Últimas revelaciones
3I/ATLAS, el fugitivo del cosmos que desconcierta a los telescopios del mundo
    
   
	    
	
    
        
    
    
        
          
		
    
        			        			        			        			        			        			        
    
    
    
	
	
        
        
        			        			        			        			        			        			        
        
                
        
        ![[Img #29109]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2025/2289_atlas.jpg)
 
Detectado el 1 de julio de 2025 por el sistema Asteroid Terrestrial‑impact Last Alert System (ATLAS) en Chile, el cometa 3I/ATLAS saltó de inmediato a la categoría de visitante interestelar: su trayectoria hiperbólica lo señalaba como un viajero que no pertenece al Sistema Solar.  Desde entonces, el mundo científico  lo persigue con inusitada expectación.
 
Los datos acumulados a lo largo de los meses revelan que 3I/ATLAS no se comporta como un cometa “típico”. Ya antes de alcanzar su perihelio – previsto para finales de octubre de 2025 – mostró signos extraños: una cola amplia, emisiones de dióxido de carbono mucho más elevadas de lo habitual y actividad de agua que aparece tardía o en niveles menos intensos de lo esperado. Este comportamiento híbrido – parte protagonista, parte enigma – ha encendido el interés no solo por lo que nos cuenta sobre otros sistemas estelares, sino también por los interrogantes que deja en el aire.
 
En un movimiento significativo, la IAWN (Red Internacional de Alerta de Asteroides) ha lanzado un aviso formal de campaña para observar 3I/ATLAS. En su nota editorial del 21 de octubre de 2025 (M.P.E.C. 2025-U142), se anuncia que “los cometas presentan desafíos únicos para la astrometría y la predicción de órbitas” porque, a diferencia de asteroides puntuales, son cuerpos extendidos con comas y colas que pueden desplazar su centro aparente de brillo. Por ello, la IAWN invita a la comunidad de observadores a una campaña práctica que se iniciará el 27 de noviembre de 2025 y se extenderá hasta el 27 de enero de 2026, con el objetivo de “mejorar la capacidad para extraer astrometría precisa” de cometas, usando 3I/ATLAS como caso de estudio. 
 
La importancia de tal aviso no puede subestimarse: aunque 3I/ATLAS no representa una amenaza para la Tierra —la ESA lo aclara expresamente: pasará a una distancia mucho mayor que la órbita terrestre y no se dirige hacia nosotros —, su condición de visitante de otro sistema lo convierte en un laboratorio natural de la galaxia. La campaña de la IAWN cumple dos funciones clave: primero, como entrenamiento de la comunidad observacional global para objetos poco familiares (lo que fortalece capacidades de vigilancia y defensa planetaria); y segundo, como experimento de ciencia pura: obtener tantos datos como sea posible antes de que el cometa se aleje, para entender composición, dinámica, origen y posible relevancia astrofísica de un cuerpo interestelar.
 
Mientras las grandes instalaciones espaciales y terrestres apuntan hacia su órbita — el James Webb Space Telescope observa en infrarrojo, el Hubble Space Telescope capta imágenes de la cola, los telescopios del hemisferio sur trabajan en turnos —, los investigadores detectan que el cometa exhibe rotación, actividad de gas y polvo, quizás desprendimientos superficiales, y un comportamiento de activación que desafía las pautas clásicas. En ese sentido, cada nuevo espectro, cada medición de velocidad, cada estimación de tamaño pequeño del núcleo (menos de lo que se creyó) alimenta la idea de que estamos ante un objeto que podría haber nacido bajo condiciones muy diferentes a las de nuestro vecindario solar.
 
La combinación de “visitante foráneo + comportamiento extraño + campaña global de vigilancia” convierte a 3I/ATLAS en un acontecimiento de frontera: no solo de astronomía, sino también de sociología científica, de capacidad global de observación, de lo que somos capaces de detectar cuando algo viene de lejos. Y la campaña de la IAWN añade este matiz: no solo es ciencia, también es preparación. Si mañana aparece un objeto con trayectoria inesperada o propiedades inusuales, parte del protocolo ya estará probado.
 
