Cuando un importante visitante interestelar desaparece de la vista (y del discurso oficial)
El cometa fantasma: un silencio inquietante sobre el 3I/ATLAS
![[Img #28994]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2025/5944_screenshot-2025-10-04-at-19-07-45-el-cometa-interestelar-3i_atlas-multiplica-por-40-su-brillo-y-muestra-una-atmosfera-verde-nunca-vista-en-objetos-similares.png)
El 1 de julio de 2025, en el árido valle de Río Hurtado, Chile, un destello inesperado apareció en las pantallas del telescopio ATLAS. Era apenas un punto de luz, pero se movía a 310.000 kilómetros por hora en una trayectoria hiperbólica imposible para un cuerpo ligado al Sol. Así nació 3I/ATLAS, el tercer objeto interestelar jamás observado por la humanidad.
Durante semanas, la comunidad astronómica vivió un frenesí: la NASA, la ESA y observatorios de medio mundo se disputaban ventanas de observación. El Hubble lo capturó el 21 de julio; el James Webb, el 6 de agosto; Gemini South, el 27 de agosto. Cada mirada ofrecía más preguntas que respuestas: un núcleo de tamaño incierto, una cola en forma de lágrima, y una composición química anómala con proporciones de níquel y hierro que un equipo europeo calificó en un preprint como “extremadamente desconcertantes”.
“Era como mirar un fósil venido del otro lado de la galaxia”, recuerda la astrónoma chilena Valeria Núñez, parte del equipo ATLAS. “Pero cuanto más lo estudiábamos, más extraño parecía”.
Y entonces, se hizo el silencio.
Desde el 27 de agosto, las imágenes oficiales de 3I/ATLAS se detuvieron. Ni la NASA ni la ESA (Agencia Espacial Europea) han publicado material nuevo. El visitante, que prometía ser uno de los fenómenos astronómicos más documentados de la década, desapareció del registro público.
Las razones oficiales son comprensibles: al aproximarse al perihelio, el objeto quedó oculto tras el Sol desde la perspectiva terrestre. “El cometa está ahora en el otro lado del Sol, haciéndolo imposible de observar”, explicó la ESA en un escueto comunicado el 30 de agosto.
Pero esa explicación, aunque cierta, no es toda la historia.
El 3 de octubre, 3I/ATLAS pasó a 29 millones de kilómetros de Marte. Los orbitadores europeos y estadounidenses tenían una visión privilegiada. La NASA había confirmado observaciones con el Mars Reconnaissance Orbiter y su cámara HiRISE. La ESA programó sesiones con Mars Express. Incluso se sugirió que Perseverance podría capturar el cometa desde el suelo marciano.
El astrofísico español Jorge Martín, vinculado al proyecto HiRISE, confiesa su frustración:
“Las imágenes se tomaron. Eso lo sabemos todos los que trabajamos en el equipo. Lo que no entendemos es por qué no se han publicado todavía. Es un silencio demasiado largo para lo habitual”.
Hasta hoy 4 de octubre, esas imágenes siguen sin ver la luz.
En Estados Unidos, la política también juega su papel. Un shutdown (cierre) del gobierno federal obligó a miles de empleados de la NASA a dejar sus puestos. La agencia lo explicó en un mensaje seco: “El sitio web oficial no será actualizado durante el cierre”.
La maquinaria científica sigue trabajando, pero la comunicación pública está bloqueada. En palabras de un ingeniero de Houston que pidió anonimato:
“La ciencia avanza, pero ahora mismo los datos son rehenes de un presupuesto. Es un absurdo, pero no es la primera vez que ocurre”.
Un motivo banal, sí. Pero para muchos, insuficiente.
Donde hay vacío informativo, hay especulación. Y esta vez, la chispa se encendió en redes.
El 3 de octubre, un astrónomo aficionado que firma como “Dobsonian Power” subió a Reddit una imagen tomada durante el paso marciano. En ella, algunos observadores vieron sombras angulares y geometrías que no parecían naturales. El pie de foto decía: “¿Qué demonios es esto?”.
