Franco / Franku
Siendo el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia un artefacto lingüístico-ideológico al servicio del nacionalismo vasco y que recoge una grafía que, impulsada por esta ideología, pretende alejar al eusquera todo lo que pueda del idioma castellano con el que guarda tan estrecha relación, resulta que ahí se considera Franco como apellido vasco, cuando el personaje histórico más conocido apellidado así representa hoy la quintaesencia de la opresión contra las libertades vascas. O sea, un señor con apellido vasco, según Euskaltzaindia, es el símbolo por antonomasia de la persecución contra todo lo vasco, representado en este caso por el eusquera y sus apellidos, en los que el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, basó la esencia de la identidad vasca. ¿Alguien lo entiende?
Pero, como ya vamos viendo en esta serie, ese Nomenclátor es manifiestamente mejorable, incluso como artefacto del nacionalismo. El eusquera siempre se escribió con una grafía que, dadas las circunstancias y el lugar, era también a la vez, según el caso, española o francesa. Elaborar una grafía propia no podía rehuir el patrón de pronunciación inicial y lo que en realidad se nota es que, comparando los apellidos típicos de la parte española, que son abrumadoramente mayoritarios, con los de la parte francesa (que representan menos del diez por ciento: he contado 700 franceses para un total de 11.000), la grafía eusquérica que se propone a partir de 1968 en Aránzazu recoge la típica pronunciación española en cuanto a vocales y si acaso el mínimo esfuerzo de un castellanoparlante (todos los euscaldunes al sur de los Pirineos lo son) a la hora de pronunciar la “tz” como “ts”, la “z” como “s” y muy poco más, porque la “tx”, la “k” o la “b” mayoritarias, se pronuncian como las españolas “ch”, “qu” o “c” seguida de “a”, “o” o “u”. Y qué decir de la “b”, que en español no se pronuncia distinto de la “v”, todo lo contrario de lo que ocurre en francés. En español se pronuncia igual Vizcaya que Bizkaia, lo que demuestra que solo se pensaba en español cuando se propuso el cambio en la grafía oficial de las provincias vascas, allá por el 2011. Iñaki Anasagasti fue el que salió diciendo aquello de: pero qué más da, si se pronuncian igual…
En la grafia eusquérica propuesta para los apellidos vasco-franceses los cambios se adaptan a lo que se hace al sur de los Pirineos y se suprime la cedilla francesa, las haches aspiradas francesas y toda la pronunciación típica del norte de los Pirineos. Ni que decir tiene que en el barrido que he realizado de apellidos vasco-franceses, la forma eusquérica que se propone para ellos es ampliamente ignorada al norte de los Pirineos, vamos, que nadie la utiliza por allí. Un ejemplo reciente lo hemos conocido a raíz de la ley francesa que pretendía, sin éxito, que el Estado financiara escuelas que enseñen solo en eusquera. Los responsables de esa iniciativa en el País Vasco francés se llaman Antton Curutcharry o Renée Carrique, que, como vemos, escriben sus apellidos al modo francés, en lugar de ponerse Kurrutxarri o Karrika, que es lo que prescribe Euskaltzaindia en su Nomenclátor para esos apellidos. Y eso que son personas bien concienciadas con el eusquera. Es únicamente al sur, en la parte española, donde se cambian la grafía de los apelllidos por influencia del nacionalismo vasco. Urkullu, Ibarretxe, Garaikoetxea, son cambios de la grafía de Urcullu, Ibarreche y Garaicoechea decididos única y exclusivamente por el nacionalismo. Curutcharry y Carrique, en cambio, defienden el eusquera en Francia sin necesidad de cambiar la grafía francesa de sus apellidos.
En cualquier caso, de los 11.000 apellidos vascos que nos ofrece el Nomenclátor de Euskaltzaindia, solo cabe hacer cambios de grafía aproximadamente en unos 1.750, o sea, un 15% aproximadamente. La razón es que, por un parte, casi 5.000 de esos apellidos tienen solo 4 o menos de 4 portadores y, por lo tanto, o están extinguidos o al borde de la extinción. De los 6.000 restantes, 2.000 aproximadamente no cambian la grafía castellana con la eusquérica (pensemos en Uriarte, Garro, Odriozola y apellidos así); y luego, de los 4.000 que quedan y sí son susceptibles de cambiar la grafía castellana por la eusquérica, en 1.400 casos la grafía eusquérica no aparece en las estadísticas del INE, lo cual quiere decir que no ha calado entre la gente la propuesta de Euskaltzaindia como variante eusquérica de su apellido y nadie los usa. Y de los 2.600 restantes, 700 son franceses y a los que sus portadores, en su inmensa mayoría, por no decir todos, no les han cambiado la grafía francesa y 150 son dudosos o decididamente no eusquéricos, con lo que solo nos quedan esos 1.750 que decíamos al principio.