En resumen: 3I/ATLAS sigue su danza en el sistema solar interior, y detrás de él marchan telescopios, modelos, equipos de astrometría y miles de ojos humanos. Mientras el cometa se aleja, los científicos preparan la hoja de cálculo final, la curva de luz más precisa, la predicción de desintegración o reposo, y ante todo una pregunta que reverbera: ¿qué historias conserva este cometa de más allá de nuestras estrellas? Y de paso: ¿qué hemos aprendido, y qué dejará para la próxima vez que un forastero entre en casa?
 
El astrofísico Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, uno de los principales defensores de la “arqueología interestelar”, ha seguido el caso de 3I/ATLAS con una mezcla de fascinación y prudencia. En sus artículos recientes, Loeb ha señalado que cada visitante interestelar —desde ‘Oumuamua hasta este nuevo cometa— representa “una botella lanzada al océano galáctico con un mensaje químico en su interior”. No se trata solo de comprender su origen, dice, sino de preguntarse qué nos revela sobre la diversidad de sistemas planetarios y las posibilidades de vida en ellos. “Cada fragmento de materia que llega de fuera del Sistema Solar —escribe— es una muestra gratuita de otro laboratorio cósmico. Sería imperdonable dejarlo escapar sin estudiarlo con todos nuestros instrumentos”.
 
Loeb no descarta que algún día encontremos un objeto interestelar que no sea natural, un artefacto, una sonda, una huella tecnológica de civilizaciones remotas. No afirma que 3I/ATLAS lo sea, pero insiste en que la ciencia debe mantener abiertas las puertas de la curiosidad. “La historia de la astronomía —dice— no es la de los dogmas, sino la de las sorpresas. El verdadero riesgo no está en imaginar demasiado, sino en mirar demasiado poco.”
Mientras 3I/ATLAS se aleja del Sol, rumbo al silencio de las estrellas, deja tras de sí esa inquietud luminosa: la sensación de que no solo observamos el cosmos, sino que el cosmos, de alguna forma, nos está observando a nosotros.
        
        
    
       
            
    
        
        
	
    
                                    	
                                        
                                                                                                                                                                        
    
    
	
    
