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Pedro Chacón
Sábado, 28 de Junio de 2025 Tiempo de lectura:

El Imanol franquista que reprimió a Pradales

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Es difícil decir más mentiras y medias verdades como las que dijo el lendacari vasco Imanol Pradales el otro día, para entrar de nuevo en la polémica de los pinganillos y contestar a Isabel Díaz Ayuso y la utilización del término “cateto”.

 

Dice ahora este lendacari de ascendencias castellanas por los cuatro costados que, si a él le pudieron llamar cateto por querer utilizar el eusquera o por llamarse Imanol, que entonces también lo sería Manuel Aznar, el abuelo del expresidente José María Aznar, que en una etapa primera de su trayectoria vital fue periodista nacionalista y firmó algunos artículos como “Imanol”.

 

Y también dice que sus padres le tuvieron que poner Manuel cuando nació en 1975 porque por entonces todavía no se permitía en el Registro poner Imanol, debido a la represión franquista del eusquera.

 

En fin, las historia de siempre de estos nacionalistas, que no saben lo que decir para salir del paso y el caso es que se creen que lo que dicen tiene algún sentido, poniendo como ponen una cara muy solemne y como de haber pensado mucho lo que van a decir. Pero qué petardos son. El caso es que nos dan, con sus ocurrencias, constantes motivos para tener que salir a rectificar lo que dicen, porque no tiene un pase.

 

Manuel Aznar Zubigaray, para empezar, era vasco de verdad. No como este Imanol Pradales Gil, que tiene de vasco lo que yo de zulú. Nació en Echalar, un pueblecito de Navarra pegado a la frontera con Francia, cerca de Vera de Bidasoa y de Lesaca, por situarnos. Fue casi estricto coetáneo de Francisco Franco, ya que nació un año después que este, en 1893, y falleció en Madrid unos días antes de que lo hiciera el general, el 10 de noviembre de 1975.

 

El caso es que en su extensa trayectoria como periodista y diplomático, hay un episodio, que va de 1913, concretamente desde el 1 de febrero de este año, en que apareció el periódico Euzkadi (que ya sabemos en esta serie que fue el órgano informativo del PNV hasta 1937), del que Manuel Aznar fue uno de sus fundadores y en el que también ejerció labores de director, hasta la aparición en Madrid, el 1 de diciembre de 1917, del periódico El Sol, el diario más importante de España hasta la Guerra Civil, por muchos motivos, entre los cuales destacaba la influencia que sobre el mismo ejerció el magisterio José Ortega y Gasset, y en el que Manuel Aznar fue su inspirador empresarial, la mano derecha de su propietario Nicolás María Urgoiti y donde también ejerció labores de director.

 

Estamos hablando, por tanto, de cinco años de periodismo nacionalista, que ya empezaron a verse mediados por su relación con Nicolás María Urgoiti desde que lo conoció en el verano de 1916. El principal biógrafo de Manuel Aznar, Jesús Tanco Lerga, nos trata de explicar con todo lujo de detalles, en su libro Manuel Aznar, periodista y diplomático, las circunstancias de todo orden que confluyeron para que alguien que había sido nacionalista sabiniano pasara a colocarse en el centro mismo de la actividad periodística en España y además en un periódico como El Sol, que era la referencia del periodismo moderno, no solo en nuestro país sino a nivel europeo y mundial. A esos efectos nos dice de su biografiado que: “contemplar las naciones en guerra, los pensamientos de Ortega y los horizontes profesionales habían hecho posible esta elevación de miras”.

 

Elevación de miras llama Jesús Tanco Lerga el paso del periodismo nacionalista del Euzkadi al periodismo moderno de El Sol. Y sin duda que lo era.

 

Manuel Aznar, del que ahora no nos podemos ocupar con más detalle, pero que queda pendiente su estudio por lo que promete en todos los órdenes de su actividad vital, intelectual y profesional, se pronunció sin ambages a favor de la sublevación militar del 18 de julio de 1936, sobre todo a partir del asesinato de su querido amigo José Calvo Sotelo. De Indalecio Prieto escribió palabras reveladoras, puesto que le conoció muy bien desde su coincidencia como periodistas en Bilbao (Prieto en El Liberal, Aznar en Euzkadi). Y dejó escrito esto de él con motivo de su fallecimiento en 1962: “La misericordia de Dios habrá iluminado seguramente los últimos días o las últimas horas de Indalecio Prieto. Así sea. En lo político fue una atroz calamidad para nuestro país. Con él desaparece, pese a todos los sentimentalismos superficiales, el único enemigo notorio, terco e inútil de una España nacional, seria, nueva; o mejor dicho, el último representante ostensible de una política que no ha querido o no ha podido entender nada de la España que estamos viviendo. Paz a su alma” (Tanco, 338-339).

