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Pedro Chacón
Sábado, 24 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

La realidad de la ficción de este País Vasco nacionalista

Observemos el cuadro de apellidos que acompaña a este texto.

 

Está tomado del trabajo titulado “Demografía vasca: de Euskal Herría a Euskal Erial” de los demógrafos Joaquín Leguina y Alejandro Macarrón, que citamos en el artículo anterior.

 

Ahí se puede observar algo que venimos diciendo desde el inicio de esta serie de El balle del ziruelo, esto es, la farsa en la que se basa la ficción de país que nos viene vendiendo el nacionalismo vasco desde los últimos cincuenta años, de 1978 para acá, cuando el PNV y su aliado el brazo político del terrorismo vasco nos empezaron a construir una imagen trucada de país según la cual el País Vasco estaba habitado mayoritariamente por vascos pata negra y los que habíamos venido de otras partes de España con la inmigración, bien por nosotros o por nuestros padres, éramos una especie de añadido sin importancia.

 

Fijémonos para comprobar lo que decimos, en este fragmento de un cuadro de evolución de población que también aparece en el artículo de Leguina y Macarrón citado al principio:

 

[Img #28154]

 

Veamos sobre todo el salto que se da entre 1940 y 1976. En el País Vasco se duplica con creces la población. Y eso no se puede atribuir, salvo en una parte poco significativa, al propio crecimiento vegetativo del País Vasco preexistente. Más si tenemos en cuenta que en el conjunto de España el aumento de población en ese mismo periodo aumenta un 38%, lejos del 111% que supone el aumento del mismo periodo en el País Vasco. Ese aumento de población desmesurado del País Vasco solo se puede deber al acopio intensivo de población de otras partes de España.

 

Pero el nacionalismo vasco debía ocultar esto como fuera para mantener su ficción de país. Y así se explicó la composición del primer Parlamento vasco de la historia, el de 1980, donde había un 80% de parlamentarios con apellido eusquérico, convirtiéndose así en la ejemplificación más evidente de la farsa de país que nos querían transmitir. O de cómo desde entonces para acá, tanto los representantes del PNV como los del brazo político del terrorismo presentaban como candidatos a todos los puestos políticos más relevantes a gentes con apellido eusquérico, en una demostración de supremacismo difícilmente igualable, habida cuenta la realidad del país.

 

Y la realidad del país es la que transmite el gráfico de los primeros 50 apellidos vascos, sin dejarnos la más mínima duda. Hasta ahora teníamos el artículo del demógrafo José Aranda Aznar, que en 1998 ya dejó bastante claro lo que había y que hemos utilizado con profusión en artículos anteriores de esta serie de El balle del ziruelo para demostrar lo evidente que aparece ahí: que las personas en el País Vasco con apellidos eusquéricos son una minoría respecto del total, del mismo modo que en el resto de España hay mayor número de personas con algún apellido eusquérico que en el propio País Vasco y Navarra juntos. Lo que pasa es que en estas últimas provincias están más concentrados, por razones obvias de origen. Pero lo que está claro es que de los 11000 apellidos eusquéricos que contábamos, en números redondos, muchos tienen muy pocos portadores, incluso muchos están en trance de consunción en España, por razones puramente naturales de mestizaje, donde los portadores de apellido eusquérico tienen todas las de perder ante poblaciones mucho más activas reproductivamente. Remito para recordar estos datos numéricos a mi artículo “Nacionalismo vasco, apellidos y poder político”, publicado en esta serie de El balle del ziruelo de La Tribuna del País Vasco el 5 de marzo de 2022.

 

Lo que ahora tenemos, con Pradales y Esteban, lendacari y presidente por el PNV respectivamente, ambos con apellido no eusquérico por primera vez en la historia, es un paripé de proporciones colosales, un perfecto enmascaramiento del supremacismo nacionalista, que pretende, colocando a políticos sin apellido eusquérico en los primeros puestos, intentarnos seguir vendiendo la moto trucada de su ideología con dos personas abducidas para su causa, escogidas de entre las miles y miles que votan nacionalista sin tener apellidos eusquéricos y que han asumido como propio el mensaje de una ideología que se originó para discriminarles. Se trata de un fenómeno característico del País Vasco contemporáneo, digno de figurar en los anales de la superchería y el travestismo universal, que solo se sostiene porque dichas personas viven relativamente bien, con un medio-alto nivel de vida proporcionado por el clientelismo nacionalista y a los que les importa una higa la coherencia de su realidad con lo que ellos defienden. Da vergüenza ajena oírles decir eso de que cuando nosotros los vascos pescábamos ballenas y bacalao en Terranova, como tuvo el rostro de decir Pradales en el último Aberri Eguna, para referirse a los marinos de procedencia vasca que desde la Edad Media recalaban en las costas del Atlántico norte, mientras que los ancestros de Pradales y Esteban destripaban terrones en las tierras meseteñas castellanas. Y a mucha honra. Si vieran ahora cómo estos descendientes suyos reniegan de su propio pasado estoy seguro que se levantarían de su tumba y les darían unas collejas, por mamarrachos.

