¿Hace bien Ayuso polemizando con el lendacari Pradales?
La secuencia de los encontronazos recientes entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el lendacari del Gobierno Vasco ha sido la siguiente. El pasado 6 de junio, con motivo de la reunión de presidentes de comunidades autónomas en Barcelona, convocados por el presidente del Gobierno y justo cuando Pradales se dispuso a hablar en eusquera, habiendo la organización habilitado los consabidos pinganillos para quien no entendiera el idioma vernáculo de las Vascongadas, Ayuso salió de la reunión, lo cual fue interpretado por el lendacari como una intolerable falta de respeto a la lengua vasca. Eso fue un viernes. El sábado 7 de junio dio la casualidad de que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, pasaba por Bilbao, lo cual fue aprovechado por el presidente del PP vasco, Javier de Andrés, para trasladarle su malestar por la actitud de Isabel Díaz Ayuso en la conferencia de presidentes. De hecho, Javier de Andrés, en un gesto insólito desde que es presidente del PP vasco, leyó unas frases en eusquera para agradecer la presencia de Feijóo en Bilbao. Dijo en eusquera: “Yo hablo poco eusquera, pero me gusta usarlo porque tiene un gran valor para nosotros. Las lenguas son para entendernos y una expresión de nuestra identidad. El eusquera es una lengua de España y quiero que se entienda así. Son los independentistas los que quieren que el eusquera no sea una lengua española. Por eso hoy te saludo en eusquera, la lengua de todos los vascos y también de todos los españoles. Bienvenido, presidente Feijóo, y gracias”. Aparte de este posicionamiento de Javier de Andrés en contra de Ayuso, también salieron, como cabía suponer, los dos partidos que sostienen al Gobierno Vasco para rechazar la postura de Ayuso. Así, el presidente del PSE, Eneko Andueza, dijo que Ayuso era una “provocadora y presidenta lamentable”, mientras que Iñigo Ansola, el recién nombrado presidente del PNV de Vizcaya, decía que lo de Ayuso era una “declaración de odio” y que “no escuchábamos algo parecido desde el franquismo”. O sea, todos contra Ayuso, incluido el máximo representante de su propio partido en el País Vasco.
Después de este episodio, y al cabo de cuatro meses, señal de que se la tenía guardada y sobre todo de que ahí tienen un filón los políticos nacionalistas (que utilizan como contrapunto a los políticos de Madrid para cargar las pilas, sabiendo que eso a sus seguidores les gusta mucho y siempre se lo van a aplaudir), fue Imanol Pradales el que provocó a Ayuso, sin que mediara ningún acto en el que ambos coincidieran. Fue en el Alderdi Eguna o Día del Partido, celebrado el domingo 28 de septiembre en las campas de Foronda, como es habitual, y utilizando esta vez un nuevo escenario de tipo circular con disposición de las sillas alrededor marcando semicírculos, que recordaba, visto desde el aire, y como alguien ha sacado en redes, a las celebraciones de los musulmanes alrededor de la Kaaba, la estructura cúbica negra situada en el centro de la mezquita de La Meca y que los peregrinos musulmanes rodean dando siete vueltas a su alrededor. Allí fue donde Pradales, dirigiéndose a Ayuso, gritó un par de veces, ahuecando la voz y todo, y para que la gente la repitiera, la frase: “Ayuso, entzun, Euskadi euskaldun”, o sea, Ayuso escucha, Euskadi es euscaldún o habla euskera. Ayuso tampoco se quedó callada con la invocación a su nombre y respondió al día siguiente que: “El lehendakari ayer, en un mitin en el País Vasco, me mandó un recado un tanto preocupante. Lo de «Ayuso, entzun, pim pam pum», que es lo que vino a decir y se decía antaño, me parece altamente preocupante”. Es decir, Ayuso vinculó directamente la frase de Pradales con las campañas en las que ETA y su entorno ponían en el punto de mira a un posible objetivo del terrorismo.
La respuesta de Ayuso fue automáticamente tildada por Pradales como ejemplo de “manual de la antipolítica”, considerándola “indignante”, “inaceptable” y una “burda manipulación”, al compararle a él con los terroristas de ETA y sus adláteres. En este caso no oímos al presidente del PP vasco que saliera a decir nada, ni a favor ni en contra de su compañera de partido.