En cuestión de horas, la comunidad ufológica se volcó:
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La hipótesis de Loeb: El astrofísico Avi Loeb publicó un artículo en Medium el mismo día, señalando las anomalías del objeto. Subrayó su masa desproporcionada, la extraña composición metálica y la posibilidad —teórica— de que pudiera “liberar sondas en su trayectoria retrógrada”.
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La conexión con la Señal Wow!: Investigadores independientes apuntaron que la dirección de llegada de 3I/ATLAS coincide con la fuente de la misteriosa señal de radio detectada en 1977. Loeb sugirió observarlo con radiotelescopios “para descartar coincidencias”.
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El silencio coordinado: Que la NASA culpe al cierre del Gobierno, pero que la ESA también calle, parece demasiado oportuno para algunos.
Entre datos sólidos y rumores, esto es lo cierto:
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Composición anómala: Los espectros muestran ratios de níquel-hierro nunca vistos en cometas. “No encaja en ningún modelo que tengamos”, afirma María González, del Observatorio Europeo Austral.
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Tamaño incierto: Las estimaciones oscilan entre 440 metros y 5,6 km de diámetro. Con telescopios de última generación, esta imprecisión sorprende.
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Velocidad extrema: 310.000 km/h, esperable para un objeto interestelar, pero aun así récord absoluto.
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Comportamiento cometario normal: Tiene cola y emisiones de volátiles típicos. Para muchos astrónomos, es la prueba más clara de que estamos ante un cometa, aunque sea inusual.
El dilema no es solo científico, sino comunicativo. Cuando los datos se retienen —por burocracia, prudencia o política—, la confianza pública se resquebraja. En ese resquicio florecen explicaciones alternativas.
“En ciencia, el silencio es el peor enemigo”, sentencia la astrónoma Valeria Núñez. “Si no compartes lo que ves, alguien más inventará lo que no has dicho”.
El próximo 30 de octubre, 3I/ATLAS alcanzará su perihelio. Si es un cometa, podría fragmentarse o estallar en una explosión de gas. Si es algo más, tal vez sorprenda con comportamientos que ningún modelo predice.
En noviembre, cuando emerja del resplandor solar, la misión europea Juice lo observará de nuevo. Será un momento decisivo.
Hasta entonces, el visitante viaja en silencio, arrastrando consigo tanto polvo cósmico como sospechas humanas. Quizá sea solo un cometa extraño. Quizá algo más.
En astronomía, como en periodismo, lo esencial no es solo lo que se ve, sino lo que se oculta.
Y en este momento, sobre 3I/ATLAS, el silencio habla demasiado alto.
Lo que dice Avi Loeb
Mientras el silencio oficial alimenta sospechas, una voz conocida volvió a resonar desde Harvard. El astrofísico Avi Loeb, famoso por haber defendido que ‘Oumuamua podría ser una sonda artificial, publicó el 3 de octubre un artículo en Medium titulado A Preliminary View of 3I/ATLAS from Mars.
En él, Loeb describe haber detectado una “mancha tenue” en imágenes del rover Perseverance —una posible traza del visitante interestelar durante su paso cercano a Marte—, y enumera una serie de anomalías estadísticas y físicas que, en su opinión, convierten a 3I/ATLAS en “el más intrigante de los tres mensajeros interestelares” conocidos.
Según su análisis, el objeto es al menos cinco veces más masivo y brillante que ‘Oumuamua y 2I/Borisov, y su órbita se alinea sospechosamente con el plano de los planetas, algo que —estima— tendría apenas un 0,2 % de probabilidad de ocurrir por azar. También destaca que su trayectoria lo ha llevado a aproximarse sucesivamente a Marte, Venus y Júpiter, “como si siguiera un itinerario deliberado”.
Loeb sugiere que los orbitadores marcianos (HiRISE, Mars Express, ExoMars TGO) deberían haber obtenido datos decisivos sobre el tamaño y la composición del núcleo, que él calcula en más de cinco kilómetros de diámetro. Para el científico, esos datos podrían resolver la incógnita esencial:
“Será revelado —escribe— si debemos agradecerle a la madre naturaleza o a la inteligencia de un hermano cósmico.”
La frase ha corrido como pólvora entre los foros de astronomía y ufología. Para algunos, es un gesto de audacia intelectual; para otros, una provocación que bordea la frontera entre la ciencia y la fe.