 

Frente a la biografía académica de Tanco Lerga, publicada en 2004, tenemos el estudio que le dedica el nacionalista ya felizmente jubilado, Josu Erkoreka, en un libro escrito a medias con Iñaki Anasagasti y publicado un año antes, en 2003. Mientras Anasagasti se ocupa de José María Areilza, Erkoreka se dedica a Manuel Aznar. Meten ambos estudios en un mismo libro que se titula Dos familias vascas: Areilza-Aznar”. El libro se lo pueden imaginar: dos nacionalistas prominentes intentando explicarse por qué dos personas tan vascas o más que ellos decidieron apoyar el régimen franquista. Josu Erkoreka subtitula su estudio del siguiente modo: “Manuel Aznar Zubigaray o la fascinación del pesebre”. Con semejante presentación, ya se pueden imaginar por dónde va la cosa. Erkoreka se creería muy ocurrente y muy perspicaz con semejante expresión, la fascinación del pesebre, pero de entrada destila resentimiento, incomprensión y, sobre todo, acomplejamiento. Nos ocuparemos más delante de esto, que promete.

 

Lo que quería decir ahora es que Manuel Aznar, cuando utilizó el seudónimo de Imanol para firmar sus artículos en el Euzkadi era nacionalista vasco, sabiniano más concretamente. Seguidor de las mamarrachadas de Sabino Arana. Que un tipo inteligente como Manuel Aznar cayera en semejante alucinación momentánea es algo digno de estudio y da a entender que Sabino Arana, aunque ya muerto en 1903, ejercía una suerte de fascinación moderna en la época juvenil de Aznar, o que un integrista navarro como Aznar así lo sentía. El caso es que también estamos ante una época muy distinta a la actual. Porque hay un episodio que resulta hoy increíble. Cuando Manuel Aznar era periodista destacado del Euzkadi, fue llamado a filas porque le tocaba por edad, era muy joven. Lo cuenta así Tanco Lerga: “Para cumplir con sus obligaciones militares, Aznar había comparecido ya con su quinta en el Ayuntamiento de Echalar para su clasificación y revisión. Como él lo hicieron algo más de cien mil jóvenes españoles. Hizo el servicio militar en el propio Bilbao, donde se encontraba el regimiento Garellano nº 43. Se benefició de una reducción de diez meses por aprender la instrucción por medio de sesiones programadas para jóvenes con cultura. En ocasiones iba a cumplir su trabajo informativo con uniforme militar. Prieto lo recuerda de este modo: «Siendo yo diputado provincial de Vizcaya –lo fue entre 1911 y 1915– concurría a reseñar las sesiones de la Diputación un mozo rubio con uniforme de soldado. Era Manuel Aznar, soldado de cuota y redactor de Euzkadi»” (Tanco, 53).

 

El biógrafo Tanco Lerga, a quien seguimos, comete un error propio de quien no conoce la cultura y la política vasca. Lo hace cuando explica los dos seudónimos que utilizó Manuel Aznar en el Euzkadi. Por una parte el más conocido, Imanol, y por otra el que utilizaba en las crónicas de la Primera Guerra Mundial que le hicieron famoso, Gudalgai. Pues bien, en relación con el primer seudónimo, que es el que ahora ha utilizado Imanol Pradales para decir que tanto él como Manuel Aznar podrían ser considerados “catetos” por ello, el biógrafo Tanco Lerga dice, en la nota 1 del capítulo III, que Imanol procede “del vasco, que significa Manuel” (Tanco, 433). Lo que no sabe Jesús Tanco Lerga, ni tampoco Imanol Pradales Gil a lo que se ve (pero en este caso es por ideologización extrema), es que Imanol nunca existió en eusquera para denominar al castellano Manuel sino que fue una invención de Sabino Arana, como otros nombres que se inventó, tales como Koldo (por Luis) o Kepa (por Pedro), y tantos otros, que recogió en un calendario que apareció por primera vez en 1897 y que luego Luis Eleizalde publicó en 1910 en un libro titulado Santoral vasco. De esto ya hablamos en el artículo anterior de esta serie titulado “A Sabino Arana no le gustaba nada el nombre de Aitor”.

 

Por lo tanto, que quede claro: Imanol no es el nombre eusquérico de Manuel sino el nombre que Sabino Arana inventó para sustituir al castellano Manuel, ya que en eusquera no existía hasta entonces un equivalente. Y que cuando en el franquismo se reprimió la utilización de los nombres del Santoral vasco no se hizo porque fueran eusquéricos sino porque denotaban el nacionalismo de quienes los utilizaban: la ideología era antes que la lengua, como sigue siendo hoy. Que ha triunfado entre mucha gente que identifica una cosa con la otra, a la vista está. Ahí tenemos el ejemplo de Jesús Tanco Lerga que cree que Imanol es eusquérico.

 

Y, para terminar, de momento, si decimos que hubo un Imanol franquista que reprimió a Pradales es porque Manuel Aznar alcanzó notables puestos en la nomenclatura cultural del franquismo, tanto en la prensa como en la diplomacia, a lo que fue fiel desde el primer momento de la sublevación, como hemos visto, y donde los cinco años, como mucho, de adscripción nacionalista nos están diciendo muchas cosas que iremos desentrañando en futuros artículos. Es solo desde la imaginación calenturienta del lendacari Imanol Pradales Gil desde la que se puede entender que a este hombre le reprimieran políticamente –por la represión franquista, dice, contra el eusquera–, porque no les dejaran a sus padres, con todas sus ascendencias castellanas, que le pusieran Imanol al bautizarle.

 

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