Bien, una vez contados los antecedentes, paso a decir que la presidenta de la Comunidad de Madrid hace muy bien –en realidad se queda muy corta– en meterse con el lendacari Pradales y con esa necesidad que tienen los nacionalistas de recordarnos que en el País Vasco se habla eusquera. Como si no lo supiéramos. ¿Es que resulta educado y cortés ir a una reunión de presidentes de Comunidades Autónomas donde todos hablan español y ponerse a hablar en una lengua que apenas se habla en su propia comunidad autónoma? Pero qué chorrada es esa de que se falta al respeto a la lengua propia. Pero cómo se puede decir eso siendo el presidente de una comunidad autónoma donde el eusquera resulta casi obligatorio para acceder a un puesto en la administración, mientras que los políticos y sus asesores apenas lo usan ni lo conocen. Y siendo además un idioma que lleva 50 años de ayudas intensivas en todos los órdenes y que actualmente en Bilbao, donde está la sede central del PNV, no llega ni al 5% su uso en la calle. Pero qué broma es esta.
Se podría pensar que el nacionalismo, con la millonada que dedica al eusquera, quiere que esta lengua prospere. Pero, al mismo tiempo, es como si esos desvelos lingüísticos se los intentara cobrar, convirtiendo la lengua en una especie de ariete de su propósito político, poniéndola a su servicio ideológico, de manera que solo sirva a sus intereses. El eusquera ha acabado completamente secuestrado por el nacionalismo y es una lengua ideologizada en la que solo se puede hablar en clave nacionalista e independentista. Cuando resulta que en una lengua normal y corriente se debería poder decir de todo. Pero a día de hoy es inimaginable decir públicamente en eusquera que el País Vasco es español y que no quiere ser independiente y que está hasta las narices de nacionalismo. Entre otras razones porque no hay ningún político de primera fila no nacionalista que hable eusquera y diga eso en esa lengua. El del PSE, que creo que habla eusquera, no cuenta para eso, porque está tan íntimamente vinculado al nacionalismo que, a pesar de que últimamente está contrariado con ellos, no tiene los arrestos para decir cosas así, tan frontalmente opuestas a los nacionalistas.
La prueba está en lo que hizo Javier de Andrés, presidente del PP vasco, en la primera parte de esta polémica: ponerse a leer por primera vez en público un texto en eusquera. Un político vasco no nacionalista debería haber interiorizado hace ya mucho tiempo la necesidad de hablar en eusquera para enfrentarse de tú a tú a los nacionalistas en su propio terreno. Y es que los que no saben eusquera tienen una falsa imagen de lo que es el eusquera en manos del nacionalismo. Para empezar todos los políticos nacionalistas de primer nivel lo aprendieron de aquella manera, nada de mamarlo desde la más tierna infancia. La inmensa mayoría de los políticos nacionalistas de nuestra generación han aprendido el eusquera de mayores, porque no ha sido su lengua materna. Tanto Ibarretxe, originario de Llodio, como Urkullu, de Alonsótegui (en ambos casos de zonas no euscaldunas) tuvieron profesores particulares que les enseñaron a hablar en público en eusquera. Pagados por el partido. Sabían que el eusquera iba incluido en el cargo. Lo tenían asumido y en eso llevaron siempre ventaja. Pero tuvieron que esforzarse como cualquiera, aunque con más ayudas, eso sí. Un político de primer nivel del PP vasco, como ahora Javier de Andrés, podría haberlo hecho igualmente. Que no se haya acercado al eusquera hasta la polémica de Ayuso con Pradales lo dice todo. ¿Por qué le tenían tanta manía desde el nacionalismo al anterior presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, al que le inventaron infundios y le trataron de hacer la vida imposible? Pues entre otras cosas, y de modo principal, porque sabía eusquera, algo que un nacionalista no concibe: que alguien que no sea nacionalista (y encima que no sea socialista o de izquierdas, que son más propicios a bailarle el agua al nacionalismo y someterse a él) hable eusquera. Ya desde Sabino Arana se decía que lo peor de todo es un maqueto que hable eusquera. Pues aquí tenían un vasco radicalmente no nacionalista hablando eusquera. Insoportable para ellos.
Los políticos no nacionalistas en el País Vasco tienen la responsabilidad de decir en eusquera que están en contra del nacionalismo y de sus políticas y de que el nacionalismo, monopolizando el eusquera, enfrenta al País Vasco con España. Y lo tienen que decir en eusquera.