A mí me parece muy bien que cada uno escriba su apellido eusquérico del modo que considere e incluso me parece igualmente bien que lo pueda hacer, aunque viva fuera del País Vasco y Navarra, es decir en el resto de España, porque en los Registros Civiles de cualquier parte del territorio español rige el certificado de Euskaltzaindia. Lo que ya no me parece en absoluto normal es que esto se pueda hacer con toda una serie de apellidos que vienen en ese Nomenclátor y que son apellidos españoles comunes y corrientes, portados por decenas o cientos de miles de personas. La razón de que estén ahí suponemos que será porque aparecen en los registros parroquiales vascos con tanta antigüedad, si no más, que los propiamente eusquéricos. Pero entonces, ¿qué sentido tiene hacer un Nomenclátor de apellidos vascos si se van a incluir ahí todos los españoles habitualmente utilizados en el País Vasco y que son abrumadoramente mayoritarios respecto de los propiamente eusquéricos?
Ya hemos visto en el artículo “Patxi López” de esta serie de “El balle del ziruelo” el tema de los apellidos supuestamente eusquéricos terminados en “-ez”. Nos vamos a referir ahora a otra serie de apellidos del Nomenclátor de Euskaltzaindia que son perfectamente españoles y que, sinceramente, no entendemos qué hacen ahí. Vean cuáles son porque van a alucinar. Cada uno lleva a continuación entre paréntesis la grafía eusquérica que Euskaltzaindia propone para ellos. El grupo más grande lo conforman una serie de apellidos que lo normal es que los veamos como nombres de pila españoles: Alonso (no cambia), Blanca (Blanka), Carlos (Karlos), Carmelo (Karmelo), Celestino (Zelestino), Elvira (Elbira), Enrique (Henrike), Jimeno (Ximeno), Lucas (Lukas), Marcos (Markos), Michel (Mitxel), Miquel (Mikel), Nicolás (Nikolas), Pascual (Paskual), Sancho (Santxo) y Vicente (Bizente). Aunque parezca increíble, todos estos se consideran apellidos vascos por Euskaltzaindia.
También se consideran apellidos vascos en el Nomenclátor de Euskaltzaindia tres gentilicios perfectamente españoles, y a los que ya nos referimos de pasada en el artículo titulado “Vizcaíno” de esta serie: Andaluz (cuyo correlato eusquérico no cambia), Catalán (Katalan) y Navarro (Nabarro). Lo mismo pasa con apellidos de lugar como Casares (Kasares), Olivares (Olibariz, Olibares) y Villar (Billar).
También están los apellidos que denotan títulos nobiliarios y que igualmente se consideran vascos: Conde (Konde), Duque (Duke) y Marqués (Markes). Los de oficios o condición social como Alcalde (Alkate), Burgués (Burges), Escudero (Eskudero) y Vaquero (Bakero, los que somos algo mayores nos acordamos del famoso futbolista de la Real Sociedad y luego del Barça). También hay dos nombres de ciudades como son Gandía (Gandia) o Valencia (Balentzia). De partes o mobiliario de una casa: Cámara (Kamara), Arca (Arka), Arco (Arko), Cortina (Kortina) y Varanda (Baranda). Hemos hecho otro pequeño grupo con tres apellidos típicamente españoles, Aparicio (Aparizio), Franco (Franku), que da título a este artículo, y Quintana (Kintana). En cuanto a la eusquerización del rancio apellido español Quintana, una de las posibles explicaciones es que en eso haya podido influir algo tan poco científico como que un señor llamado Xabier Kintana fuera secretario durante muchos años de Euskaltzaindia, pero esto puede ser una especulación mía sin ningún fundamento. Tenemos también dos nombres de santos como San Miguel (San Migel) y San Vicente (San Bizente) que también se consideran vascos. Que con los miles de santos que hay hayan elegido estos y no también por ejemplo a San Andrés, con la importancia que tiene para la simbología vasca, no deja de ser otro misterio. Y luego unos cuantos que hemos dejado para el final por su heterogeneidad: Careta (Kareta), Corro (Korro), Gracia (Grazia), Guerra (Gerra, ya me estoy imaginando la cara del veterano dirigente socialista si viera esto), Santa Cruz (Santakurutz, Santakrutz) y Verano (Berano). Hasta el conocido apodo del famoso escritor de la Generación del 98, José Martínez Ruiz “Azorín”, también se considera vasco y se le pone la consiguiente grafía eusquérica: Atzorin.