![[Img #29109]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/10_2025/2289_atlas.jpg)
Detectado el 1 de julio de 2025 por el sistema Asteroid Terrestrial‑impact Last Alert System (ATLAS) en Chile, el cometa 3I/ATLAS saltó de inmediato a la categoría de visitante interestelar: su trayectoria hiperbólica lo señalaba como un viajero que no pertenece al Sistema Solar. Desde entonces, el mundo científico lo persigue con inusitada expectación.
Los datos acumulados a lo largo de los meses revelan que 3I/ATLAS no se comporta como un cometa “típico”. Ya antes de alcanzar su perihelio – previsto para finales de octubre de 2025 – mostró signos extraños: una cola amplia, emisiones de dióxido de carbono mucho más elevadas de lo habitual y actividad de agua que aparece tardía o en niveles menos intensos de lo esperado. Este comportamiento híbrido – parte protagonista, parte enigma – ha encendido el interés no solo por lo que nos cuenta sobre otros sistemas estelares, sino también por los interrogantes que deja en el aire.
En un movimiento significativo, la IAWN (Red Internacional de Alerta de Asteroides) ha lanzado un aviso formal de campaña para observar 3I/ATLAS. En su nota editorial del 21 de octubre de 2025 (M.P.E.C. 2025-U142), se anuncia que “los cometas presentan desafíos únicos para la astrometría y la predicción de órbitas” porque, a diferencia de asteroides puntuales, son cuerpos extendidos con comas y colas que pueden desplazar su centro aparente de brillo. Por ello, la IAWN invita a la comunidad de observadores a una campaña práctica que se iniciará el 27 de noviembre de 2025 y se extenderá hasta el 27 de enero de 2026, con el objetivo de “mejorar la capacidad para extraer astrometría precisa” de cometas, usando 3I/ATLAS como caso de estudio.
La importancia de tal aviso no puede subestimarse: aunque 3I/ATLAS no representa una amenaza para la Tierra —la ESA lo aclara expresamente: pasará a una distancia mucho mayor que la órbita terrestre y no se dirige hacia nosotros —, su condición de visitante de otro sistema lo convierte en un laboratorio natural de la galaxia. La campaña de la IAWN cumple dos funciones clave: primero, como entrenamiento de la comunidad observacional global para objetos poco familiares (lo que fortalece capacidades de vigilancia y defensa planetaria); y segundo, como experimento de ciencia pura: obtener tantos datos como sea posible antes de que el cometa se aleje, para entender composición, dinámica, origen y posible relevancia astrofísica de un cuerpo interestelar.
Mientras las grandes instalaciones espaciales y terrestres apuntan hacia su órbita — el James Webb Space Telescope observa en infrarrojo, el Hubble Space Telescope capta imágenes de la cola, los telescopios del hemisferio sur trabajan en turnos —, los investigadores detectan que el cometa exhibe rotación, actividad de gas y polvo, quizás desprendimientos superficiales, y un comportamiento de activación que desafía las pautas clásicas. En ese sentido, cada nuevo espectro, cada medición de velocidad, cada estimación de tamaño pequeño del núcleo (menos de lo que se creyó) alimenta la idea de que estamos ante un objeto que podría haber nacido bajo condiciones muy diferentes a las de nuestro vecindario solar.
La combinación de “visitante foráneo + comportamiento extraño + campaña global de vigilancia” convierte a 3I/ATLAS en un acontecimiento de frontera: no solo de astronomía, sino también de sociología científica, de capacidad global de observación, de lo que somos capaces de detectar cuando algo viene de lejos. Y la campaña de la IAWN añade este matiz: no solo es ciencia, también es preparación. Si mañana aparece un objeto con trayectoria inesperada o propiedades inusuales, parte del protocolo ya estará probado.
En resumen: 3I/ATLAS sigue su danza en el sistema solar interior, y detrás de él marchan telescopios, modelos, equipos de astrometría y miles de ojos humanos. Mientras el cometa se aleja, los científicos preparan la hoja de cálculo final, la curva de luz más precisa, la predicción de desintegración o reposo, y ante todo una pregunta que reverbera: ¿qué historias conserva este cometa de más allá de nuestras estrellas? Y de paso: ¿qué hemos aprendido, y qué dejará para la próxima vez que un forastero entre en casa?
El astrofísico Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, uno de los principales defensores de la “arqueología interestelar”, ha seguido el caso de 3I/ATLAS con una mezcla de fascinación y prudencia. En sus artículos recientes, Loeb ha señalado que cada visitante interestelar —desde ‘Oumuamua hasta este nuevo cometa— representa “una botella lanzada al océano galáctico con un mensaje químico en su interior”. No se trata solo de comprender su origen, dice, sino de preguntarse qué nos revela sobre la diversidad de sistemas planetarios y las posibilidades de vida en ellos. “Cada fragmento de materia que llega de fuera del Sistema Solar —escribe— es una muestra gratuita de otro laboratorio cósmico. Sería imperdonable dejarlo escapar sin estudiarlo con todos nuestros instrumentos”.
Loeb no descarta que algún día encontremos un objeto interestelar que no sea natural, un artefacto, una sonda, una huella tecnológica de civilizaciones remotas. No afirma que 3I/ATLAS lo sea, pero insiste en que la ciencia debe mantener abiertas las puertas de la curiosidad. “La historia de la astronomía —dice— no es la de los dogmas, sino la de las sorpresas. El verdadero riesgo no está en imaginar demasiado, sino en mirar demasiado poco.”
Mientras 3I/ATLAS se aleja del Sol, rumbo al silencio de las estrellas, deja tras de sí esa inquietud luminosa: la sensación de que no solo observamos el cosmos, sino que el cosmos, de alguna forma, nos está observando a nosotros.