Y no se tienen que asustar con el uso de la lengua porque esa es la única manera de superar el monopolio del nacionalismo sobre ella. Ningún nacionalista vive en eusquera las veinticuatro horas del día. En sus cónclaves solo utilizan el eusquera como forma de introducir los temas e iniciar las conversaciones. Después se pasan al castellano con total desenvoltura, sin vergüenza ninguna. La prueba la tuvimos con el famoso vídeo de Ortuzar con su hija que luego quitaron rápidamente de Youtube. Aquel vídeo decía muchas cosas sin decirlas explícitamente. La principal, que Ortuzar ha hablado siempre con su hija en casa en español, quitadas las consabidas frases en eusquera que todo el que sabe un poco las pronuncia para quedar como que sabe. Saber eusquera para un nacionalista es como tener una muletilla política e ideologizada que le da ventaja sobre los demás, es decir, sobre los no nacionalistas, pero luego no tiene ningún problema en usar, para el resto de la jornada y de manera mayoritaria su auténtico idioma, que es el español. La prueba la tuvimos en la “toma de posesión” del palacete de París, tal como contaba yo aquí mismo justo en el anterior artículo de esta serie titulado “El vachoqui de París”. Allí estaban todos los altos cargos nacionalistas y podían haber hablado perfectamente solo en eusquera. Pero resultó que los dos discursos que se hicieron, del presidente del PNV actual y del precedente, fueron, en un 71% y 85% respectivamente, en español.
El eusquera es la lengua política por excelencia del País Vasco y dudo que haya un ejemplo más evidente de lengua ideologizada en todo nuestro entorno europeo occidental. Se usa, como decimos, de manera totalmente ideologizada y todos los esfuerzos que se están haciendo por impulsarla, económicos y humanos, se encuentran con el hándicap insuperable de su uso forzado: nadie puede –ni quiere en el fondo– hablar con naturalidad una lengua sobre la que se ha depositado semejante carga ideológica y partidista. Y esa carga impregna todo lo que la lengua toca: sea literatura, televisión o cualquier cosa que se haga, no digamos la política, que es para lo que el eusquera realmente sirve: para darles a los nacionalistas un plus de ascendiente político. Nada que ver con lo que ocurre en Cataluña, donde hablar catalán apenas diferencia a los políticos ni les da plus de legitimidad, puesto que prácticamente todos lo hablan ya que es mucho más fácil y está mucho más extendido su uso y no representa un esfuerzo que luego haya que cobrar en forma de réditos políticos, como hacen los nacionalistas aquí.
Ayuso está bien que desenmascare la impostura de Pradales. Y se queda corta, naturalmente, porque no entra a saco en la auténtica realidad del asunto: que Pradales es un nacionalista fake, que su ideología no es creíble, que no puede ser que un señor originario de Burgos, por mucho que ame la tierra en la que ha nacido, o sea Santurce, Vizcaya y por elevación el País Vasco (es exactamente mi mismo caso y el de tantos cientos de miles de vascos: los abuelos todos de fuera, en mi caso también mis padres, y yo nacido y criado aquí), sea tan absolutamente refractario a sentirse, aunque sea un poco, de la verdadera tierra de sus ancestros, como si sus ancestros fueran todos de Guizaburuaga. No es posible, estando uno en sus cabales, referirse a “nuestros antepasados los vascos que iban a pescar bacalao o ballenas a Terranova”, como dijo en el último Aberri Eguna sin que se le cayera la cara de vergüenza, porque sencillamente sus antepasados no eran vascos. No puede ser. Y por eso decimos que Ayuso se queda corta y que Pradales es un lendacari fake y que el líder de los compañeros de Ayuso en el País Vasco hace tiempo que tendría que tener interiorizada la exigencia de saber eusquera en un grado mínimo como para no tener que salir, improvisadamente como hizo, a leer un texto en eusquera para la ocasión. Y así no le tendría por qué preocupar lo que dijera su compañera de partido desde Madrid en relación con el eusquera. No saber eusquera para un político vasco del signo ideológico que sea, al menos para un político de primer nivel (no hablamos de los demás cuadros ni de las bases, que en las filas nacionalistas tampoco lo saben ni lo utilizan), es como, qué digo yo, ir a la playa y ponerse al sol sin protegerse la piel primero. Algo tan básico como eso. Y que algo así lo tengamos que recordar en el año 2025 resulta bastante patético, la verdad.