En cualquier caso, la posición de Loeb encarna el dilema de nuestro tiempo: la necesidad de imaginar más allá de lo comprobado, justo cuando el silencio institucional deja al cosmos hablando en susurros.
El 1 de julio de 2025, en el árido valle de Río Hurtado, Chile, un destello inesperado apareció en las pantallas del telescopio ATLAS. Era apenas un punto de luz, pero se movía a 310.000 kilómetros por hora en una trayectoria hiperbólica imposible para un cuerpo ligado al Sol. Así nació 3I/ATLAS, el tercer objeto interestelar jamás observado por la humanidad.
Durante semanas, la comunidad astronómica vivió un frenesí: la NASA, la ESA y observatorios de medio mundo se disputaban ventanas de observación. El Hubble lo capturó el 21 de julio; el James Webb, el 6 de agosto; Gemini South, el 27 de agosto. Cada mirada ofrecía más preguntas que respuestas: un núcleo de tamaño incierto, una cola en forma de lágrima, y una composición química anómala con proporciones de níquel y hierro que un equipo europeo calificó en un preprint como “extremadamente desconcertantes”.
“Era como mirar un fósil venido del otro lado de la galaxia”, recuerda la astrónoma chilena Valeria Núñez, parte del equipo ATLAS. “Pero cuanto más lo estudiábamos, más extraño parecía”.
Y entonces, se hizo el silencio.
Desde el 27 de agosto, las imágenes oficiales de 3I/ATLAS se detuvieron. Ni la NASA ni la ESA (Agencia Espacial Europea) han publicado material nuevo. El visitante, que prometía ser uno de los fenómenos astronómicos más documentados de la década, desapareció del registro público.
Las razones oficiales son comprensibles: al aproximarse al perihelio, el objeto quedó oculto tras el Sol desde la perspectiva terrestre. “El cometa está ahora en el otro lado del Sol, haciéndolo imposible de observar”, explicó la ESA en un escueto comunicado el 30 de agosto.
Pero esa explicación, aunque cierta, no es toda la historia.
El 3 de octubre, 3I/ATLAS pasó a 29 millones de kilómetros de Marte. Los orbitadores europeos y estadounidenses tenían una visión privilegiada. La NASA había confirmado observaciones con el Mars Reconnaissance Orbiter y su cámara HiRISE. La ESA programó sesiones con Mars Express. Incluso se sugirió que Perseverance podría capturar el cometa desde el suelo marciano.
El astrofísico español Jorge Martín, vinculado al proyecto HiRISE, confiesa su frustración:
“Las imágenes se tomaron. Eso lo sabemos todos los que trabajamos en el equipo. Lo que no entendemos es por qué no se han publicado todavía. Es un silencio demasiado largo para lo habitual”.
Hasta hoy 4 de octubre, esas imágenes siguen sin ver la luz.
En Estados Unidos, la política también juega su papel. Un shutdown (cierre) del gobierno federal obligó a miles de empleados de la NASA a dejar sus puestos. La agencia lo explicó en un mensaje seco: “El sitio web oficial no será actualizado durante el cierre”.
La maquinaria científica sigue trabajando, pero la comunicación pública está bloqueada. En palabras de un ingeniero de Houston que pidió anonimato:
“La ciencia avanza, pero ahora mismo los datos son rehenes de un presupuesto. Es un absurdo, pero no es la primera vez que ocurre”.
Un motivo banal, sí. Pero para muchos, insuficiente.
Donde hay vacío informativo, hay especulación. Y esta vez, la chispa se encendió en redes.
El 3 de octubre, un astrónomo aficionado que firma como “Dobsonian Power” subió a Reddit una imagen tomada durante el paso marciano. En ella, algunos observadores vieron sombras angulares y geometrías que no parecían naturales. El pie de foto decía: “¿Qué demonios es esto?”.
En cuestión de horas, la comunidad ufológica se volcó:
-
La hipótesis de Loeb: El astrofísico Avi Loeb publicó un artículo en Medium el mismo día, señalando las anomalías del objeto. Subrayó su masa desproporcionada, la extraña composición metálica y la posibilidad —teórica— de que pudiera “liberar sondas en su trayectoria retrógrada”.