Hay unos cuantos apellidos que se consideran vascos por Euskaltzaindia porque, efectivamente, tienen una presencia muy antigua aquí, pero que igualmente son españoles. Se trata de Calzada (Kaltzada), Camino (Kamino), Campo (Kanpo) y Carrera (Karrera). Cuadra (Kuadra), por su parte, parece que es originario de Encartaciones. Y Oreja (Orexa), con mucha raigambre en Guipúzcoa, parece provenir del topónimo Orexa. Y en cuanto a Barcos (Barkos), podría proceder del topónimo Barcus (Barcoxe) en Iparralde.
En cualquier caso, todo lo que hemos visto aquí demuestra, al menos, dos cosas. La primera y más importante es que, en todo caso, hubo apellidos castellanos que se originaron al mismo tiempo y sobre un mismo solar que los apellidos eusquéricos y que no tiene ningún sentido diferenciar unos como más de aquí que otros, como hace el nacionalismo desde la ocurrencia tóxica y divisiva de su fundador, Sabino Arana. La segunda, que de los 55 apellidos alucinantes como eusquéricos que hemos mencionado aquí, en 30 de ellos ya hay personas, normalmente unas pocas decenas en cada caso y concentradas en las provincias vascas y Navarra, que se han cambiado la grafía al modo eusquérico que aconseja Euskaltzaindia, como ya vimos que pasaba con algunos apellidos terminados en “–ez”. Muy pocas personas, respecto del apellido en su forma usual, pero más, en cualquier caso, de las que podríamos imaginar. Lo cual solo podría ocurrir en la parte española y donde ejerce su influencia el nacionalismo vasco. Obviamente, todo esto es completamente ignorado en la parte francesa, donde, para empezar, todos esos apellidos, por españoles que son, ni siquiera existen.
Siendo el Nomenclátor de apellidos vascos de Euskaltzaindia un artefacto lingüístico-ideológico al servicio del nacionalismo vasco y que recoge una grafía que, impulsada por esta ideología, pretende alejar al eusquera todo lo que pueda del idioma castellano con el que guarda tan estrecha relación, resulta que ahí se considera Franco como apellido vasco, cuando el personaje histórico más conocido apellidado así representa hoy la quintaesencia de la opresión contra las libertades vascas. O sea, un señor con apellido vasco, según Euskaltzaindia, es el símbolo por antonomasia de la persecución contra todo lo vasco, representado en este caso por el eusquera y sus apellidos, en los que el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, basó la esencia de la identidad vasca. ¿Alguien lo entiende?
Pero, como ya vamos viendo en esta serie, ese Nomenclátor es manifiestamente mejorable, incluso como artefacto del nacionalismo. El eusquera siempre se escribió con una grafía que, dadas las circunstancias y el lugar, era también a la vez, según el caso, española o francesa. Elaborar una grafía propia no podía rehuir el patrón de pronunciación inicial y lo que en realidad se nota es que, comparando los apellidos típicos de la parte española, que son abrumadoramente mayoritarios, con los de la parte francesa (que representan menos del diez por ciento: he contado 700 franceses para un total de 11.000), la grafía eusquérica que se propone a partir de 1968 en Aránzazu recoge la típica pronunciación española en cuanto a vocales y si acaso el mínimo esfuerzo de un castellanoparlante (todos los euscaldunes al sur de los Pirineos lo son) a la hora de pronunciar la “tz” como “ts”, la “z” como “s” y muy poco más, porque la “tx”, la “k” o la “b” mayoritarias, se pronuncian como las españolas “ch”, “qu” o “c” seguida de “a”, “o” o “u”. Y qué decir de la “b”, que en español no se pronuncia distinto de la “v”, todo lo contrario de lo que ocurre en francés. En español se pronuncia igual Vizcaya que Bizkaia, lo que demuestra que solo se pensaba en español cuando se propuso el cambio en la grafía oficial de las provincias vascas, allá por el 2011. Iñaki Anasagasti fue el que salió diciendo aquello de: pero qué más da, si se pronuncian igual…