La secuencia de los encontronazos recientes entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el lendacari del Gobierno Vasco ha sido la siguiente. El pasado 6 de junio, con motivo de la reunión de presidentes de comunidades autónomas en Barcelona, convocados por el presidente del Gobierno y justo cuando Pradales se dispuso a hablar en eusquera, habiendo la organización habilitado los consabidos pinganillos para quien no entendiera el idioma vernáculo de las Vascongadas, Ayuso salió de la reunión, lo cual fue interpretado por el lendacari como una intolerable falta de respeto a la lengua vasca. Eso fue un viernes. El sábado 7 de junio dio la casualidad de que el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, pasaba por Bilbao, lo cual fue aprovechado por el presidente del PP vasco, Javier de Andrés, para trasladarle su malestar por la actitud de Isabel Díaz Ayuso en la conferencia de presidentes. De hecho, Javier de Andrés, en un gesto insólito desde que es presidente del PP vasco, leyó unas frases en eusquera para agradecer la presencia de Feijóo en Bilbao. Dijo en eusquera: “Yo hablo poco eusquera, pero me gusta usarlo porque tiene un gran valor para nosotros. Las lenguas son para entendernos y una expresión de nuestra identidad. El eusquera es una lengua de España y quiero que se entienda así. Son los independentistas los que quieren que el eusquera no sea una lengua española. Por eso hoy te saludo en eusquera, la lengua de todos los vascos y también de todos los españoles. Bienvenido, presidente Feijóo, y gracias”. Aparte de este posicionamiento de Javier de Andrés en contra de Ayuso, también salieron, como cabía suponer, los dos partidos que sostienen al Gobierno Vasco para rechazar la postura de Ayuso. Así, el presidente del PSE, Eneko Andueza, dijo que Ayuso era una “provocadora y presidenta lamentable”, mientras que Iñigo Ansola, el recién nombrado presidente del PNV de Vizcaya, decía que lo de Ayuso era una “declaración de odio” y que “no escuchábamos algo parecido desde el franquismo”. O sea, todos contra Ayuso, incluido el máximo representante de su propio partido en el País Vasco.
Después de este episodio, y al cabo de cuatro meses, señal de que se la tenía guardada y sobre todo de que ahí tienen un filón los políticos nacionalistas (que utilizan como contrapunto a los políticos de Madrid para cargar las pilas, sabiendo que eso a sus seguidores les gusta mucho y siempre se lo van a aplaudir), fue Imanol Pradales el que provocó a Ayuso, sin que mediara ningún acto en el que ambos coincidieran. Fue en el Alderdi Eguna o Día del Partido, celebrado el domingo 28 de septiembre en las campas de Foronda, como es habitual, y utilizando esta vez un nuevo escenario de tipo circular con disposición de las sillas alrededor marcando semicírculos, que recordaba, visto desde el aire, y como alguien ha sacado en redes, a las celebraciones de los musulmanes alrededor de la Kaaba, la estructura cúbica negra situada en el centro de la mezquita de La Meca y que los peregrinos musulmanes rodean dando siete vueltas a su alrededor. Allí fue donde Pradales, dirigiéndose a Ayuso, gritó un par de veces, ahuecando la voz y todo, y para que la gente la repitiera, la frase: “Ayuso, entzun, Euskadi euskaldun”, o sea, Ayuso escucha, Euskadi es euscaldún o habla euskera. Ayuso tampoco se quedó callada con la invocación a su nombre y respondió al día siguiente que: “El lehendakari ayer, en un mitin en el País Vasco, me mandó un recado un tanto preocupante. Lo de «Ayuso, entzun, pim pam pum», que es lo que vino a decir y se decía antaño, me parece altamente preocupante”. Es decir, Ayuso vinculó directamente la frase de Pradales con las campañas en las que ETA y su entorno ponían en el punto de mira a un posible objetivo del terrorismo.
La respuesta de Ayuso fue automáticamente tildada por Pradales como ejemplo de “manual de la antipolítica”, considerándola “indignante”, “inaceptable” y una “burda manipulación”, al compararle a él con los terroristas de ETA y sus adláteres. En este caso no oímos al presidente del PP vasco que saliera a decir nada, ni a favor ni en contra de su compañera de partido.