-
La conexión con la Señal Wow!: Investigadores independientes apuntaron que la dirección de llegada de 3I/ATLAS coincide con la fuente de la misteriosa señal de radio detectada en 1977. Loeb sugirió observarlo con radiotelescopios “para descartar coincidencias”.
-
El silencio coordinado: Que la NASA culpe al cierre del Gobierno, pero que la ESA también calle, parece demasiado oportuno para algunos.
Entre datos sólidos y rumores, esto es lo cierto:
-
Composición anómala: Los espectros muestran ratios de níquel-hierro nunca vistos en cometas. “No encaja en ningún modelo que tengamos”, afirma María González, del Observatorio Europeo Austral.
-
Tamaño incierto: Las estimaciones oscilan entre 440 metros y 5,6 km de diámetro. Con telescopios de última generación, esta imprecisión sorprende.
-
Velocidad extrema: 310.000 km/h, esperable para un objeto interestelar, pero aun así récord absoluto.
-
Comportamiento cometario normal: Tiene cola y emisiones de volátiles típicos. Para muchos astrónomos, es la prueba más clara de que estamos ante un cometa, aunque sea inusual.
El dilema no es solo científico, sino comunicativo. Cuando los datos se retienen —por burocracia, prudencia o política—, la confianza pública se resquebraja. En ese resquicio florecen explicaciones alternativas.
“En ciencia, el silencio es el peor enemigo”, sentencia la astrónoma Valeria Núñez. “Si no compartes lo que ves, alguien más inventará lo que no has dicho”.
El próximo 30 de octubre, 3I/ATLAS alcanzará su perihelio. Si es un cometa, podría fragmentarse o estallar en una explosión de gas. Si es algo más, tal vez sorprenda con comportamientos que ningún modelo predice.
En noviembre, cuando emerja del resplandor solar, la misión europea Juice lo observará de nuevo. Será un momento decisivo.
Hasta entonces, el visitante viaja en silencio, arrastrando consigo tanto polvo cósmico como sospechas humanas. Quizá sea solo un cometa extraño. Quizá algo más.
En astronomía, como en periodismo, lo esencial no es solo lo que se ve, sino lo que se oculta.
Y en este momento, sobre 3I/ATLAS, el silencio habla demasiado alto.
Lo que dice Avi Loeb
Mientras el silencio oficial alimenta sospechas, una voz conocida volvió a resonar desde Harvard. El astrofísico Avi Loeb, famoso por haber defendido que ‘Oumuamua podría ser una sonda artificial, publicó el 3 de octubre un artículo en Medium titulado A Preliminary View of 3I/ATLAS from Mars.
En él, Loeb describe haber detectado una “mancha tenue” en imágenes del rover Perseverance —una posible traza del visitante interestelar durante su paso cercano a Marte—, y enumera una serie de anomalías estadísticas y físicas que, en su opinión, convierten a 3I/ATLAS en “el más intrigante de los tres mensajeros interestelares” conocidos.
Según su análisis, el objeto es al menos cinco veces más masivo y brillante que ‘Oumuamua y 2I/Borisov, y su órbita se alinea sospechosamente con el plano de los planetas, algo que —estima— tendría apenas un 0,2 % de probabilidad de ocurrir por azar. También destaca que su trayectoria lo ha llevado a aproximarse sucesivamente a Marte, Venus y Júpiter, “como si siguiera un itinerario deliberado”.
Loeb sugiere que los orbitadores marcianos (HiRISE, Mars Express, ExoMars TGO) deberían haber obtenido datos decisivos sobre el tamaño y la composición del núcleo, que él calcula en más de cinco kilómetros de diámetro. Para el científico, esos datos podrían resolver la incógnita esencial:
“Será revelado —escribe— si debemos agradecerle a la madre naturaleza o a la inteligencia de un hermano cósmico.”
La frase ha corrido como pólvora entre los foros de astronomía y ufología. Para algunos, es un gesto de audacia intelectual; para otros, una provocación que bordea la frontera entre la ciencia y la fe.
En cualquier caso, la posición de Loeb encarna el dilema de nuestro tiempo: la necesidad de imaginar más allá de lo comprobado, justo cuando el silencio institucional deja al cosmos hablando en susurros.