En la grafia eusquérica propuesta para los apellidos vasco-franceses los cambios se adaptan a lo que se hace al sur de los Pirineos y se suprime la cedilla francesa, las haches aspiradas francesas y toda la pronunciación típica del norte de los Pirineos. Ni que decir tiene que en el barrido que he realizado de apellidos vasco-franceses, la forma eusquérica que se propone para ellos es ampliamente ignorada al norte de los Pirineos, vamos, que nadie la utiliza por allí. Un ejemplo reciente lo hemos conocido a raíz de la ley francesa que pretendía, sin éxito, que el Estado financiara escuelas que enseñen solo en eusquera. Los responsables de esa iniciativa en el País Vasco francés se llaman Antton Curutcharry o Renée Carrique, que, como vemos, escriben sus apellidos al modo francés, en lugar de ponerse Kurrutxarri o Karrika, que es lo que prescribe Euskaltzaindia en su Nomenclátor para esos apellidos. Y eso que son personas bien concienciadas con el eusquera. Es únicamente al sur, en la parte española, donde se cambian la grafía de los apelllidos por influencia del nacionalismo vasco. Urkullu, Ibarretxe, Garaikoetxea, son cambios de la grafía de Urcullu, Ibarreche y Garaicoechea decididos única y exclusivamente por el nacionalismo. Curutcharry y Carrique, en cambio, defienden el eusquera en Francia sin necesidad de cambiar la grafía francesa de sus apellidos.
En cualquier caso, de los 11.000 apellidos vascos que nos ofrece el Nomenclátor de Euskaltzaindia, solo cabe hacer cambios de grafía aproximadamente en unos 1.750, o sea, un 15% aproximadamente. La razón es que, por un parte, casi 5.000 de esos apellidos tienen solo 4 o menos de 4 portadores y, por lo tanto, o están extinguidos o al borde de la extinción. De los 6.000 restantes, 2.000 aproximadamente no cambian la grafía castellana con la eusquérica (pensemos en Uriarte, Garro, Odriozola y apellidos así); y luego, de los 4.000 que quedan y sí son susceptibles de cambiar la grafía castellana por la eusquérica, en 1.400 casos la grafía eusquérica no aparece en las estadísticas del INE, lo cual quiere decir que no ha calado entre la gente la propuesta de Euskaltzaindia como variante eusquérica de su apellido y nadie los usa. Y de los 2.600 restantes, 700 son franceses y a los que sus portadores, en su inmensa mayoría, por no decir todos, no les han cambiado la grafía francesa y 150 son dudosos o decididamente no eusquéricos, con lo que solo nos quedan esos 1.750 que decíamos al principio.
A mí me parece muy bien que cada uno escriba su apellido eusquérico del modo que considere e incluso me parece igualmente bien que lo pueda hacer, aunque viva fuera del País Vasco y Navarra, es decir en el resto de España, porque en los Registros Civiles de cualquier parte del territorio español rige el certificado de Euskaltzaindia. Lo que ya no me parece en absoluto normal es que esto se pueda hacer con toda una serie de apellidos que vienen en ese Nomenclátor y que son apellidos españoles comunes y corrientes, portados por decenas o cientos de miles de personas. La razón de que estén ahí suponemos que será porque aparecen en los registros parroquiales vascos con tanta antigüedad, si no más, que los propiamente eusquéricos. Pero entonces, ¿qué sentido tiene hacer un Nomenclátor de apellidos vascos si se van a incluir ahí todos los españoles habitualmente utilizados en el País Vasco y que son abrumadoramente mayoritarios respecto de los propiamente eusquéricos?
Ya hemos visto en el artículo “Patxi López” de esta serie de “El balle del ziruelo” el tema de los apellidos supuestamente eusquéricos terminados en “-ez”. Nos vamos a referir ahora a otra serie de apellidos del Nomenclátor de Euskaltzaindia que son perfectamente españoles y que, sinceramente, no entendemos qué hacen ahí. Vean cuáles son porque van a alucinar. Cada uno lleva a continuación entre paréntesis la grafía eusquérica que Euskaltzaindia propone para ellos. El grupo más grande lo conforman una serie de apellidos que lo normal es que los veamos como nombres de pila españoles: Alonso (no cambia), Blanca (Blanka), Carlos (Karlos), Carmelo (Karmelo), Celestino (Zelestino), Elvira (Elbira), Enrique (Henrike), Jimeno (Ximeno), Lucas (Lukas), Marcos (Markos), Michel (Mitxel), Miquel (Mikel), Nicolás (Nikolas), Pascual (Paskual), Sancho (Santxo) y Vicente (Bizente). Aunque parezca increíble, todos estos se consideran apellidos vascos por Euskaltzaindia.