Bien, una vez contados los antecedentes, paso a decir que la presidenta de la Comunidad de Madrid hace muy bien –en realidad se queda muy corta– en meterse con el lendacari Pradales y con esa necesidad que tienen los nacionalistas de recordarnos que en el País Vasco se habla eusquera. Como si no lo supiéramos. ¿Es que resulta educado y cortés ir a una reunión de presidentes de Comunidades Autónomas donde todos hablan español y ponerse a hablar en una lengua que apenas se habla en su propia comunidad autónoma? Pero qué chorrada es esa de que se falta al respeto a la lengua propia. Pero cómo se puede decir eso siendo el presidente de una comunidad autónoma donde el eusquera resulta casi obligatorio para acceder a un puesto en la administración, mientras que los políticos y sus asesores apenas lo usan ni lo conocen. Y siendo además un idioma que lleva 50 años de ayudas intensivas en todos los órdenes y que actualmente en Bilbao, donde está la sede central del PNV, no llega ni al 5% su uso en la calle. Pero qué broma es esta.
Se podría pensar que el nacionalismo, con la millonada que dedica al eusquera, quiere que esta lengua prospere. Pero, al mismo tiempo, es como si esos desvelos lingüísticos se los intentara cobrar, convirtiendo la lengua en una especie de ariete de su propósito político, poniéndola a su servicio ideológico, de manera que solo sirva a sus intereses. El eusquera ha acabado completamente secuestrado por el nacionalismo y es una lengua ideologizada en la que solo se puede hablar en clave nacionalista e independentista. Cuando resulta que en una lengua normal y corriente se debería poder decir de todo. Pero a día de hoy es inimaginable decir públicamente en eusquera que el País Vasco es español y que no quiere ser independiente y que está hasta las narices de nacionalismo. Entre otras razones porque no hay ningún político de primera fila no nacionalista que hable eusquera y diga eso en esa lengua. El del PSE, que creo que habla eusquera, no cuenta para eso, porque está tan íntimamente vinculado al nacionalismo que, a pesar de que últimamente está contrariado con ellos, no tiene los arrestos para decir cosas así, tan frontalmente opuestas a los nacionalistas.
La prueba está en lo que hizo Javier de Andrés, presidente del PP vasco, en la primera parte de esta polémica: ponerse a leer por primera vez en público un texto en eusquera. Un político vasco no nacionalista debería haber interiorizado hace ya mucho tiempo la necesidad de hablar en eusquera para enfrentarse de tú a tú a los nacionalistas en su propio terreno. Y es que los que no saben eusquera tienen una falsa imagen de lo que es el eusquera en manos del nacionalismo. Para empezar todos los políticos nacionalistas de primer nivel lo aprendieron de aquella manera, nada de mamarlo desde la más tierna infancia. La inmensa mayoría de los políticos nacionalistas de nuestra generación han aprendido el eusquera de mayores, porque no ha sido su lengua materna. Tanto Ibarretxe, originario de Llodio, como Urkullu, de Alonsótegui (en ambos casos de zonas no euscaldunas) tuvieron profesores particulares que les enseñaron a hablar en público en eusquera. Pagados por el partido. Sabían que el eusquera iba incluido en el cargo. Lo tenían asumido y en eso llevaron siempre ventaja. Pero tuvieron que esforzarse como cualquiera, aunque con más ayudas, eso sí. Un político de primer nivel del PP vasco, como ahora Javier de Andrés, podría haberlo hecho igualmente. Que no se haya acercado al eusquera hasta la polémica de Ayuso con Pradales lo dice todo. ¿Por qué le tenían tanta manía desde el nacionalismo al anterior presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, al que le inventaron infundios y le trataron de hacer la vida imposible? Pues entre otras cosas, y de modo principal, porque sabía eusquera, algo que un nacionalista no concibe: que alguien que no sea nacionalista (y encima que no sea socialista o de izquierdas, que son más propicios a bailarle el agua al nacionalismo y someterse a él) hable eusquera. Ya desde Sabino Arana se decía que lo peor de todo es un maqueto que hable eusquera. Pues aquí tenían un vasco radicalmente no nacionalista hablando eusquera. Insoportable para ellos.
Los políticos no nacionalistas en el País Vasco tienen la responsabilidad de decir en eusquera que están en contra del nacionalismo y de sus políticas y de que el nacionalismo, monopolizando el eusquera, enfrenta al País Vasco con España. Y lo tienen que decir en eusquera.
