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Martes, 29 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:
El día que el sol apagó España

El fanatismo verde del Gobierno de Pedro Sánchez provocó el gran apagón

[Img #27916]A las 12:35 horas del lunes 28 de abril, España se sumió en el silencio. En apenas cinco segundos, el equivalente al 60% de la generación eléctrica del país se desvaneció como por arte de magia. No hubo aviso previo, no hubo tiempo de reacción. El mundo tal y como lo conocemos, con toda su inmensa dependencia energética, se evaporó en un instante.

 

Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia... Ciudades enteras se paralizaron bajo un sol abrasador que, paradójicamente, había estado alimentando con su energía el sistema eléctrico español durante toda la mañana. Las pantallas se apagaron, los ascensores se detuvieron entre pisos, los semáforos se extinguieron. Todo quedó congelado en el tiempo, como si alguien hubiera pulsado el interruptor general de un país entero.

 

"Estaba en el metro cuando sucedió", relata Sofía Mendoza, administrativa de 34 años. "Primero fueron las luces, luego el vagón se detuvo entre estaciones. Nadie sabía qué pasaba. Los minutos se hicieron eternos hasta que finalmente nos evacuaron por los túneles oscuros, iluminados apenas por las linternas de los móviles y el personal de emergencia".

 

Lo que Sofía describe es solo una instantánea del mayor apagón sufrido por Europa en su historia reciente, un "cero energético" que afectó no solo a España sino también a Portugal y partes de Francia, dejando a decenas de millones de personas sin electricidad y provocando un estado de emergencia nacional en la península ibérica.

 

15 gigavatios evaporados en 15 segundos

 

Para entender la magnitud del desastre, bastan algunas cifras: en apenas 15 segundos desaparecieron 15 gigavatios del sistema eléctrico español. Es como si toda la electricidad que consumen simultáneamente Madrid, Barcelona y Valencia se hubiera evaporado instantáneamente.

 

Los hospitales activaron generadores de emergencia, los aeropuertos cancelaron vuelos, las redes de telefonía móvil colapsaron. El sistema ferroviario quedó completamente paralizado, dejando trenes detenidos en medio de vías. En las ciudades, el caos se apoderó del tráfico sin semáforos. Las imágenes de cientos de personas evacuadas de los túneles del metro a través de oscuros pasadizos recorrieron el mundo.

 

"Fue como si volviéramos al siglo XIX", explica José Martínez, profesor de historia de 45 años, mientras hace cola para comprar generadores y baterías en un comercio de Madrid. "Sin Internet, sin teléfonos, sin cajeros automáticos ni formas de pago electrónico... De repente, el efectivo y las radios de pilas se convirtieron en los objetos más valiosos".

 

La cronología del colapso

 

La reconstrucción de los hechos, según los datos preliminares de Red Eléctrica Española (REE), muestra una secuencia de acontecimientos vertiginosa:

 

  • 12:32 horas: El sistema eléctrico español operaba con normalidad. En ese momento, la generación solar suponía un impresionante 65% del total, con 19.155 MW de un total de 29.110 MW, "una cifra atípicamente elevada", según reconocería posteriormente REE.

 

  • 12:32 + 1 segundo: Se produce una primera desconexión de generación que perturba las variables del sistema. El sistema, aparentemente, logra recuperarse.

 

  • 12:32 + 2,5 segundos: Una segunda desconexión similar desencadena "un fenómeno masivo de desconexión".

 

  • 12:35 horas: La cascada de fallos culmina en un "cero tensión" generalizado. España entera se apaga. Entre ese momento y los segundos previos se habían desconectado 10,2 GW de energía solar, 3,87 GW de nuclear (la totalidad de las centrales que permanecían operativas) y 1,35 GW de eólica.

 

"Lo que vivimos fue un efecto dominó clásico", explica Lucía Rodríguez, ingeniera especializada en sistemas eléctricos. "Una perturbación inicial que, en circunstancias normales, hubiera sido absorbida por el sistema, provocó una reacción en cadena que acabó arrastrando todas las fuentes de generación".

 

El sol que nos apagó

 

La ironía no pasa desapercibida: el apagón se produjo en uno de los momentos de mayor producción de energía solar de la historia de España. El sol brillaba con intensidad sobre los vastos campos de paneles fotovoltaicos que se extienden por la península ibérica, produciendo electricidad a ritmos récord.