También se consideran apellidos vascos en el Nomenclátor de Euskaltzaindia tres gentilicios perfectamente españoles, y a los que ya nos referimos de pasada en el artículo titulado “Vizcaíno” de esta serie: Andaluz (cuyo correlato eusquérico no cambia), Catalán (Katalan) y Navarro (Nabarro). Lo mismo pasa con apellidos de lugar como Casares (Kasares), Olivares (Olibariz, Olibares) y Villar (Billar).
También están los apellidos que denotan títulos nobiliarios y que igualmente se consideran vascos: Conde (Konde), Duque (Duke) y Marqués (Markes). Los de oficios o condición social como Alcalde (Alkate), Burgués (Burges), Escudero (Eskudero) y Vaquero (Bakero, los que somos algo mayores nos acordamos del famoso futbolista de la Real Sociedad y luego del Barça). También hay dos nombres de ciudades como son Gandía (Gandia) o Valencia (Balentzia). De partes o mobiliario de una casa: Cámara (Kamara), Arca (Arka), Arco (Arko), Cortina (Kortina) y Varanda (Baranda). Hemos hecho otro pequeño grupo con tres apellidos típicamente españoles, Aparicio (Aparizio), Franco (Franku), que da título a este artículo, y Quintana (Kintana). En cuanto a la eusquerización del rancio apellido español Quintana, una de las posibles explicaciones es que en eso haya podido influir algo tan poco científico como que un señor llamado Xabier Kintana fuera secretario durante muchos años de Euskaltzaindia, pero esto puede ser una especulación mía sin ningún fundamento. Tenemos también dos nombres de santos como San Miguel (San Migel) y San Vicente (San Bizente) que también se consideran vascos. Que con los miles de santos que hay hayan elegido estos y no también por ejemplo a San Andrés, con la importancia que tiene para la simbología vasca, no deja de ser otro misterio. Y luego unos cuantos que hemos dejado para el final por su heterogeneidad: Careta (Kareta), Corro (Korro), Gracia (Grazia), Guerra (Gerra, ya me estoy imaginando la cara del veterano dirigente socialista si viera esto), Santa Cruz (Santakurutz, Santakrutz) y Verano (Berano). Hasta el conocido apodo del famoso escritor de la Generación del 98, José Martínez Ruiz “Azorín”, también se considera vasco y se le pone la consiguiente grafía eusquérica: Atzorin.
Hay unos cuantos apellidos que se consideran vascos por Euskaltzaindia porque, efectivamente, tienen una presencia muy antigua aquí, pero que igualmente son españoles. Se trata de Calzada (Kaltzada), Camino (Kamino), Campo (Kanpo) y Carrera (Karrera). Cuadra (Kuadra), por su parte, parece que es originario de Encartaciones. Y Oreja (Orexa), con mucha raigambre en Guipúzcoa, parece provenir del topónimo Orexa. Y en cuanto a Barcos (Barkos), podría proceder del topónimo Barcus (Barcoxe) en Iparralde.
En cualquier caso, todo lo que hemos visto aquí demuestra, al menos, dos cosas. La primera y más importante es que, en todo caso, hubo apellidos castellanos que se originaron al mismo tiempo y sobre un mismo solar que los apellidos eusquéricos y que no tiene ningún sentido diferenciar unos como más de aquí que otros, como hace el nacionalismo desde la ocurrencia tóxica y divisiva de su fundador, Sabino Arana. La segunda, que de los 55 apellidos alucinantes como eusquéricos que hemos mencionado aquí, en 30 de ellos ya hay personas, normalmente unas pocas decenas en cada caso y concentradas en las provincias vascas y Navarra, que se han cambiado la grafía al modo eusquérico que aconseja Euskaltzaindia, como ya vimos que pasaba con algunos apellidos terminados en “–ez”. Muy pocas personas, respecto del apellido en su forma usual, pero más, en cualquier caso, de las que podríamos imaginar. Lo cual solo podría ocurrir en la parte española y donde ejerce su influencia el nacionalismo vasco. Obviamente, todo esto es completamente ignorado en la parte francesa, donde, para empezar, todos esos apellidos, por españoles que son, ni siquiera existen.