 

A partir de ahora, con estos Pradales y Esteban, vamos a poder elaborar una verdadera colección de barbaridades y de gilipolleces con lo que digan ambos personajes, que han decidido ignorar su propio pasado, su propia tradición familiar, su propia historia enraizada en Castilla la Vieja y convertirse en perfectos clones de los patanegra como Ortuzar y Urkullu que han dirigido el nacionalismo y a los que estos Pradales y Esteban siguen a pies juntillas, de un modo lamentable, miserable, despersonalizado, alienado.

 

Pero volvamos al gráfico de los apellidos que acompaña este texto (al final).

 

Como pueden observar, en las tres provincias vascas los primeros apellidos, hasta el puesto 11 de 50 en total son todos castellanos.

 

Y si vamos por provincias, de los 50 apellidos que salen ahí, en Álava solo tres son eusquéricos: Aguirre en el puesto 22, Uriarte en el 36 y Ortiz de Zárate el último en el 50. Digamos además que el eusquérico Aguirre (el apellido del primer lendacari nacionalista, José Antonio Aguirre) es mayoritario en el resto de España. De sus más de 21000 portadores de primer apellido, solo hay 8000 en País Vasco y Navarra.

 

En cuanto a Vizcaya, solo hay 6 apellidos eusquéricos entre los 50 primeros. El primero es Bilbao en el puesto 13. También repiten los Aguirre y Uriarte alaveses, a los que se añaden Zabala, Etxebarria y Echevarria. De estos tres tenemos que decir que el apellido Echevarria también está más presente en el resto de España que en el País Vasco y Navarra juntos y que la variante eusquerizada Etxebarria tiene menos de la mitad de portadores que la castellana Echevarria.

 

Y por último Guipúzcoa, la más euscaldunizada de las tres provincias vascas, solo tiene 20 apellidos eusquéricos entre los cincuenta primeros. No aparece Uriarte, específico vizcaíno, ni Ortiz de Zárate, específico alavés. El primero es Larrañaga, en el puesto 12, seguido de Garmendia en el 13, dos apellidos que no llegan a 5000 portadores totales en toda España de primer apellido y muy concentrados en esta provincia. Con el resto de apellidos eusquéricos guipuzcoanos pasa lo mismo, tienen todos menos de esos 5000 portadores totales pero están concentrados en esta provincia.

 

El resultado global es que si sumamos las personas con el primer apellido castellano de las tres provincias que aparecen en ese gráfico, tenemos 498957 personas. Y si sumamos las personas de las tres provincias con el primer apellido eusquérico, nos da 59325. En porcentaje, estamos hablando de que solo un 11,89% de los portadores que se reflejan ahí con los 50 apellidos más repetidos, tienen el primer apellido eusquérico. Por provincias, en Álava son el 2,6%, en Vizcaya el 6,7% y en Guipúzcoa, donde más personas con apellido eusquérico, son el 31,2% los que lo llevan.

 

Y este es el panorama apellidístico y humano que tenemos. Ignorarlo es de locos, porque da lugar a distorsiones y desfocalizaciones que están llevando a los nacionalistas, y con ellos a todos los demás, a construir un país falso, montado sobre una ficción, sobre una ilusión, sobre un espejismo. Que nos está llevando a todos directamente a la catástrofe.

 

Y lo más terrible es que todavía me encuentro con gente –incluso pretendidamente muy bien informada– que no sabe este dato de la proporción apellidística real del País Vasco y que lo reciben con sorpresa. Está claro que tenemos que seguir insistiendo en su conocimiento dado que no contamos con medios masivos que difundan el mensaje de esta realidad vasca ocultada por el nacionalismo. Pero nadie dijo que fuera fácil tumbar un régimen que lleva 50 años contándonos mentiras. Es como si todo este tiempo el País Vasco hubiera estado gobernado por sucesivos Pedros Sáncheces con boina: imaginemos lo que eso significa.

 

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