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Pedro Chacón
Sábado, 27 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:

José Luis Ábalos fue condecorado con la Orden de Carlos III en 2021

El pasado 4 de julio publicamos en La Tribuna del País Vasco un artículo titulado “En el año del antifranquismo gubernamental, Sánchez concede a Zapatero una condecoración creada por Franco”.

 

Pues bien, en los últimos días de este 2025 el actual presidente del Gobierno lo ha vuelto a hacer. Esta vez utilizando como motivo la “Gran Cruz de la Orden de Carlos III”. El Gobierno de Pedro Sánchez acaba de conceder esta distinción, la más alta condecoración civil que puede ser otorgada en España, a Ramón Rubial, el socialista histórico que fue presidente del Consejo General del País Vasco al inicio de la Transición y que falleció allá por 1999, y a toda una serie de presidentes de Comunidades Autónomas recientemente fallecidos, entre los que se cuentan Javier Lambán de Aragón, Francesc Antich de Baleares y Guillermo Fernández Vara de Extremadura, los tres socialistas.

 

Independientemente de las virtudes de estos tres políticos prematuramente fallecidos casi a la vez durante este 2025, estamos ante un nuevo despropósito que desvirtúa el sentido de la condecoración, como pasaba con la de San Raimundo de Peñafort, que se instituyó por el General Franco para condecorar a los miembros más destacados de sus gobiernos y que Sánchez concedió este año al expresidente Rodríguez Zapatero, ese extraño y sinuoso personaje que tanto se viene relacionando de manera harto sospechosa con las más impresentables dictaduras de Hispanoamérica. Siendo Sánchez y Zapatero los presidentes más beligerantes con el tema de la memoria histórica –en realidad fueron los inventores de ese artefacto ideológico-, hasta el punto de haber sacado el ataúd de Franco de donde reposaba en el Valle de los Caídos para llevarlo a un cementerio distinto, el de Mingorrubio (Madrid), en helicóptero, en un espectáculo macabro de dudoso gusto, retransmitido por la cadena de la televisión pública. Pues después de hacer números como este, resulta que luego se conceden uno al otro una condecoración instituida por Franco. Es todo como demasiado absurdo, ¿no?

 

El hecho de que estas condecoraciones se concedan por sistema, cumplidas una serie de condiciones (ministros de justicia, jurisconsultos reconocidos, en el caso de la de San Raimundo de Peñafort, o ministros en general de los gobiernos de España en el caso de la Orden de Carlos III), ello no quita para que podamos criticar el hecho en sí de su concesión convertida en trámite burocrático y sin respetar ya los más mínimos significados y connotaciones históricas que conllevan.

 

En este nuevo caso de condecoraciones otorgadas por el gobierno de Pedro Sánchez, se trata de la “Real y Distinguida Orden Española de Carlos III”, que fue instituida por el rey del mismo nombre en 1771. El 11 de octubre de 2002 (B.O.E. del 12 de octubre) se aprobó el nuevo Reglamento de concesión de dicha condecoración que establece que la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III es “la más alta distinción honorífica entre la Órdenes civiles españolas, cuyo objetivo es el de recompensar “a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación”.

 

Hay que tener en cuenta, además, que Carlos III, el rey ilustrado por antonomasia, ocupa un lugar preeminente en la historia de España y de su monarquía como representante ejemplar de lo que debe ser una institución monárquica bien enraizada, respetada e integrada con su pueblo. Julián Marías, el principal filósofo español de la segunda mitad del siglo XX, sobre el que elaboramos recientemente un estudio que ha aparecido en el número 32 de la revista Naves en Llamas, con motivo del 50 aniversario de la muerte de Franco, le dedicó un libro a Carlos III titulado La España posible en tiempo de Carlos III, que apareció en 1963. Para Marías: “La autoridad real nunca ha sido mayor que durante el reinado de Carlos III, monarca apacible y bondadoso, enormemente respetado pero no temido, enemigo de la violencia y promotor de la cultura y la prosperidad nacional”. Con Carlos III se culminaría un proceso, iniciado con Felipe V, en el que “se va afirmando un doble proceso: por una parte, creciente nacionalización de España, sin opresión ni nacionalismo; por otra, incremento de la legitimidad social  de la Monarquía, en la cual el Rey no es propiamente «jefe del Estado» -expresión sin demasiado sentido en el siglo XIII-, sino más bien cabeza de la Nación, perteneciente a la sociedad más que al aparato político” (estas ideas están tomadas del libro de Julián Marías España inteligible, pp. 274 y 276 por la edición de Alianza Editorial de 2006 que manejamos).