 

De hecho, en varias jornadas de abril, España había experimentado lo que los expertos llaman "precios negativos" en el mercado mayorista de electricidad. Un fenómeno paradójico donde hay tanta electricidad disponible que los generadores tienen que pagar para que alguien la consuma.

 

Y es precisamente ahí, en esa abundancia, donde muchos expertos coinciden en señalar el origen del problema.

 

"No es casualidad que esto ocurra ahora", afirma Carlos Sánchez, analista energético independiente. "España ha experimentado un crecimiento exponencial en la instalación de paneles solares fotovoltaicos hasta convertirse en la principal fuente en potencia instalada con 33,7 GW, superando a la eólica y a los ciclos combinados. Pero este despliegue masivo no ha venido acompañado de una inversión equivalente en sistemas de almacenamiento o mecanismos de flexibilidad".

 

Para los profanos en la materia, la explicación técnica puede resultar árida, pero es fundamental para entender lo sucedido: el sistema eléctrico necesita lo que los expertos denominan "inercia" para mantener su estabilidad.

 

La inercia, en términos eléctricos, es como los amortiguadores de un coche: absorben los impactos y mantienen el vehículo estable. En un sistema eléctrico, esta inercia la proporcionan tradicionalmente los grandes generadores con partes giratorias —como las turbinas que funcionan con gas, carbón o energía hidroeléctrica.

 

El problema es que las energías renovables como la solar fotovoltaica y, en menor medida, la eólica, carecen de esta inercia natural. La solar, específicamente, no tiene absolutamente ninguna.

 

"En un entorno de baja inercia, la frecuencia puede cambiar mucho más rápido", explica Kathryn Porter, analista energética independiente citada en medios internacionales. "Si has tenido una falla significativa en la red en un área, los operadores de la red tienen menos tiempo para reaccionar. Eso puede conducir a fallos en cascada si no puedes controlarlo rápidamente".

 

Ahí radica la vulnerabilidad del sistema español en aquel fatídico mediodía: con la generación nuclear fuera de servicio y los ciclos combinados con baja carga para acomodar las renovables en las horas centrales del día, el sistema carecía de la potencia de inercia necesaria para absorber las oscilaciones que se produjeron.

 

"Es como conducir un coche sin amortiguadores por una carretera llena de baches", ilustra Miguel Álvarez, ingeniero eléctrico. "Cualquier perturbación, por pequeña que sea, puede hacer que pierdas el control del vehículo".

 

La transición energética en la encrucijada

 

El gran apagón ha reabierto de manera dramática el debate sobre la transición energética en España y Europa. El fanatismo ecologista del Gobierno de Pedro Sánchez ¿ha obligado al país a avanzar demasiado rápido hacia las renovables sin asegurar la estabilidad del sistema?

 

Los datos son reveladores: hace dos décadas, más del 80% de la energía española procedía de combustibles fósiles como el carbón y el gas, así como de la energía nuclear. La solar y la eólica proporcionaban menos del 5%. Para 2023, las energías renovables ya representaban el 50,3% del suministro eléctrico.

 

Y el lunes del apagón, justo antes del colapso, la energía solar proporcionaba aproximadamente el 53% de la electricidad española, con otro 11% procedente de la eólica, según datos de Red Eléctrica. El gas sólo aportaba alrededor del 6%.

 

"No estamos en contra de las renovables, todo lo contrario", aclara Ramón Pérez, experto en planificación energética. "Pero la transición debe ser ordenada y garantizar la seguridad del suministro. Necesitamos sistemas de almacenamiento masivo, interconexiones más robustas con el resto de Europa y, probablemente, mantener operativas algunas centrales convencionales como respaldo durante más tiempo del previsto".

 

Las consecuencias del apagón ibérico se han dejado sentir mucho más allá de las fronteras españolas. En Portugal, la empresa de agua EPAL advirtió que los suministros también podrían verse interrumpidos. Miles de turistas británicos quedaron atrapados en aeropuertos españoles y portugueses.

