o menos, residen en Navarra y el resto, por este orden, en Madrid, Guipúzcoa, Zaragoza, Ávila y Valencia. En Álava y Vizcaya no hay (o al menos no llegan a 5 los portadores en cada una de ellas).

 

El municipio de Oquendo lo han desfigurado conviertiéndolo en Okondo, cuando Oquendo tiene una prosapia histórica importante, por dar nombre al famoso marino Antonio de Oquendo y Zandategui (San Sebastián, 1577 – La Coruña, 1640). Su padre, Miguel de Oquendo, también fue capitán general de la Armada real de Guipúzcoa. El apellido Oquendo lo portan 419 personas de primero y 475 de segundo, que residen en 22 provincias españolas, donde más en Madrid, seguida de Barcelona, Valencia y Murcia. En País Vasco y Navarra solo hay en total 15 personas apellidadas Oquendo de primero y 23 de segundo.

 

Al municipio de Villabuena de Álava le han endosado como denominación en eusquera un término tan absurdo como Eskuernaga, que hasta suena mal. Recomiendo la lectura del artículo de mi colega y amigo Xabier Zabaltza, en El Correo de 7 de junio de 2011 titulado “Esquizoglosia”, que aplicado al caso vasco viene a significar “la presunción de que el euskara es algo intrínsecamente opuesto al castellano. Tal principio se deja sentir tal vez más que en otros ámbitos en la toponimia, especialmente en la de las zonas de Vasconia donde no se habla vascuence desde hace siglos. Cuando un pueblo no tiene en euskara un nombre distinto al castellano, hay que inventárselo”. En ese artículo, además de referirse a otros casos parecidos, se cita Eskuernaga también, ocurrencia que para el autor es un “puro dislate.” En realidad, Xabier Zabaltza del caso que más habla en “Esquizoglosia” es del de Biasteri, término eusquérico disputado por los municipios de Laguardia y Lanciego, hasta que al final el primero ha acabado llamándose Guardia en eusquera mientras que Biasteri sirve para denominar en eusquera a la pedanía de Viñaspre, en Lanciego.

 

El caso de Villarreal de Álava consiste en que no contentos con ponerle Legutiano, que es el antiquísimo nombre del municipio, previo a su fundación como villa en 1333 y que ni siquiera tiene origen eusquérico, al parecer, sino más bien latino, al cabo de treinta años lo cambiaron por Legutio, que les parecía más eusquérico todavía. Ni que decir tiene que ni Legutiano, ni mucho menos Legutio, existen como apellidos.

 

Y de momento lo voy a dejar aquí, porque en este tema de los topónimos vascos se han hecho tantas barrabasadas que casi es mejor ir tomándoselo poco a poco, sin olvidarlo nunca, eso sí, para no darles a los causantes de semejante atropello histórico y cultural ni un momento de tregua: no se lo merecerían en ningún caso, por ignorantes y por irresponsables.

 

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