 

Con Carlos III estamos, por tanto, ante un monarca que puso por delante la mejora del nivel de vida y de cultura de sus súbditos en un contexto de reforzamiento de la nación española y del que, salvando todas las distancias históricas habidas y por haber, Pedro Sánchez se encuentra en las antípodas, puesto que su gobierno viene a representar la instalación y encastillamiento en el poder de un personaje que solo vive para sí mismo y para el futuro procesal de sus más próximos, todos imputados, y que está horadando el sentido y la unidad de España como nunca habíamos visto desde el inicio de la Transición en 1975, ofreciéndoles a los partidos nacionalistas que le apoyan la posibilidad de chantajearle a placer a cambio de su sostenimiento.

 

En el caso de la condecoración otorgada por Pedro Sánchez de la Orden de Carlos III a Ramón Rubial, llama la atención que este socialista histórico se distinguió por organizar una huelga revolucionaria en 1930 contra la monarquía de Alfonso XIII y por propugnar, como todo el PSOE de entonces, la instauración en España de un régimen republicano que diera vía libre a la revolución socialista en connivencia con los separatismos vasco y catalán. También hay que decir que esta condecoración la poseen todos los ministros de los distintos gobiernos de España. Es así como nos hemos enterado de que en 2021 la recibió José Luis Ábalos, como exministro de Fomento y de Transportes, hoy encarcelado por presunta comisión de graves delitos de corrupción cuando formaba parte del gobierno. No hay constancia de que haya devuelto la condecoración. También la poseen Pablo Iglesias Turrión, como exvicepresidente del Gobierno de España y exministro de Políticas Sociales y de la Agenda 2030, que la recibió el mismo año que Ábalos, en 2021, mientras que su mujer, Irene Montero, también como exministra de Igualdad, junto con Ione Belarra como exministra de Derechos Sociales y Agenda 2023 (han leído bien) la recibieron en 2024. Esta concesión de la Orden de Carlos III a todos estos ministros del partido de izquierda radical Podemos tendríamos que ponerla como caso especial por contradictorio y absurdo, habida cuenta la multitud de declaraciones y actuaciones realizadas por todos ellos contra la institución de la monarquía en España.

 

No cabe mayor desdoro que la concesión de esta Orden de Carlos III a todas estas personas que hemos nombrado, teniendo en cuenta que la misma condecoración la poseen también muchos reyes europeos y jefes de Estado.

 

Pero así es este gobierno que tenemos ahora. Hace justo un año, no sé si recordarán, por estas mismas fechas, el gobierno de España aprobó un decreto “ómnibus”, con fecha 23 de diciembre de 2024 y que salió en el BOE del 24 de diciembre de 2024, como este de las condecoraciones de este año, en el que junto con medidas sociales diversas estaba metida y convenientemente disimulada la disposición que entregó al PNV el palacete de París sede del Instituto Cervantes hasta entonces.

 

Este año no nos ha querido dejar tampoco el gobierno de Pedro Sánchez sin otro regalito, como este de las condecoraciones a personajes que no tienen nada que ver con la figura histórica del rey Carlos III. Ni por quien ha concedido las condecoraciones –el presidente de Gobierno más tóxico de la historia reciente de España- ni por algunos de los que las han recibido, como el ya comentado Ramón Rubial o los exmiembros del Gobierno actual José Luis Ábalos, Pablo Iglesias Turrión, Irene Montero y Ione Belarra. Y luego decimos -y algunos nos lamentamos por ello- que la monarquía en España no pasa por sus mejores momentos. Episodios como este que comentamos aquí solo hacen que deteriorar su imagen y su significado histórico y político.

 

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