 

Para restablecer el suministro, España tuvo que activar medidas de emergencia, incluida la puesta en marcha de plantas hidroeléctricas en todo el país y la importación de energía a través de cables gigantes con Francia y Marruecos.

 

El apagón ibérico ha encendido todas las alarmas en el Reino Unido, donde el secretario de Energía, Ed Miliband, había diseñado planes para descarbonizar el sistema energético británico para 2030, lo que requerirá un enorme cambio hacia la energía renovable y convertirá al Reino Unido en uno de los países que adopten el objetivo "cero emisiones netas" más rápidamente en el mundo.

 

"Necesitamos conocer las causas exactas, pero esto debería verse como una llamada de atención para los fundamentalistas ecológicos", declaró Richard Tice, líder adjunto del partido Reform y portavoz de energía. "Las redes eléctricas necesitan operar dentro de parámetros estrictos para mantenerse estables. La producción de energía eólica y solar, por el contrario, varía enormemente durante períodos largos y cortos, por lo que añaden riesgo al sistema".

 

Mientras los expertos debaten sobre las causas y las lecciones a extraer, millones de ciudadanos siguen lidiando con las consecuencias del apagón. Según las últimas estimaciones, la recuperación completa podría llevar días o incluso semanas en algunas zonas.

 

En Madrid y en otra grandes ciudades, escenas dignas de una película postapocalíptica se vivieron durante las primeras horas: semáforos apagados causando embotellamientos monumentales, personas haciendo cola durante horas para conseguir agua embotellada, efectivo o combustible, vecinos compartiendo radios de pilas para estar informados.

 

Los servicios de emergencia realizaron 286 operaciones de rescate solo para liberar a personas atrapadas en ascensores en la capital de España. Incluso el Abierto de Madrid de tenis se vio afectado cuando el tenista británico Jacob Fearnley tuvo que abandonar la pista de arcilla después de que los marcadores y una cámara sobre la pista se vieran afectados.

 

Más allá de los daños materiales y las pérdidas económicas, que se estiman en miles de millones de euros, el apagón dejará cicatrices más profundas en la sociedad española.

 

"Lo que hemos experimentado es un recordatorio brutal de nuestra vulnerabilidad", reflexiona la socióloga Ana Torres. "En una sociedad hiperconectada y dependiente de la tecnología, bastan unos segundos para devolvernos a una realidad que creíamos superada. El trauma colectivo tardará en sanar".

 

El radicalk de extrema izquierda Pedro Sánchez, presidente de España, no ha asumido ninguna responsabilidad y si ha limitado a cuilpar del apagón a "las centrales nuycleares" y a las empresas energéticas "privadas".

 

Mientras tanto, los investigadores continúan analizando los detalles técnicos del colapso. La Agencia de Ciberseguridad de la Unión Europea (ENISA) ya ha descartado un ciberataque, sugiriendo que se trató de un problema técnico o de cableado.

 

Si algo ha dejado claro este episodio sin precedentes es que la transición hacia un modelo energético más limpio y sostenible no está exenta de riesgos. El Tribunal de Cuentas Europeo, un organismo independiente que supervisa el gasto de la UE, había advertido a principios de este mes que el crecimiento de las energías renovables estaba dificultando el equilibrio de las redes de diferentes países.

 

"Las fuentes de energía renovable tienen una mayor intermitencia y variabilidad porque su producción depende de las condiciones meteorológicas, a diferencia de las centrales eléctricas tradicionales que pueden ajustar la producción para satisfacer la demanda. Esto, a su vez, hace que equilibrar el sistema sea más desafiante", señalaba el informe.

 

La pregunta que queda flotando en el aire mientras España recupera lentamente la normalidad es si estamos dispuestos a aprender de esta lección o si, una vez superada la crisis, volveremos a la complacencia verde. El apagón del 28 de abril de 2025 ya ha marcado un antes y un después en la historia energética europea. Lo que aún está por verse es cómo reconfigurará nuestro futuro energético.

 

El sol que aquella mañana alimentaba con su energía el 65% del sistema eléctrico español se puso esa tarde sobre un país sumido en la oscuridad. Una paradoja que resume a la perfección el complejo desafío de nuestra era: cómo avanzar hacia un futuro más sostenible sin dejarnos a oscuras en el camino.

 

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