Y no se tienen que asustar con el uso de la lengua porque esa es la única manera de superar el monopolio del nacionalismo sobre ella. Ningún nacionalista vive en eusquera las veinticuatro horas del día. En sus cónclaves solo utilizan el eusquera como forma de introducir los temas e iniciar las conversaciones. Después se pasan al castellano con total desenvoltura, sin vergüenza ninguna. La prueba la tuvimos con el famoso vídeo de Ortuzar con su hija que luego quitaron rápidamente de Youtube. Aquel vídeo decía muchas cosas sin decirlas explícitamente. La principal, que Ortuzar ha hablado siempre con su hija en casa en español, quitadas las consabidas frases en eusquera que todo el que sabe un poco las pronuncia para quedar como que sabe. Saber eusquera para un nacionalista es como tener una muletilla política e ideologizada que le da ventaja sobre los demás, es decir, sobre los no nacionalistas, pero luego no tiene ningún problema en usar, para el resto de la jornada y de manera mayoritaria su auténtico idioma, que es el español. La prueba la tuvimos en la “toma de posesión” del palacete de París, tal como contaba yo aquí mismo justo en el anterior artículo de esta serie titulado “El vachoqui de París”. Allí estaban todos los altos cargos nacionalistas y podían haber hablado perfectamente solo en eusquera. Pero resultó que los dos discursos que se hicieron, del presidente del PNV actual y del precedente, fueron, en un 71% y 85% respectivamente, en español.
El eusquera es la lengua política por excelencia del País Vasco y dudo que haya un ejemplo más evidente de lengua ideologizada en todo nuestro entorno europeo occidental. Se usa, como decimos, de manera totalmente ideologizada y todos los esfuerzos que se están haciendo por impulsarla, económicos y humanos, se encuentran con el hándicap insuperable de su uso forzado: nadie puede –ni quiere en el fondo– hablar con naturalidad una lengua sobre la que se ha depositado semejante carga ideológica y partidista. Y esa carga impregna todo lo que la lengua toca: sea literatura, televisión o cualquier cosa que se haga, no digamos la política, que es para lo que el eusquera realmente sirve: para darles a los nacionalistas un plus de ascendiente político. Nada que ver con lo que ocurre en Cataluña, donde hablar catalán apenas diferencia a los políticos ni les da plus de legitimidad, puesto que prácticamente todos lo hablan ya que es mucho más fácil y está mucho más extendido su uso y no representa un esfuerzo que luego haya que cobrar en forma de réditos políticos, como hacen los nacionalistas aquí.
Ayuso está bien que desenmascare la impostura de Pradales. Y se queda corta, naturalmente, porque no entra a saco en la auténtica realidad del asunto: que Pradales es un nacionalista fake, que su ideología no es creíble, que no puede ser que un señor originario de Burgos, por mucho que ame la tierra en la que ha nacido, o sea Santurce, Vizcaya y por elevación el País Vasco (es exactamente mi mismo caso y el de tantos cientos de miles de vascos: los abuelos todos de fuera, en mi caso también mis padres, y yo nacido y criado aquí), sea tan absolutamente refractario a sentirse, aunque sea un poco, de la verdadera tierra de sus ancestros, como si sus ancestros fueran todos de Guizaburuaga. No es posible, estando uno en sus cabales, referirse a “nuestros antepasados los vascos que iban a pescar bacalao o ballenas a Terranova”, como dijo en el último Aberri Eguna sin que se le cayera la cara de vergüenza, porque sencillamente sus antepasados no eran vascos. No puede ser. Y por eso decimos que Ayuso se queda corta y que Pradales es un lendacari fake y que el líder de los compañeros de Ayuso en el País Vasco hace tiempo que tendría que tener interiorizada la exigencia de saber eusquera en un grado mínimo como para no tener que salir, improvisadamente como hizo, a leer un texto en eusquera para la ocasión. Y así no le tendría por qué preocupar lo que dijera su compañera de partido desde Madrid en relación con el eusquera. No saber eusquera para un político vasco del signo ideológico que sea, al menos para un político de primer nivel (no hablamos de los demás cuadros ni de las bases, que en las filas nacionalistas tampoco lo saben ni lo utilizan), es como, qué digo yo, ir a la playa y ponerse al sol sin protegerse la piel primero. Algo tan básico como eso. Y que algo así lo tengamos que recordar en el año 2025 resulta bastante patético, la verdad.