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La Tribuna del País Vasco
Viernes, 05 de Septiembre de 2025 Tiempo de lectura:

Vergüenza liberticida vasca: etarras y extrema-izquierda contra Israel, el único país democrático de Oriente Próximo

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La Vuelta a España, que debería ser un escaparate deportivo para el talento y el esfuerzo, se ha visto empañada nuevamente por escenas vergonzosas en las calles del País Vasco. Vallas derribadas, corredores en peligro y un clima hostil liberticida que nada tiene que ver con el espíritu del deporte. Detrás de estas protestas no hay un interés legítimo, sino la enésima maniobra de quienes llevan décadas utilizando la violencia y el odio como herramientas políticas.

 

Ante el silencio casi cómplice de un inepto moral y un inútil político como el lehendakari Pradales, ha tenido que ser Isabel Díaz Ayuso quien se exprese con claridad: «No solo han puesto en peligro la integridad de los corredores, sino que han perjudicado a la imagen de España». No hablamos de protestas inocentes. Hablamos de una campaña organizada, alentada por los mismos sectores radicales que durante años se dedicaron a sembrar el terror en nuestro país. Son «los más violentos, los etarras», los que ahora, disfrazados de solidaridad con Palestina, tratan de blanquear su pasado y presentarse como adalides de la justicia.

 

Nada más falso. Como recordó la presidenta madrileña, «no es la primera vez que se atenta contra participantes israelíes». Desde los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 hasta hoy, el antisemitismo ha buscado disfrazarse bajo distintas máscaras, pero siempre con el mismo objetivo: hostigar al pueblo judío y a la única democracia liberal de Oriente Próximo.

 

Quienes arremeten contra los ciclistas israelíes en Bilbao no defienden ni a los animales ni a los pobres, como pretenden hacer creer. Lo que buscan es perpetuar el odio. Porque mientras callan ante dictaduras que encarcelan, lapidan o cuelgan a homosexuales y mujeres, se dedican a acosar a científicos, empresarios, artistas o deportistas judíos. Lo denunció Ayuso con razón: «Son los que organizan esos progromos contra judíos, contra israelíes, aunque no tengan nada que ver, aunque sean científicos, empresarios, deportistas o cantantes en Eurovisión».

 

Pero como decíamos antes, el problema no se limita a unos radicales proetarras en la calle. Hay que decirlo sin rodeos: el silencio del Gobierno Vasco es tan grave como la violencia de los que atacan. No se puede mirar hacia otro lado ni, peor aún, pedir, como ha hecho el Lehendakari, a las empresas vascas que se sumen a un boicot económico contra Israel. Ese llamamiento, lejos de ser un gesto de solidaridad, constituye una complicidad inaceptable con el antisemitismo y un alineamiento vergonzoso con quienes quieren borrar del mapa a la única democracia de Oriente Próximo.

 

El silencio cómplice de las instituciones vascas, un silencio que en ocasiones se transforma en apoyo explícito, legitima estas campañas de odio y convierte al propio Gobierno Vasco en parte del problema. ¿Cómo puede exigirse respeto y convivencia mientras se alimenta el señalamiento y la estigmatización del pueblo judío?

 

Proetarras y radicales de extrema izquierda actúan rápidamente contra Israel, pero son los mismos que callan como ratas contra los regímenes que generan éxodos masivos en Cuba, Venezuela o Irán. Su doble vara de medir es escandalosa, aunque conocida en el País Vasco: callan ante los verdugos y gritan contra las víctimas.

 

Es hora de decirlo alto y claro: estas campañas antisemitas no tienen cabida ni en el País Vasco ni en el resto de España. No podemos permitir que la violencia, el odio y el sectarismo manchen ni nuestro deporte ni nuestra convivencia democrática. Como concluyó Ayuso, «hay que ser muy cobarde para hacer eso».

 

La defensa de Israel, de los deportistas y del pueblo judío es, sobre todo, la defensa de la libertad, de la dignidad y de la verdad. 

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