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Winston Galt
Miércoles, 14 de Agosto de 2024 Tiempo de lectura:

¿Policía?, ¿Qué policía?

Escribe Stefan Zweig en la escalofriante biografía de Joseph Fouché que éste descubrió la dura y fría palanca con la que superaría las peores crisis: el desprecio a la gente.

 

Hoy, nuestros gobernantes no son más que pálidos reflejos de ese genio del mal que fue Fouché, paradigma del hombre de Estado. Son pálidos reflejos porque no necesitan su genio para el mal, sino que pueden ejercerlo burda y torpemente porque han aprendido algo que a Fouché, cuando aún la prensa no era un miembro ejecutor del poder, se le escapó: que no necesitan disimular.

 

El secreto de nuestros gobernantes actuales es que han comprendido que ese desprecio no pasa factura electoral, que las sociedades occidentales han aprendido la sumisión en su inmensa mayoría y que si Gramsci acertó cuando dijo que había que hacer socialistas ellos han aprendido que haciendo socialistas se hacen esclavos.

 

Tales gobernantes lo han aprendido a fuerza de ver cómo en sucesivas elecciones las masas de ganado ciudadano continúan votando las mismas políticas. Se suceden los gobiernos, hagan lo que hagan, en una especie de cansada y displicente sucesión aburrida, de modo que los que se van no se ven expulsados por sus errores y condenados sino que se asientan en otras capas de poder de la misma Industria Política, y los que llegan no tienen el menor incentivo para hacerlo bien, pensando en el corto plazo y en el cumplimiento estricto del pensamiento correcto y de las políticas woke, les basta con cubrir el expediente ante la opinión publicada con cruel desprecio del sufrimiento que eso pueda acarrear a las clases medias y bajas autóctonas, y enriquecerse lo más y mejor posible y asegurarse una buena salida, hacer contactos y despachar las agendas internacionales de modo que te vayas con una palmadita en la espalda de buen progresista. No importa si los partidos son socialistas declarados o reales (populares). ¿Los electores? ¿Qué importan si siempre votan lo mismo, se cometan desde el poder más o menos crímenes contra ellos?

 

Ningún escritor ni pensador ha escrito jamás una metáfora mejor de la Europa de hoy que ese vídeo de la policía alemana en el que un agente aplasta contra el suelo a un alemán que protestaba por la violencia islámica instalada en su sociedad mientras un musulmán apuñala por la espalda al policía hasta la muerte.

 

Ésta es la Europa que están dejando, como un reguero de sangre, nuestros políticos. El ejemplo más palpable de lo que va a ocurrir en toda Europa está sucediendo tras los asesinatos de unas niñas en la localidad de Rotherham. Parece confirmada la noticia de que una banda de musulmanes había abusado de cientos de niñas sin que nadie denunciara pese a saberlo media ciudad, servicios sociales y policía incluidos. Es una colusión entre el islamismo y el Estado que ya denunciamos en Frío Monstruo hace años sin que nadie quisiera ver lo que se avecinaba y ya está ocurriendo.

 

Europa está en guerra civil, y los culpables son los políticos que nos gobiernan desde hace tres décadas.

 

No podemos aceptar que se tratara de decisiones erróneas tomadas con buena voluntad. Al contrario, sabían lo que estaban haciendo y por qué, como demuestra la actitud del gobierno británico: el nuevo primer ministro (no descarto que en el Reino Unido algún día sea juzgado por traición, esperanza que no tendría en España), está decidido a perseguir los delitos de opinión de los británicos que se atreven a protestar; Starmer ha amenazado a los ingleses que digan algo contra los musulmanes, a pesar de que éstos ya campan a sus anchas con armas blancas, alentados por la impunidad que les procuran las policías y estamentos judiciales del país. La maquinaria de policía y jueces colaboran con la opresión acríticamente, lo que demuestra que las policías y magistraturas estatales actúan a favor del Estado y en contra de la sociedad y los ciudadanos.

 

El propio Starmer y el alcalde musulmán de Londres coinciden en que el principal problema del país es la islamofobia, como si el sufrimiento que están provocando los musulmanes no afectara a los nacionales o éstos tuvieran que suportarlo por alguna decisión divina, como un castigo bíblico.

 

A las temibles bandas de musulmanes la policía inglesa les dice que están allí para protegerlos; un musulmán dice que hay que cortar el cuello a los ingleses con un megáfono y una charo inglesa jalea su propuesta (habría que analizar la patología de esta mujer, si es sólo fanatismo político o hay implicados oscuros instintos), mientras el ex primer ministro de Escocia pide que se movilice al ejército, no contra las bandas de musulmanes, por supuesto, sino contra los ingleses que protestan porque están siendo masacrados. Mientras tanto, los tribunales condenan a quien protesta en las redes (ya se pide incluso la detención de Elon Musk por permitir que en X se cuente la verdad) a varios años de prisión mientras que los agresores musulmanes, que han provocado lesiones de gravedad con evidente intención homicida son dejados en libertad.

 

Todavía habrá imbéciles que no se den cuenta de que el Reino Unido es la avanzadilla de lo que va a ocurrir en todas partes. Sin ir más lejos, en España, el silencio de los medios sobre lo que está pasando en Inglaterra es clamoroso y criminal. Y cuando se dice algo se achaca a la "estrema derecha", como si el Reino Unido estuviera plagado de nazis. Tampoco hay noticias del genocidio musulmán contra hindúes en Bangladesh ni, por supuesto, de los genocidios de cristianos en África. Por supuesto, se ocultan las noticias o la identidad de los agresores en los ataques ya diarios en nuestro país. La policía y la magistratura están en la misma línea: los que defienden su casa y su propiedad de los ladrones sufren años de prisión y los que mataron en Gorgos a un hombre, por ser musulmanes, ya están en la calle.

 

Pero no es extraño en un país cuya televisión pública retransmite el entierro de un asesino terrorista de Hamás, donde se pacta con fugados de la justicia por dar golpes de Estado y donde un miembro del PNV condenado a nueve años de cárcel sale al cabo de un solo año de cumplimiento.

 

Los europeos no tenemos problemas de convivencia con los hindúes, ni con los chinos, ni con los judíos, ni con los negros no musulmanes. Sin embargo, los musulmanes tienen problemas en todos los lugares del mundo donde se han asentado. Incluso los tienen entre sí.

 

No hay acertijo que descifrar para saber quién sobra.

 

Como dice Hanan Serroukh en este mismo periódico, estamos en una situación de no retorno.

 

Pero los europeos debemos saber que, como en Frío Monstruo, se organizan privada y clandestinamente para defenderse o no tendrán quién los defienda, pues no hay autoridad política que ordene defendernos y nuestra policía y nuestra magistratura, mayoritariamente, están con la invasión.

 

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